Seguimos a vueltas con los límites de velocidad. Desde hace años, el debate sobre el aumento de los límites de velocidad en autovías y autopistas ha estado en el aire. Los defensores de esta medida, que a priori parece razonable, y que nos aproximaría a los estándares que nos encontramos en las carreteras de Europa, y de los países de nuestro entorno, recuerdan que los límites de velocidad actuales se remontan a las crisis energéticas, y al aumento de la preocupación de la seguridad vial, que se produjo allá por los años setenta y comienzos de los ochenta. Desde entonces, como ya sabéis, la tecnología, eficiencia, y seguridad, de los coches ha mejorado significativamente. Lo suficiente como para que un coche moderno sea muchísimo más eficiente y seguro que los coches de antaño a velocidades muy superiores a los 120 km/h que se impusieron como límite máximo general. Dicho lo cual, ¿por qué seguimos sin el prometido aumento a 130 km/h en autovías y autopistas?
En la anterior legislatura ya se había previsto la posibilidad de elevar los límites de velocidad a 130 km/h. Entonces se tomó la decisión de realizar estos cambios en unas condiciones muy concretas. Los límites de velocidad de 130 km/h serían variables y excepcionales, estarían notificados mediante paneles luminosos, reservándose la posibilidad de ser reducidos a 120 km/h en cualquier momento. Imaginamos que la idea original pasaba por reducir el límite a 120 km/h, o incluso velocidades inferiores, en condiciones de alto flujo de tráfico, o en condiciones meteorológicas adversas. Este es el modelo empleado, por ejemplo, por los tramos sin límite de velocidad de las Autobahn alemanas.
Estos cambios estaban reflejados en el Proyecto de Real Decreto de modificación del Reglamento General de Circulación de noviembre de 2014.
En verano dimitía María Seguí, la que durante años fuera directora general de la DGT, tras destaparse un posible fraude en el concurso público para la asignación de cursos de recuperación de puntos. Su sucesor, Gregorio Serrano, se encontrará con muchos cabos sueltos que aún están pendientes de su resolución. Y el de elevar los límites de velocidad a 130 km/h no será el más importante.
Una de las grandes preocupaciones de la DGT será sin duda el leve repunte de los fallecidos en carretera. Una situación que hasta cierto punto podría haberse previsto, a tenor de que el descenso pronunciado que durante años se había producido por fortuna en la siniestralidad en carretera necesariamente habría de atenuarse por factores que van desde el aumento del tráfico, que ha conllevado la mejora de la situación económica, o la falta de inversión en mantenimiento y mejora de la infraestructura que venimos denunciando desde hace años. Con esta situación, y con los grandes interrogantes que aún no se han resuelto acerca de lo que supondría la medida, desde su coste, hasta su repercusión en la seguridad, no parece que elevar los límites de velocidad a 130 km/h vaya a ser una de las prioridades del nuevo Gobierno.
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