Irv Gordon era un profesor de Long Island (Nueva York, EE.UU.) que necesita un coche fiable y resistente para ir todos los días a trabajar. Recorría unos 200 km diarios entre la ida y la vuelta, y la fiabilidad del Chevrolet Corvair que tenía había resultado ser catastrófica. Se compró un bonito Volvo P1800 en 1967, y sólo se separó de él el día que la muerte tocó a su puerta – el pasado 15 de octubre, más de 50 años después. Irv Gordon es uno de esos héroes sin capa, un verdadero apasionado del automóvil que llegó a recorrer más de cinco millones de kilómetros a bordo de su P1800.
La historia de Irv Gordon y su Volvo P1800 es una historia de devoción por el automóvil, de absoluta fidelidad entre el hombre y la máquina. Una historia que muy pocos han vivido en sus propias carnes, o no han vivido con la misma intensidad. Cuando el Volvo P1800 superó las 250.000 millas recorridas, Gordon se dio cuenta de que prácticamente todos los componentes del coche eran originales. En 1987 aquél Volvo había superado el millón de millas, necesitando poco más que una reconstrucción del motor al superar los 1,1 millones de kilómetros. Reconstrucción que no era estrictamente necesaria, y que hizo de forma preventiva.
Volvo le regaló un precioso 780 Coupé para conmemorar la efeméride del millón de millas, que usó como coche familiar durante unos años y vendió con más de 700.000 km. Pero nunca se desprendió de su P1800, que usaba para recorrer todo Estados Unidos con su ex mujer, o en solitario. En las muchas entrevistas que Irv Gordon ha ofrecido a los medios de comunicación a lo largo de su vida siempre ha habido una constante: la devoción por la carretera y su coche. Gordon conocía cada diner, cada bar de carretera de Estados Unidos. Su pasatiempo favorito era atravesar Estados Unidos de costa a costa.
Conducir era lo único que le hacía feliz, solía decir. El mantenimiento de su coche siempre fue exhaustivo, y a su increíble durabilidad ha contribuido el uso de un manual de taller de la propia marca, así como un equipo de mecánicos de confianza en su concesionario habitual. Gordon cambiaba el aceite del coche por sí mismo, así como sus pastillas de freno. Conducía con suavidad, a velocidades modestas, buscando la preservación de la mecánica carburada del coche. Aunque el coche ha tenido varias averías por desgaste, nunca se ha oxidado hasta la médula y nunca le ha fallado de forma catastrófica.
Cuando el coche superó los dos millones de millas (3,2 millones de kilómetros) en 2002, Volvo le regaló un C70. En 2009 el motor del P1800 fue reconstruido de nuevo, pues el desgaste le había hecho perder compresión. Gordon se mantuvo fiel a su clásico y en 2013, con pleno patrocinio de Volvo, rompió la barrera de los 3 millones de millas conduciendo en una preciosa carretera de Alaska – tras superar la cifra, Volvo le regaló otro coche, un XC60 del paquete. Aunque los médicos le habían recomendado un poco de relax debido a su frágil salud, Irv continuó conduciendo sin cesar, aunque con algo más de calma.
Solía decir que conducir era lo único que le hacía seguir vivo, y bromeaba con que posiblemente moriría al volante. Su familia lo entendió, y nunca quiso separarle de su amado coupé sueco. El pasado 15 de octubre, la hija de Gordon anunciaba en Facebook que su padre había fallecido. El odómetro de su Volvo P1800 se ha parado con 3.260.257 millas, la friolera de 5,25 millones de kilómetros. El bloque motor aún era el original, así como muchos otros componentes mecánicos. Es muy posible que nadie pueda superar el compromiso de Gordon con su pequeño Volvo, el verdadero amor de su vida.