¿Acabarán siendo los SUV el nuevo enemigo público, como ya está sucediendo con el diésel? Sinceramente, no lo creo. En cualquier caso, las críticas hacia esa suerte de vehículos con estética todocamino, pero enfoque urbano y de carretera, son cada vez mayores. Recientemente veíamos como Transport & Environment proporcionaba datos en los que concedía una mayor responsabilidad del incremento de emisiones medias de CO2 que viene experimentando la industria del automóvil a los SUV que al descenso de las ventas de diésel. También hemos visto cómo hay quien busca culpables. Ahora bien, eso solo nos lleva a un dilema aristotélico. ¿Qué surgió primero, la moda de los SUV propiciada por los fabricantes, o la necesidad del cliente de tener un SUV?
Los SUV en el punto de mira
Transport & Environment era tajante cuando cuantificaba la responsabilidad de los SUV en el incremento de emisiones de CO2. En un momento en que la industria persigue la reducción de emisiones de CO2 y, lo que es aún más importante, objetivos de obligado cumplimiento, ante el riesgo de ser penalizados con sanciones realmente cuantiosas, las emisiones medias se están incrementando. Transport & Environment cuantificó la responsabilidad del incremento de emisiones de los SUV, entre 2013 y 2018, en 2,6 g/km de CO2.
La caída de ventas de los diésel habría supuesto un incremento de 0,25 g/km.
En pleno Salón de Frankfurt, el alcalde de la ciudad anfitriona, la quinta más poblada de Alemania, criticaba la labor de los fabricantes desarrollando y propiciando la moda de los SUV. Transport & Environment también apuntaba en esa línea, en la actitud de los fabricantes, que buscando productos asociados a buenos márgenes de beneficio, han creado una moda que, en última instancia, será un problema. En una de sus últimas publicaciones criticaban «la estrategia de los fabricantes para promover las ventas de SUVs poco eficientes, con emisiones demasiado altas».
¿Por qué surgió la moda de los SUV?
Pero eso necesariamente ha de llevarnos a un dilema. ¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿Fueron los fabricantes los que crearon una necesidad que no existía, la moda de los SUV, o sencillamente respondieron a una necesidad que ya existía en el cliente?
Indudablemente los fabricantes han puesto toda la carne en el asador para potenciar su gama SUV. Se han preocupado por cubrir todos los segmentos, y necesidades, posibles, e incluso nichos muy limitados en cuanto a volumen. ¿Pero de verdad son los únicos culpables de esta moda?
Al reflexionar acerca del tema de las emisiones derivadas de los SUV, y de la caída de las ventas de los diésel, me permitía apuntar también al papel que ha jugado el comprador, que se ha dejado seducir por los SUV, y no por propuestas más racionales. Y aunque no fuera esa mi intención, incurría necesariamente en los errores que habitualmente se cometen desde muchos ámbitos al analizar la moda de los SUV. El primero, menospreciar el criterio del comprador, al entender que el fabricante ha conseguido embaucar a sus clientes para que adquieran un producto que no necesitan. El segundo, olvidar hasta qué punto los SUV están cubriendo las necesidades de sus compradores. Por el camino es probable que nos estemos olvidando de que mucho antes de que productos como el Nissan Qashqai dominasen las listas de los más vendidos muchos todoterreno ya estaban utilizándose por clientes que, probablemente, jamás mancharon de barro los bajos de su vehículo.
En este medio hemos sido tan críticos, hablando de las desventajas de los SUV, y de la importancia de tener en consideración todos los factores a la hora de adquirir un coche, como objetivos reconociendo sus ventajas. Y en este punto también he de agradecer los emails que estos días me han llegado de muchos lectores, contándome su experiencia, y recordándome por qué compraron un SUV, y por qué muy probablemente su próximo coche será un SUV.
Aunque antaño los monovolúmenes ya habían cubierto con algunas de estas necesidades, los SUV han conseguido conquistar a muchos clientes por algo más que una moda. Son prácticos, y espaciosos, suelen tener un buen maletero que, por su altura, también es bastante accesible. Resultan muy cómodos para los pasajeros, y para muchos conductores que prefieren conducir controlando la carretera desde cierta altura, y que también defienden la comodidad de acceder a un habitáculo de cierta altura y acomodarse en un asiento elevado. Y esto último resulta especialmente útil para pasajeros y conductores con algún problema de movilidad, o cierta edad, así como para padres con niños pequeños, que encuentran más cómodo el SUV para ajustar a sus hijos en su sillita. Desde el punto de vista práctico, está claro que los SUV, con sus inconvenientes, también tienen muchos argumentos objetivos a su favor. Y, por qué no decirlo, resultan atractivos visualmente. Tampoco podemos olvidarnos de esto último al valorar su éxito.
Lo que está claro es que las generalizaciones son siempre injustas. Ni podemos culpar única y exclusivamente a los fabricantes de haber creado un producto exitoso, ni al cliente de la supuesta irracionalidad de sus compras.
Como decíamos al principio, nos cuesta imaginar que los SUV vayan a sufrir el ataque que han vivido los diésel en los últimos años y que recordemos comenzó tras destaparse un escándalo, una manipulación en los procesos de homologación de emisiones. Lo que sí está claro es que esta, lejos de ser una moda pasajera, es una tendencia que seguirá creciendo en los próximos años. Basta un dato: en 2009 los SUV apenas suponían un 7% de las ventas en Europa, en 2018 ya habían alcanzado una cuota del 36%, uno de cada tres coches vendidos. En 2021 se espera que los SUV supongan un 40% de las ventas.