Imagínate en Alemania Occidental, en el año 1988. Eres un ejecutivo de una empresa puntera, tienes dinero y te lo quieres gastar en un símbolo de estatus con cuatro ruedas. Podrías comprarte un BMW M5, o acudir a AMG con un cheque en blanco y un Mercedes W124. Pero vas más allá, y acabas a los mandos de uno de los one-off más especiales del mundo tuning de los años ochenta: el exótico y desconocido Hartge F1. Hartge estaba especializada en reprogramaciones para BMW antes de desaparecer en 2019, pero antes de que cayera el Muro de Berlín, eran los especialistas de referencia en preparaciones para BMW.
Instalaban motores de BMW M5 en BMW Serie 3 E30 y también se atrevían con berlinas de representación como los BMW 750iL. Pero en 1988 se embarcaron en un proyecto muy especial. Los hermanos Hartge también tenían experiencia en preparaciones de Mercedes y habían fundado Carlsson en la misma época, buscando rellenar el hueco existente entre Brabus y la propia AMG. En 1988, el Mercedes Clase E más potente que se podía comprar era un 300 E con motor de tres litros, seis cilindros en línea y 188 CV de potencia. Para AMG era una cifra claramente insuficiente… y también lo era para Hartge.
Mercedes-Benz Mercedes Clase E
Herbert Hartge convenció a su hermano de juntar en un mismo coche lo mejor de dos mundos: transplantar en el vano motor del elegante Mercedes 300 E el explosivo motor de un BMW M5 E28. El resultado se llamó Hartge F1, y solo un coche fue producido. En vez del motor M103, había «realeza» BMW bajo su capó, concretamente el puntiagudo M88/3, presente en los BMW M5, M635CSi y M1. Este motor de culata multiválvula y 3,5 litros de cubicaje desarrollaba 286 CV en su configuración de fábrica. Seis cuerpos independientes de admisión le dan una nota musical muy especial y es la forma más sencilla de diferenciarlo a simple vista de otros seis en línea de BMW.
A Hartge su potencia no le parecía suficiente y lo modificó aún más. Su culata fue rectificada, se instalaron unos árboles de levas con más cruce y el sistema de inyección Bosch Motronic fue puesto a punto para gestionar mejor el mayor apetito de combustible del coche. Nada realmente especial, eran las modificaciones habituales de Hartge para estas mecánicas. El resultado fueron 330 CV a 6.800 rpm, y un par máximo de 354 Nm a 4.500 rpm. Asociado a este motor, se instaló en el coche la caja de cambios de un BMW Serie 7, que encajó perfectamente en los bajos del Mercedes W124.
Una caja de cambios que mandaba su potencia exclusivamente al tren trasero. Un diferencial autoblocante, amortiguadores Bilstein y discos de frenos de 304 mm en el tren delantero ayudaban a mantener las cosas bajo control. El coche era muy rápido: era capaz de hacer el 0 a 100 km/h en 6,2 segundos, y su velocidad punta se cifró en nada menos que 272 km/h. Era casi tan rápido como el BMW M5 E28, la berlina de fábrica más rápida a finales de los años 80. Puede que estos datos no sean tan impresionantes hoy día, pero hemos de recordar que estamos hablando del año 1988, hace 32 años. Era un coche realmente rápido.
El proyecto era sacrílego y excitante, el mejor motor de BMW en la berlina ejecutiva más sensata de Mercedes. Los fanboys de BMW actuales pondrían el grito del cielo si un preparador montase el motor de un M4 en un Mercedes-AMG C 63. La parte más difícil de la preparación fue hacer que el motor BMW se comunicara con la electrónica del Mercedes, especialmente en lo tocante a instrumentación. Supongo que la electrónica no era entonces tan complicada: el cuadro de instrumentos fue modificado, pero seguía reteniendo un aspecto 100% OEM Mercedes.
El interior del coche era apropiado para la época y pretensiones deportivas. Presumía de un volante deportivo y asientos deportivos de tela. Con todo, era un coche discreto exteriormente: todas las diferencias eran unas nuevas llantas deportivas de 16 pulgadas y unos paragolpes modificados. Era más Scorpions que Mötley Crue. Los afortunados que lograron probar el coche alababan su equilibrio, la facilidad con la que podía descolocar la zaga y el fantástico sonido de su motor BMW. Además, gracias a un tanque de combustible de 100 litros podía mantener cruceros de horas a 250 km/h por la red alemana de Autobahn.
No era un coche barato. En su momento, las revistas reportaban un precio de unos 200.000 marcos alemanes. Ajustando a la inflación, estamos hablando de cerca de 180.000 euros actuales. El coche fue un one-off, y tras aquella fama y fascinación inicial, desapareció de la vista. El coche apareció recientemente a la venta, por un precio de 250.000 euros, en un compraventa polaco. El coche será subastado próximamente por RM Sotheby’s en Essen, Alemania. El coche necesita una restauración, tanto mecánica, como cosmética. Se subastará sin reserva, e ignoramos el precio final que podría alcanzar.
El coche tiene 131.307 kilómetros actualmente. Sea el precio que sea al que finalmente se venda, su propietario estará llevándose a casa un pedazo de historia del automóvil, una pieza realmente exótica y valiosa.