Hace unos días os hablábamos de cómo la cúpula de McLaren, tras un Gran Premio de Italia de 1988 en el que Ferrari les arrebató la única victoria no conseguida por Ayrton Senna, ni Alain Prost, aquella temporada, decidió crear el mejor deportivo de la historia. Y os mostrábamos como el McLaren F1 consiguió su record de velocidad y se convirtió en el deportivo más rápido sobre la faz de la tierra. Una historia, la del McLaren F1, que viene muy a cuento justo en la semana que conocíamos que McLaren y BMW estarán unidos de nuevo, para colaborar en el desarrollo de motores. Una alianza entre BMW y los de Woking que en el pasado, hace justo 25 años, nos dejó el mejor deportivo de la historia, un McLaren F1 cuyo motor fue desarrollado por BMW.
Recuperando aquella historia sobre cómo nació el McLaren F1, y cómo decidió McLaren embarcarse en un proyecto tan ambicioso tras aquella carrera de 1988, sorprende cómo los de Woking acabaron confiando en BMW. Lo natural en aquellos años, en los que McLaren competía en la Fórmula 1 con motores Honda, era que el McLaren F1 hubiera empleado un motor originario de sus socios japoneses.
Dicen que Gordon Murray, el artífice de esta joya, que consiguió convencer a Ron Dennis y compañía del desarrollo del McLaren F1 dibujando un boceto en un trozo de papel en un aeropuerto italiano, siempre quiso que el motor de su deportivo fuera Honda. Murray visitó el centro de desarrollo de Honda en Japón junto con Ayrton Senna, y como el brasileño, tuvo ocasión de probar el Honda NSX. Y aunque Gordon Murray ya había concebido su máquina como un coche mucho más rápido y potente, quedó prendado de la dinámica del deportivo japonés.
Murray intentó convencer a Honda de que construyeran un motor de diez o doce cilindros para lo que años más tarde conoceríamos como McLaren F1. Pero no lo consiguió. Fue entonces cuando McLaren se interesó por el trabajo de BMW M, la sección deportiva de BMW, que estaba trabajando en una serie de motores – nacidos esencialmente como la combinación de dos bloques de sus famosos seis en línea – que se estrenarían en el BMW 750i de 1987. Y de esta forma BMW aceptaría el encargo con un motor que llegaría, incluso, a ser el corazón de deportivos de resistencia durante muchos años, más allá de la entrada en el siglo XXI. En cualquier caso, y más allá de mitos más o menos extendidos, aquel motor no era originario de la Fórmula 1.
Paul Rosche, al mando de BMW M, preparó un motor que, aunque derivado del V12 primigenio del Serie 7, contaba con cuatro válvulas por cilindro, nuevas culatas, distribución variable y mucha tecnología para un V12 de 6.1 litros que llegaría cerca de los 630 CV de potencia… sin turbo. Y es que Gordon Murray no era partidario de la complejidad que añadía la sobrealimentación y, sobre todo, buscaba un motor fiable y sencillo de dominar, con un desarrollo muy lineal que de otra forma con un turbo jamás hubiera podido conseguir.
Tal era el rendimiento de aquel motor, digno de un deportivo de carreras, que McLaren tuvo que cubrir el vano del motor con el mejor y más exótico material reflectante que se les ocurrió, una capa de oro puro.
Con este motor, y por supuesto un despliegue tecnológico sin precedentes, el McLaren F1 conseguiría convertirse en el deportivo más rápido de producción del momento y en uno de los mejores deportivos – probablemente el mejor – jamás creados. Tiene mucho mérito que el McLaren F1 siga siendo, 25 años más tarde, un superdeportivo que por sus prestaciones no desentonaría demasiado en el panorama actual. Es más, aún sigue siendo el deportivo de producción de motor atmosférico más rápido jamás creado.
De manera que, con estos precedentes, estaréis conmigo en que la noticia de que McLaren y BMW vuelvan a participar en un desarrollo conjunto hace que nos impacientemos por conocer de qué se trata. Sobre todo si – de lo poco que sabemos – podemos contaros que el desarrollo que preparan McLaren y BMW está relacionado con motores y que, en sus propias palabras, desarrollarán una nueva tecnología de combustión que ofrecerá un rendimiento que de otra forma sería imposible de alcanzar.
Promete, ¿no crees?
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