El precio de los combustibles está, por desgracia, de actualidad estos días. Y cualquier técnica de ahorro de combustible o de ahorro en los repostajes, como acudir a estaciones de servicio low-cost, está muy presente en la mentalidad de los conductores.
Hace diez años, la Ley de Hidrocarburos cambió propiciando una apertura del mercado: esto dio paso a estaciones de servicio que ofrecían precios más bajos que los surtidores de las grandes petroleras. Una década después, las gasolineras ‘low cost’ son las elegidas por muchos conductores, aunque algunos se siguen preguntando si merecen la pena. La Confederación Española de Talleres de Reparación de Automóviles y Afines (CETRAA) asegura que esta elección puede salir cara, pero ¿tiene sentido esta alarma?
Esta misma semana, José Rodríguez Robayna, miembro del comité ejecutivo de CETRAA, intervenía en el programa ‘Mesa de análisis’ de Canal Sur para tratar el tema. Aseguraba que algunos clientes afirman que sufren pérdidas de potencia después de repostar en una gasolinera ‘low cost’: “Eso lo tiene que ver el cliente, que piensa que va a ahorrar dinero, pero, en realidad, a veces, no se ahorra. Si echas un combustible que no es el adecuado, te vas a gastar el doble”. También apuntaba que desde CETRAA no se ha realizado ninguna investigación para confirmar este punto.
Añadía, además, que en CETRAA apuestan por llevar a cabo una comparativa de consumos. ¿Cómo? Repostando en una gasolinera “normal”, según sus palabras, y en una ‘low cost’: desde su punto de vista, con el segundo combustible el coche gastará más y no irá “igual”. El último punto que abordó fueron las consecuencias en el motor: “El rendimiento no es el mismo, también puede afectar a ciertos elementos tecnológicos y catalizadores, que pueden tener problemas a la larga”.
¿Tiene sentido esta alarma?
La pregunta es evidente y lo cierto es que hay respuesta para ella. La Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH) es el único suministrador de carburante de España: siguiendo lo establecido en la Ley de Hidrocarburos, almacena el petróleo, lo reparte y lo transporta hasta cualquier estación de servicio, tanto si es ‘low cost’ como si no. El combustible es el mismo para todas porque pasa una serie de controles para verificar que cumple con las correspondientes normas europeas de calidad: algo que se puede comprobar en el etiquetado, vigente desde octubre de 2018.
Como os hemos explicado en otras ocasiones, uno de los factores que marca la diferencia en los precios son los aditivos: unos productos químicos que se añaden al carburante para sumar alguna cualidad y que, si están presentes, incrementan el precio de la gasolina y el diésel. Las gasolineras ‘low cost’ suelen emplear los que recomienda la CLH, pero las grandes petroleras cuentan con sus propias recetas. Con ellas, prometen una mayor autonomía para compensar lo que pagamos de más, reduciendo la frecuencia nuestras visitas a la estación de servicio.
Añadiendo los aditivos, las petroleras buscan mejorar la quema del combustible beneficiando, así, al motor. ¿Cómo? Extrayendo la máxima potencia del motor, rebajando las emisiones contaminantes, alargando su vida útil, generando menos residuos… y reduciendo el consumo. Sin embargo, es complicado demostrar estas mejoras y, además, para comprobarlo se necesita un largo período de tiempo y un uso intensivo. Y para ello, habría que incrementar la inversión en combustible.
Aditivos vs Mantenimiento
Lo cierto es que los aditivos no marcarán la diferencia: lo hará el correcto mantenimiento que hagamos del motor porque el combustible que distribuye la Compañía Logística de Hidrocarburos ya incorpora sus propios productos químicos para ofrecer la calidad necesaria.
En las mecánicas más longevas que acumulan muchos kilómetros, sobre todo si son diésel, los aditivos podrían tener un efecto positivo, aunque no es un efecto perenne. Ayudan en la limpieza de los circuitos de alimentación (especialmente la de los inyectores) y a recuperar algo de la compresión que se pierde por el desgaste de los cilindros, pero el mantenimiento seguirá siendo la clave.
Cabe recordar que los únicos problemas que podemos tener en una estación de servicio (sea o no ‘low cost’) están relacionados con la limpieza de los sistemas de suministro (filtros o canalizaciones), los tanques de almacenamiento y los surtidores: pueden provocar averías en el motor debido a la presencia de residuos o agua en el combustible que hemos echado. Eso sí, son incidencias poco frecuentes.
¿Por qué, entonces, son más baratas?
Las gasolineras ‘low cost’ pueden llegar a ofrecer el litro, de media, un 10% más barato y los aditivos, como decíamos antes, no son el único factor que marca la diferencia. Hay más: los márgenes tan reducidos que manejan es otro de ellos. Suelen estar entre el 0,5 y el 1% porque tienen una política muy agresiva de precios para lograr volumen.
A esto hay que añadir que tienen muy pocos costes y menos gastos para ser más ágiles: por ejemplo, no invierten en publicidad y suelen ubicarse en zonas industriales, donde el suelo sale más barato, o en recintos comerciales porque pertenecen a grandes superficies y, así, actúan como reclamo para los compradores mediante ofertas, promociones…
Otra causa es su organización empresarial, con muy pocos niveles, y su personal: en la mayoría de las gasolineras ‘low cost’ es mínimo o inexistente, ya que, normalmente, tienen a una persona o prescinden de la plantilla sustituyéndola por máquinas de pago. El 60% de los costes procede de aquí y si reducen esta partida, pueden minimizar el precio del litro de combustible.