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Smart Crossblade, la historia del coche que demostró que el tamaño no importa para destacar

La historia del Smart Crossblade es la de un pequeño coche que demostró que el tamaño no importaba para destacar y hacer ruido. Un modelo que coleccionaba giros de cabeza y que había sido concebido para conductores atrevidos a los que no les importaba llamar la atención… y sabían aguantar el tipo en un vehículo sin parabrisas. El Smart Crossblade ha transformado el fracaso del pasado en el triunfo del presente.

Si saliéramos a la calle y preguntásemos a los conductores qué coche urbano es perfecto para moverse por una gran ciudad puede que muchos de ellos nos recomendasen uno de los modelos de Smart. Lógico: se trata de una firma cuyas propuestas se presentan como una solución al problema de la congestión existente en estos núcleos.

Smart Crossblade 06

Más que coches urbanos

A pesar de ello, los suizos querían sacudirse aquel ‘sambenito’ de vehículos exclusivamente urbanos e, incluso, aburridos. Querían demostrar a la industria que eran capaces de crear productos divertidos y tras presentar el prototipo en el Salón de Ginebra 2001, su llamativa apuesta se hizo realidad un año después: llegaba el Smart Crossblade.

Bertrandt fue el encargado de firmar el desarrollo de un vehículo que tomaba como punto de partida el Smart Fortwo ya que el nuevo modelo era más largo (12 centímetros), más ancho (10 centímetros) y más bajo (4 centímetros): medía, en definitiva, 2,62 metros de largo, 1,62 de ancho, 1,51 cm de alto y su distancia entre ejes era de 1,81 metros. La capacidad del maletero se reducía hasta los 122 litros.

Smart Crossblade 02

Un coche sin parabrisas

Las cifras no eran lo más llamativo del Smart Crossblade: era su diseño en el que habían eliminado el parabrisas (instalaron uno que era mínimo) y habían añadido su propia interpretación de las puertas con forma de ala de gaviota ya que se redujeron a unas simples vigas que se abrían elevándose. Esto les obligó a eliminar otras partes como el techo o las ventanillas.

Las partes de la carrocería que sí se conservaron recibieron un diseño diferente como fue el caso de los dos paragolpes o el guardabarros. La barra antivuelco, por su parte, conservó su sitio original por motivos de seguridad. El interior del Smart Crossblade estaba bien rematado… y preparado: todos los materiales y elementos que formaban parte del habitáculo (asientos, consola central, la radio…) se desarrollaron con materiales parecidos al caucho para que resistieran cualquier inclemencia del tiempo. No olvidemos que hablamos de un coche sin parabrisas y techo.

Smart Crossblade 05

Conducir al aire libre: literalmente

El Smart Crossblade estaba equipado con un pequeño motor de tres cilindros que entregaba una potencia de 71 CV y estaba asociado a una caja de cambios robotizada de seis velocidades: suficiente para mover sus 740 kilos de peso. El coche alcanzaba una velocidad máxima de 135 km/h, pero teniendo en cuenta sus características… dudo que aquellos que compraron las unidades que se fabricaron hayan alcanzado semejantes cotas. Un trayecto a ese ritmo y sin parabrisas no tiene pinta de ser cómodo, agradable y tampoco seguro.

En los planes de Smart figuraba una producción de 2.000 coches, cifra que no alcanzó por muy poco: en cuatro años salieron 1.983 Crossblade de sus líneas de producción. No era fácil vender un modelo con aquel particular diseño y su precio tampoco acompañaba: en su momento costaba 25.000 euros. Demasiado para un vehículo que apostaba por lo sensacional de conducir al aire libre, pero que, al mismo tiempo, te dejaba completamente expuesto a los elementos.

Smart Crossblade 04

Un valioso unicornio

No obstante, los fracasos del pasado no son los del presente: hoy en día el Smart Crossblade es un artículo de colección. Las pocas unidades existentes le han convertido en todo un unicornio que, además, añade valor por los pocos kilómetros que han recorrido la mayoría de ellos.

Por ello, en el mercado de segunda mano es fácil cruzarse con precios superiores a los 15.000 euros… a los que, eso sí, hay que añadir su complicado mantenimiento por el estrecho acceso a la parte mecánica y lo difícil que resulta encontrar piezas. Si dejamos eso a un lado: ¿tiene precio la posibilidad de disfrutar conduciendo en un entorno único de la mano del Smart Crossblade?

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Elena Sanz Bartolomé

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