Hubo una época en el Grupo Volkswagen en la que todo parecía posible. Fue la época en la que «reinaba» Ferdinand Piëch. El implacable ingeniero y ejecutivo alemán era un hombre complicado, pero auspició proyectos tan ambiciosos como el relanzamiento de Bentley, el Bugatti Veyron, o el desarrollo de mecánicas tan avanzadas como los W12. Mecánicas que luego montaría en vehículos premium de alto nivel como el Volkswagen Phaeton, que no dejaba de ser un «Bentley alemán». El reinado de Piëch fue fructífero, pero pudo haber sido aun más ambicioso y rocambolesco.
El Grupo Volkswagen de la primera década de siglo tenía una ambición desmedida, y en una entrevista para The Intercooler, el ingeniero Marcos Marques, actualmente uno de los máximos responsables del desarrollo de e-fuels en Porsche, confirmó la existencia de proyectos disparatados que a punto estuvieron de ver la luz del día. El más rocambolesco de todos ellos posiblemente fue tratar de llevar a producción un Volkswagen Golf con motor V10. No era un proyecto experimental ni una preparación: se evaluó seriamente su fabricación en serie.
Volkswagen Golf
Estamos hablando de un Volkswagen Golf de quinta generación, convertido en una bestia de diez cilindros. Un buque insignia que simbolizaría los intereses de Volkswagen de entrar a competir en la Fórmula 1, que por entonces, estaba animada por motores V10. La marca alemana nunca entró en la disciplina reina del automovilismo, y quizá por ello, nunca llegó a producir un Golf con motor V10. Como es lógico, la complejidad técnica de adaptar un V10 a la plataforma de motor delantero transversal del Volkswagen Golf era tremendamente alta.
No era imposible, y el resultado final posiblemente hubiera sido un vehículo de motor central, similar en filosofía a un Renault Clio V6. El motor V10 de 5,0 litros estrenado por el Lamborghini Gallardo hubiera sido la elección lógica, y su potencia hubiera estado en el entorno de los 500 CV. Hubiera sido increíble vivir en el universo alternativo donde ese Golf llegó a las calles – posiblemente a un precio prohibitivo, y causando grandes pérdidas a la marca. Volkswagen, no obstante, sí llegó a lanzar un Golf de motor central.
Lo desarrolló con el objetivo de impresionar a los asistentes del Wörthersee Festival, y era un Volkswagen Golf GTI con la mecánica W12 biturbo de un Bentley Continental GT, montada tras los asientos delanteros. Tenía 650 CV de potencia, una carrocería ensanchada, y nunca se contempló su eventual producción en serie. Aun así, el coche fue probado por Top Gear, donde su dinámica no recibió un veredicto especialmente bueno. Además de estas estrambóticas variantes del Volkswagen Golf, también estuvo a punto de lanzarse una versión de acceso del Audi R8.
Ese hipotético Audi R8, que nunca llegó a las calles, montaba la mecánica 2.5 TFSI de cinco cilindros y 340 CV que estrenó el Audi RS3 Sportback allá por el año 2009. Este Audi R8 de acceso habría sido más ligero que sus versiones de ocho y diez cilindros, y hubiera tenido una excelente huella acústica. No sabemos los motivos por los que no se validó su producción en serie, aunque posiblemente tuvieran que ver con un análisis coste-beneficio poco favorable. De nuevo, otro coche muy interesante que se quedó en otro universo paralelo.
Por último, Marques también ha hablado de dos Porsche que nunca llegamos a conocer. O mejor dicho, de dos mecánicas con las que Porsche coqueteó, pero nunca decidió producir en serie. Una de ellas era una mecánica bóxer de ocho cilindros, designada para un hipotético sucesor del Porsche 918 Spyder. La mecánica se llegó a producir y se equipó en una mula de pruebas basada en un Porsche Cayman – que posiblemente, aun sigue en el enorme almacén secreto de Porsche. La otra mecánica era un propulsor con cuatro turbos para el Porsche 911.
Este motor hubiera permitido una potencia superior a la del Porsche 911 Turbo S de la generación 991. El motivo por el que no llegó a materializarse, de nuevo, una desfavorable relación entre coste de desarrollo y rentabilidad esperada.