Viento, nevadas, lluvias y oleaje son los fenómenos que están poniendo en riesgo a cuarenta provincias españolas: son las consecuencias de la borrasca Gérard y la borrasca Fien. Y si centramos el foco en el mundo del motor, los conductores deben tener muy en cuenta estos efectos: no sólo a la hora de ponerse al volante para extremas las precauciones, también en lo que respecta al cuidado de su coche. ¿Es cierto que la gasolina y el diésel pueden congelarse con las bajas temperaturas?
Estos días, los termómetros marcan temperaturas bajo cero y son muchos los coches que duermen en la calle. Si tu coche tiene un motor de gasolina, puedes respirar tranquilo: el punto de congelación de este combustible es elevado. ¿Y si tu vehículo es diésel? Aquí sí hay cierto riesgo porque la temperatura a la que se congela es mucho más normal: el peligro existe, pero hay soluciones.
La fórmula química de la gasolina y del diésel siempre es la misma, pero algunas de sus especificaciones (como, por ejemplo, la presión de vapor y el evaporado) cambian en verano y en invierno: por ello, dependiendo de la estación, se añaden diferentes aditivos para que estos dos combustibles se comporten mejor cuando las temperaturas son extremas. Algo que está regulado en el Real Decreto 61/2006 de 31 de enero.
Sí, el diésel se puede congelar
Como decíamos, los coches con un motor diésel tienen, estos días, más posibilidades de ver cómo su depósito se congela porque el punto de este combustible es de menos diez grados: una temperatura que no es difícil alcanzar en el norte de España y en las comunidades más frías. Razón por la que las gasolineras de estas zonas añaden un aditivo que aumenta el punto de congelación de menos diez a -17 grados.
La clave reside en el Punto de Obstrucción de Filtro en Frío (POFF): uno de los componentes principales del diésel son las moléculas lineales. En un escenario de bajas temperaturas, por debajo de los diez grados, estas partículas pueden cristalizarse en el tanque obstruyendo el filtro. ¿El resultado? No llega suficiente combustible a la cámara de combustión.
Si esto sucede cuando el coche está aparcado, no podrás arrancarlo. Si tiene lugar mientras estás conduciendo, notarás que pierde fuerza: empezará a dar tirones y acabará parándose. En ambos casos la solución es esperar a que el diésel se descongele: no intentes poner en marcha el motor porque estarás forzando la bomba y, además, puedes quedarte sin batería.
¿Y la gasolina?
El caso de la gasolina es más especial porque el coche tendría que estar sometido a temperaturas mucho más extremas: es a cuarenta grados bajo cero cuando este combustible comienza a cristalizarse y, por lo tanto, a obstruir el filtro impidiendo que arranque el motor. Eso sí, el punto de congelación está aún más lejos: es de -107 grados, así que es mucho más complicado que se hiele.
En verano, sin embargo, las cosas cambian porque la gasolina tiene una presión de vapor diferente y su porcentaje de destilación es de 70 grados: de esta forma, la cantidad de gases que hay en la cámara de combustión es suficientemente alta para crear la combustión.
En invierno le añaden aditivos que se centran en la vaporización. O lo que es lo mismo: moléculas con una elevada presión de vapor. En verano, debido a que la temperatura es mayor, el componente más volátil de la gasolina está en estado gaseoso y esta ayuda no es necesaria.