En el mundo del motor son dos las marcas que lucen un caballo en sus logos: una es Ferrari y otra es Porsche. Hoy vamos a centrarnos en la segunda y en el escudo que lucen sus modelos: no siempre estuvo ahí y lejos de lo que se pueda pensar, el escudo alemán no se creó en la tierra natal de la marca. Se gestó a 6.298 kilómetros de Stuttgart: esta es su historia.
El emblema de Porsche está inspirado en la ciudad de Stuttgart y en los símbolos asociados a esta ciudad alemana. En el centro nos encontramos con un caballo enmarcado en un escudo dorado presidido por el nombre de la localidad. Está rodeado, a su vez, por los colores de la región (negro y rojo) y por unas astas, que proceden del escudo de armas del estado de Württemberg-Hohenzollern. Y, por encima de todo, surge el nombre de la marca.
Un concurso poco fructífero
No siempre estuvo presente: desde 1948, los deportivos alemanes lucían en su capó el nombre de la marca. La idea de dar forma a una imagen corporativa no se hizo realidad hasta tres años después. En 1951, Ferdinand Porsche y Ottomar Domnick (médico de Stuttgart especializado en neurología y psiquiatría, que fue el primer cliente de la marca) pusieron en marcha un concurso para diseñar el logo del fabricante de coches: el premio era de 1000 marcos alemanes. Sin embargo, ninguna de las creaciones les convenció.
Palabra de Max Hoffman
Surge entonces otro ilustre nombre asociado a la historia de Porsche: Max Hoffman, el propietario de Hoffman Motor Company. Tras la II Guerra Mundial, este austriaco hizo las maletas para poner rumbo a Estados Unidos, donde se especializó en la importación de deportivos europeos: una labor con la que se hizo un nombre en la industria del motor.
Su primer punto de venta estaba ubicado en 487 Park Avenue (Nueva York) y fue diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright: todos los modelos que pasaban por allí acababan convirtiéndose en un éxito… y el Porsche 356, presentado en el Salón del Automóvil de París de 1950, no fue una excepción. No obstante, desde el punto de vista de Max Hoffman, al primer vehículo de serie fabricado por la marca alemana le faltaba algo.
1952: un año para recordar
Un año después lo supo y así se lo hizo saber a Ferry Porsche en una cena de negocios que compartieron en Nueva York. Le explicó que podían sacar más partido al potencial del Porsche 356 añadiéndole un sello que fuera el símbolo de identidad de la marca. El hijo del fundador le toma la palabra y en diciembre de 1951 encarga a Franz Xaver Reimspieß la creación de un logo que refleje las raíces de la casa alemana, su calidad y el dinamismo de sus coches.
En 1952, por primera vez en la historia de Porsche, uno de sus modelos luce el emblema en el capó: el honor le correspondió, como no podía ser de otra manera, a un Porsche 356. En 1954 se convirtió en costumbre y cinco años después, en 1959, se añadió a las llantas. En sus 71 años de vida ha sufrido cinco revisiones para mantenerlo al día, pero nunca ha perdido la esencia adquirida en aquella cena a miles de kilómetros de su casa.