La evolución de los vehículos eléctricos es innegable. Tras unos años en los que la adopción ha crecido y la inversión por parte de los fabricantes en su desarrollo también ha aumentado, muchas de esas problemáticas que se han presentado en la primera fase de estos vehículos en comercialización han ido atajándose con rapidez. El principal talón de Aquiles todo este tiempo se ha centrado especialmente en la autonomía, relacionado directamente al peso y al encarecimiento cuando se buscaba conseguir rangos más altos.
En particular, los vehículos eléctricos han sufrido especialmente en condiciones de bajas temperaturas, cuando especialmente el consumo de energía se dispara y hace que los datos de autonomía con una conducción convencional se sitúen muy por debajo de los datos oficiales. Es relativamente reciente la propuesta de obligar a que los fabricantes también homologuen el rango entre recargas que sus modelos podrían completar en temperaturas muy bajas, pero hasta entonces, muchas compañías trabajan en mejorar sus sistemas de propulsión para hacerlos menos susceptibles a estas variaciones.
Aunque el invierno en el hemisferio norte está cada vez más próximo de llegar a su final (aunque haya días que no lo parezca), Ford es el perfecto ejemplo de uno de los fabricantes que busca mejorar sus vehículos eléctricos en el momento que los termómetros caen. La firma del óvalo trabaja en una bomba de calor que sea capaz de funcionar con temperaturas exteriores de hasta 10 grados Celsius negativos, permitiendo que su autonomía mejor entre un 7% y un 10% a la que conseguiría el mismo modelo sin este elemento.
Concretamente, el fabricante estadounidense ha comenzado con las pruebas en su Ford E-Transit, bautizando el sistema con el nombre de VIHP (bomba de calor por inyección de vapor), el cual precisamente consiste en la inyección de un refrigerante a alta presión estado de gas directamente en el compresor. Esto, unido al preacondicionamiento de la batería, puede ayudar a reducir lo máximo posible dicho efecto de pérdida de autonomía.
El sistema tendrá una doble función, ya que la bomba de calor puede realizar también el trabajo del aire acondicionado cuando se superan los 25 grados Celsius, tomando el calor del interior del habitáculo y consiguiendo bajar la temperatura a base de que ese refrigerante atrape ese calor, en lugar de inyectar aire frío a presión que es lo que haría un sistema convencional.
Puede parecer una problemática nimia, pero gran parte de ese consumo eléctrico que no corresponde al desplazamiento en un vehículo eléctrico que circula en invierno, si no precisamente a la energía utilizada para calentar el habitáculo. Los estudios más recientes no dejan demasiadas dudas, y apuntan a que con temperaturas bajas inferiores a los -5 grados Celsius, la autonomía puede caer entre un 10% y un 40% en el peor de los escenarios, algo que, en el caso de los vehículos con motores de combustión interna no se traduce en una pérdida tan acentuada.