Estos días nos sorprendía el anuncio de la prohibición a los vehículos con motor de combustión interna, a los diésel y la gasolina, empezando por su venta en 2040, y su circulación en 2050. Este aspecto, que aparecería reflejado en el borrador de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, habría logrado que toda la industria del automóvil en España, las marcas aquí presentes, la red de distribución, y los fabricantes afincados en el país, se pongan de acuerdo para rechazar el proyecto y, sobre todo, el punto en que se aboga por la prohibición de los vehículos de combustión interna, a pesar de que los plazos que se manejan son muy parecidos a los ya anunciados en otros países de la Unión Europea. ¿Tiene la industria del automóvil motivos para quejarse?
La industria cree que la prohibición del diésel y la gasolina es excesiva y acelerada
ANFAC calificaba la medida de «excesiva en sus objetivos y acelerada en sus plazos». Aunque la prohibición de la venta de vehículos de combustión interna no comenzaría hasta 2040, y habría que esperar más de veinte años para que entrara en vigor, y quedarían más de treinta años para la prohibición de la circulación, la industria entiende que no podrá renovarse el parque automovilístico sin un plan de achatarramiento radical. Mientras Alemania o Reino Unido han invertido cifras sobre los 1.000 millones de euros, y 1.500 millones de libras, respectivamente, para apoyar la compra de vehículos ecológicos, y mejorar las infraestructuras de carga, España solo ha dedicado 74,5 millones de euros a tal cometido en los últimos cinco años. Probablemente este sea uno de los mejores argumentos de la industria, y de la ciudadanía, que entiende que el camino hacia una movilidad con coches de cero emisiones exige un apoyo económico, especialmente a la vista de los precios de los coches eléctricos presentes en el mercado, frente a aquellos de combustión interna que pretenden eliminarse en dos, o tres décadas.
En ese sentido, la nueva ley también descartaría la introducción de cualquier plan de ayudas a la compra de coches nuevos y el achatarramiento de los coches más antiguos y contaminantes, como sucediera antaño con los planes Prever y PIVE, para destinar las subvenciones únicamente a coches eléctricos.
Uno de los peligros, del cual ya está alertando la industria del automóvil, pasa porque el desconcierto consiga que los clientes dejen de comprar coches y, ante la incertidumbre, alarguen la vida de su antiguo coche. A pesar de que los plazos para la prohibición a la venta y la circulación sean realmente largos, incluso para la vida útil de un automóvil. Y es cierto que en los últimos meses ya hemos visto cómo, la actualidad sobre el diésel, la amenaza de restricciones y prohibiciones, y algunas declaraciones políticas, hacían que las ventas de los coches de gasóleo se desplomaran.
Cómo afectará el fin del diésel y la gasolina a la industria
Por otro lado, el argumento más potente de la industria tiene que ver precisamente con la importancia de las fábricas españolas. España es uno de los principales productores de coches del mundo y la economía del país, y decenas de miles de empleos, se tambalearían si peligraran las fábricas de coches instaladas en España. ANFAC aseguraba que «recientes estudios» cuantifican que la reducción del empleo que conllevaría cumplir una cuota del 25% de vehículos eléctricos, y el 40%, sería del 11% y el 18% respectivamente. También hemos de tener en cuenta la importancia del empleo indirecto. Se estima que por cada puesto de trabajo que se genera en una fabrica de coches en España, se generan cuatro puestos en fábricas de componentes y entre siete y ocho en el sector servicios.
Pero la industria del automóvil en España también ha de afrontar otra realidad. El consumo interno de vehículos, turismos, y comerciales, es crucial para la industria del país. Pero aún lo es más lo que suceda en los países de nuestro entorno. España exporta alrededor del 84% de los coches y comerciales que produce y un 25% de esas exportaciones van destinadas a mercados fuera de la Unión Europea. De manera que el hecho de que se prohiban los vehículos de combustión interna en países como Alemania, Francia, y Reino Unido, los que más coches fabricados en España compran, afectaría tanto a la industria, y probablemente más, como la prohibición en España.