Hace no tanto tiempo hablar de motores diésel no estaba tan mal visto, y tanto es así que de hecho existió una época dorada en la que el gasóleo no tuvo reparos en hablar de deportividad y altas prestaciones. Y esa es precisamente la historia que hoy nos ocupa, pues fue Audi quien tras demostrar que el diésel podía ser imbatible en competición, desafío a la industria del automóvil proponiendo la llegada a las calles de esta tecnología para reinventar el coche superdeportivo, dando así vida al polémico y por muchos denostado Audi R8 V12 TDI.
El Audi R8, desde que nació en forma de boceto, siempre defendió la idea de reinventar el concepto de superdeportivo tradicional, esa idea de altas prestaciones imposibles de casar con confort, tecnología e incluso uso en el día a día. La primera generación del Audi R8 buscó dar vida a ese nicho de mercado, luchando con no pocas críticas por ello, pero haciéndose fuerte en un planteamiento que sólo ellos habían conseguido llevar a la realidad. Disponible con motores V8 y V10 – gasolina – que consiguieron convencer incluso a los más recelosos, fue un V12 alimentado con gasoil el que realmente podría haber cambiado las cosas para siempre.
Audi R8
Audi se paseaba año tras año por las 24 Horas de Le Mans acumulando victorias, sumando por aquel entonces dos de ellas usando motores TDI que después serían muchísimas más. De este modo Audi había conseguido hacer que el diésel fuese un símbolo de deportividad y competición, sirviendo como escaparate tecnológico para sus coches de calle. Con el Audi R8 en el mercado resonaban rumores sobre una posible transmisión de esta tecnología, pero nadie pensaba que Audi fuese capaz de plantearse tal cosa. Se equivocaron.
El Audi R8 Le Mans Concept hizo su debut oficial en el Salón de Automóvil de Detroit del año 2008, partiendo del mismo R8 de producción presentado en 2005, pero cobijando un enorme motor 6.0 V12 TDI que homenajeaba a los prototipos que corrían en las 24 Horas de Le Mans. El objetivo de Audi con este concepto era doble: por un lado mostrar las posibilidades del diésel en un mercado tan reacio como EE.UU. y por otro lanzar un globo sonda sobre lo que podría ser un coche de producción usando el nuevo y avanzado V12 TDI, un motor que además se convertía por derecho en el motor diésel más grande jamás instalado en un coche de producción en serie. Meses más tarde llegaría una evolución más «racional» de este prototipo denominada como Audi R8 V12 TDI Concept, una iteración que parecía plantear el penúltimo paso antes de su producción en serie. Numerosas voces de la industria del motor tildaban esta apuesta como poco menos que una herejía, pero si alguien podía hacerlo era Audi.
El Audi R8 V12 TDI instalaba un propulsor 6.0 V12 TDI capaz de alcanzar los 500 CV de potencia máxima y los 1.000 Nm de par motor, haciendo el 0-100 Km/h en 4,2 segundos y superando los 300 Km/h de punta, nada mal para un «tractor» quemando gasóleo ¿No?. Hablamos del primer doce cilindros en uve desarrollado por Volkswagen-Audi, nada que ver con los motores en W que se han convertido en sello indiscutible del grupo Volkswagen. El nuevo bloque 6.0 V12 TDI realmente compartía poco con el prototipo de Le Mans, aunque la inspiración fuese el Audi R10 TDI con motor 5.5 V12 TDI de 650 CV. EL fabricante alemán tiro de marketing y experiencia en pista, pero la realidad es que el 6.0 V12 TDI era un propulsor completamente nuevo, compartiendo numerosos elementos y soluciones con los V6 y V8 TDI de la época, aunque con ciertos cambios importantes como el ángulo entre bancadas que quedaba ahora en 60º (Audi siempre emplea 90º en sus V), el uso de un turbocompresor por cada 6 cilindros y el empleo de inyección Common Rail Bosch a 2.000 bares en lugar del popular inyector-bomba habitual de los 1.9 y 2.0 TDI.
Este experimento llegó al Audi R8 con no pocos desafíos técnicos ya que la ubicación del motor en posición central y la tolerancia de par de la caja de cambios eran un serio problema, pues hay que recordar que el prototipo original hacía uso de un cambio manual de 6 relaciones. El motor 5.2 V10 ya exprimía hasta el último milímetro del vano motor del R8, mientras que las cajas de cambios disponibles (manual, R-Tronic y S-Tronic) eran incapaces de domar los 1.000 Nm de par del enorme TDI. Para llevar el coche a la calle hacía falta un transmisión específica, algo impensable para la viabilidad de este R8, ya que obligaba a desarrollar una caja de cambios ex profeso para el V12 TDI o pedir prestada la DSG diseñada por Rircardo para el Bugatti Veyron. Las cuentas no salían.
El V12 TDI sí que llego al mercado, aunque no en un Audi R8
La idea de ver un Audi R8 V12 TDI perdía fuerza, tanto como para el que proyecto terminara siendo archivado para siempre. Sin embargo, de forma paralela se desarrolló otro experimento empleando el mismo motor V12 TDI, pero ahora bajo el capó de un Audi Q7, una jugada que volvía a poner al mercado norteamericano en el punto de mira para convencer a sus habitantes de las posibilidades del diésel.
El Audi Q7 V12 TDI sí que fue una realidad, pero finalmente sólo se comercializó en Europa y estuvo a la venta por muy poco tiempo. La ambiciosa apuesta de Audi con su mayor TDI jamás fabricado no cuajó, los costes y necesidades de esta mecánica eran totalmente desproporcionados, algo que Volkswagen ya sufrió en sus propia carnes con el motor 5.0 V10 de 313 CV instalado en Volkswagen Phaeton y Volkswagen Touareg.
Los delirios de grandeza con los TDI acababan de conocer sus límites, y es que pese a que el 6.0 V12 TDI era todo un portento tecnológico demostrando las posibilidades de los motores diésel, ni convenció la revolución de los superdeportivos que pretendió el Audi R8 V12 TDI, ni tampoco convenció el descomunal Audi Q7 V12 TDI. Y aún a pesar del escaso recorrido comercial del V12 TDI, Audi consiguió gran parte de su objetivo, pues la herramienta de marketing funcionó al poner patas arriba el mercado de los superdeportivos y al ver como de un modo u otro, la tecnología TDI «heredada» de Le Mans terminaba impulsando un coche de calle.