El invierno está a la vuelta de la esquina, y durante estas semanas, en gran parte del país ha estado lloviendo de forma importante. La lluvia también ha venido acompañada de nevadas en algunos puntos de España, aun ligeras, y también de nieblas mas o menos persistentes. Son condiciones desafiantes para la fluidez de la circulación y nos exigen más como conductores, pudiendo poner en jaque nuestra seguridad. Y en mis viajes he llegado a la conclusión de que no sabemos usar este elemento con mal tiempo, y esto nos va a costar mas un disgusto.
Cuando hay mal tiempo, tenemos varios recursos a nuestra disposición. Ver y ser vistos es el principal objetivo, y es por ello que es recomendable e incluso obligatorio el uso de la iluminación de cruce de nuestro vehículo. No obstante, cuando hace acto de presencia la niebla es donde la situación se complica. Algunos coches no tienen faros antiniebla delanteros, pero todos cuentan con un antiniebla trasero. Esta luz trasera es obligatoria, y de hecho, su ausencia o mal funcionamiento tiene como resultado una ITV desfavorable.
Pero no hemos venido a hablar del mal estado de esta luz ni de la ITV, hemos venido a hablar del mal uso generalizado del antiniebla trasero. Resulta realmente frustrante ver cómo apenas una pequeña fracción de los conductores sabe usar el sistema correctamente. La normativa en vigor explicita que los antiniebla traseros solo pueden usarse en condiciones de visibilidad «extremadamente desfavorables», citando como ejemplos «niebla muy espesa, lluvia muy intensa, fuerte nevada o nubes densas de polvo o humo».
Más allá de la normativa, la DGT ha aclarado que la niebla muy espesa es aquella que nos impide ver a cuatro coches de distancia – es decir, una visibilidad inferior a los 25 metros. La teoría está muy clara, pero a la hora de la práctica llegan los problemas. Resulta demasiado común ver cómo muchos conductores, ante el primer atisbo de niebla ligera, encienden todas las luces antiniebla de su coche. Este comportamiento es incorrecto, y perjudica, más que beneficia, al resto de conductores que comparten carretera con ellos.
Los antiniebla traseros son muy brillantes, ya que están diseñados para funcionar adecuadamente en condiciones de baja visibilidad extrema. Cuando la falta de visibilidad es ligera, o es inexistente – hay quien los conecta habiendo cientos de metros de visibilidad – lo único que está logrando es deslumbrar al resto de conductores. La regulación de los antiniebla es activa, es decir, debe ser constantemente monitorizada por el conductor, y depende de las condiciones de la carretera. No vale eso de encenderlos, y olvidarnos de ellos.
Si la niebla deja de ser extremadamente espesa, y pasa a ser ligera, debemos desconectarlos. Si circulamos en caravana o tenemos vehículos a corta distancia, debemos desconectarla. Y sobre todo, cuando ha desaparecido la niebla espesa o la lluvia torrencial, debemos desconectarlos. Estoy cansado de ver vehículos que han pasado por zonas de niebla hace decenas de kilómetros continuar con los antiniebla traseros conectados. Las ráfagas de luces largas o el aviso naranja en su instrumentación no parecen hacerles caer en su error.
Este es un excelente momento para recordar que el mal uso de los dispositivos de iluminación del coche acarrea una sanción grave de 200 euros, aunque sin pérdida de puntos del carnet de conducir. Recuerda: no estás solo en la carretera. Sé un conductor cívico.