Ettore Bugatti fundó la marca que lleva su apellido en el lejano año 1909, y pronto logró despuntar como fabricante de vehículos de calle y competición de alta gama. Las innovaciones de Bugatti y el arrojo de sus ingenieros lograron poner a la marca en el Olimpo de la técnica en tiempos de entreguerras. Fue en aquellos turbulentos tiempos cuando la marca supo aprovechar un fuerte revés comercial para garantizar su futuro. Esta la historia de cómo en 1933, y al borde de la quiebra, Bugatti se salvó revolucionando otro medio de transporte.
De coches… a trenes
A finales de los años 20, Bugatti presentó en sociedad su brillante Type 41, más conocido como Bugatti Royale. En su momento, era posiblemente el coche más lujoso y opulento del planeta. Estaba abiertamente diseñado para la alta sociedad y la realeza, como puro símbolo de estatus y grandeza. Con más de seis metros de longitud, 3,5 toneladas de peso y una carrocería fabricada a medida, para animar el Royale la marca francesa diseñó un gigantesco motor de ocho cilindros en línea, 12,8 litros de cubicaje y una potencia de hasta 300 CV.
Fotos del Autorail Bugatti
El primer Bugatti Royale de producción fue vendido en el año 1932, y para el año 1933, se habían construido seis unidades de este yate rodante, además de 25 motores. El problema era que solo cuatro unidades tenían dueño: en plena Gran Depresión, los más ricos del mundo veían como un problema pasear su fortuna ante las masas empobrecidas. Ettore Bugatti sabía que su empresa estaba en serios aprietos económicos, y habiendo previsto esta situación, decidió modificar los motores para ser usados en otras aplicaciones. Como los trenes.
Por aquél entonces, la red ferroviaria francesa dependía en gran medida de lentas y vetustas locomotoras de vapor, y estaba quedándose atrasada en comodidad y velocidad con respecto al automóvil y el transporte rodado. En apenas nueve meses, Ettore Bugatti construyó un prototipo de tren, propulsado por los mismos motores del Royale, modificados para ser usados en estos trenes de cuatro ejes. El objetivo de Bugatti era revolucionar el transporte ferroviario, y llevarlo al futuro mediante la alta velocidad. Recordad, de esto hace casi 100 años.
En el desarrollo del Bugatti Autorail se emplearon técnicas propias de la industria automovilística, como segmentos modulares, el uso de elementos de goma para el aislamiento y confort, o la aerodinámica avanzada – de hecho, la forma del Autorail estaba inspirada en el Bugatti Type 32 de competición. Los motores del Royale se ubicaban en posición central, con sistemas de carburación modificados, intervalos de mantenimiento extendidos y una potencia reducida hasta los 200 CV en aras de la fiabilidad y durabilidad.
Transmitían su potencia a los ejes motrices mediante un acoplamiento hidráulico, y eran controlados por un maquinista situado en posición central. El maquinista tenía una visión de 360 grados desde su pequeña cabina, situada en el techo del tren. Esto permitía que los vagones del tren tuvieran una visibilidad y amplitud sin parangón hasta la fecha. Pero lo realmente impresionante de estos trenes aerodinámicos era su velocidad: en 1933, durante su periodo de pruebas, llegaron a alcanzar la friolera de 172 km/h.
En 1934, una unidad logró llegar a los 196 km/h, alzándose con el récord de velocidad para un tren en la época. La SNCF francesa presumía habitualmente de sus París-Lyon en menos de cinco horas. Los Autorail de Bugatti podían montar dos o cuatro motores, en diferentes configuraciones de número de vagones y longitud, que iban desde los 21 metros hasta los 60 metros, pudiendo acoger hasta a 144 pasajeros. No solo eran rápidos en línea recta, si no que gracias a sus frenos de tambor, podían detenerse en apenas 600 metros desde los 160 km/h.
Los Autorail fueron un gran éxito comercial para la marca, que fabricó y entregó nada menos que 88 unidades. Sin embargo, su popularidad fue efímera. Las últimas entregas tuvieron lugar en 1946, y para el año 1958, la última unidad ya había dejado de dar servicio. Las locomotoras diésel y eléctricas resultaron ser mucho más baratas, tanto en coste de mantenimiento como en coste operativo: los motores de los Autorail consumían mucho combustible, y sus carburadores Zenith requerían de puestas a punto muy habituales.
Hoy en día solo se conserva una unidad de Autorail, completamente restaurada, en el museo Cité du Train en Molhouse (Francia). Algunos afirman que el Autorail, uno de los primeros trenes de alta velocidad, fue la inspiración para proyectos como el TGV y otras redes de alta velocidad.
Fotos del Autorail Bugatti