Imagina un sistema de almacenamiento de energía basado en globos inflados, con aire o hidrógeno comprimido, en el fondo del mar. El hecho de que la energía renovable, al menos la procedente de fuentes como la eólica, o la solar, esté sujeta por su naturaleza a una producción intermitente, dependiente de la meteorología, o la luz solar, implica el empleo de sistemas de almacenamiento energía para buscar un suministro constante y balanceado en función de las necesidades de la red eléctrica. Ahora bien, ¿cómo podemos almacenar energía en globos inflados en el fondo del mar?
La hidroeléctrica ya ha resuelto los dilemas que se están afrontando para resolver las necesidades de almacenamiento de energía de la red. El almacenamiento de agua, con un sistema de presas en un complejo hidroeléctrico, podría entenderse como una enorme batería. Los sistemas hidroeléctricos reversibles producen energía con un salto hidráulico, pero también pueden bombear el agua, en momentos de baja demanda de energía, para aprovechar los excedentes de la red, por ejemplo los derivados de la producción de las nucleares, y acumular energía que podrá recuperarse, de nuevo, cuando la red esté sometida a una demanda mayor.
Este es exactamente el mismo concepto con el que se está trabajando en el International Institute for Applied System Analysis (IIASA), en el proyecto Buoyancy Energy Storage Technology (BEST), pero pensando en diferentes soluciones de almacenamiento energético que aprovechen la profundidad de los fondos marinos y el empleo de generadores eólicos marinos.
El proyecto BEST está pensando en enormes globos en los que se pueda comprimir aire y se puedan impulsar hasta el fondo, acumulando energía que más tarde podría recuperarse descomprimiendo el aire acumulado y elevando el globo hasta la superficie.
En cualquier caso, la idea del globo inflado no es más que la punta del iceberg del proyecto. Se están estudiando soluciones más sofisticadas, y eficientes, como el uso de enormes conductos de polietileno conectados al lecho marino con un ancla, e incluso la posibilidad de utilizar la energía eólica en aquellos momentos en que exista una baja demanda de energía en la red para comprimir hidrógeno, que también podría aprovecharse después de su distribución como fuente de energía, incluso para mover coches basados en pila de combustible.
La tecnología que está desarrollando el IIASA aún se encuentra en una fase muy temprana. Pero las simulaciones que se están llevando a cabo son, cuanto menos, prometedoras. Por ejemplo, se está analizando cómo la profundidad del lecho marino es directamente proporcional a la energía que puede acumularse, pero también incrementa los costes. En cualquier caso, sus estimaciones hablan de un coste entre 50 y 100 dólares por MWh acumulado, frente a los 150 dólares por MWh acumulado de los sistemas actuales. También se estima que el coste de los sistemas empleados para comprimir hidrógeno sería 30 veces inferior al de los sistemas convencionales, llegando incluso a facilitar la creación de sistemas de distribución de hidrógeno marinos que podrían transportar el hidrógeno hasta instalaciones continentales.