En la historia del motor hay capítulos que son, cuanto menos, desastrosos por diferentes motivos. Este comienza con el director de una multinacional holandesa que quería un nuevo vehículo con el que sustituir a su ‘daily’: un Rolls-Royce. ¿Qué podía hacer? Echar un vistazo al mercado, pero no se quedó ahí: miró, compró… y se pasó personalizando. El resultado fue el Mercedes 300 SEL 6.3 Pininfarina.
En aquel momento, Mercedes acababa de lanzar el 300 SEL 6.3: un modelo que ofrecía lo último en lujoso a alta velocidad. El Mercedes 300 SEL 6.3 tenía bajo su carrocería un V8 de 6.3 litros (el mismo que sirvió de base para el Mercedes 300 SEL 6.8 AMG conocido, también, como Red Pig) que desarrollaba 250 CV de potencia y tenía un par máximo de 500 Nm: con estas prestaciones, alcanzaba una velocidad máxima de 220 km/h.
De Alemania a Italia
El directivo quedó impresionado, pero quería algo un poco más exclusivo que aquella majestuosa berlina de cuatro puertas. Según cuenta la historia, se puso en contacto con Mercedes para proponerles crear un GT de dos puertas basado en el Mercedes 300 SEL 6.3: obtuvo un “no” por respuesta y decidió hacer la misma petición a una famosa casa de diseño italiana. Pininfarina recibió al directivo, a su Mercedes (y a su cartera) con los brazos abiertos.
Aquel había logrado junta al mejor diseñador con uno de los mejores coches del momento. No era la primera vez que ambos nombres se unían. Seis años antes, cuando lanzaron el Mercedes 250 SL (W113) ‘Pagoda’, Sergio Pininfarina llamó a los alemanes para preguntar si podía crear una variante coupé con su propio diseño.
Le dieron luz verde con la condición de que conservara las proporciones y la imagen reconocible de la marca: así nació el Mercedes 230 SL Pininfarina Coupé. Cuando se presentó en los Salones de París y Turín de 1964, fue todo un éxito. A pesar de ello, la marca de Stuttgart decidió mantenerlo como un ejemplar único.
¿Qué podía salir mal?
Volviendo a finales de los sesenta y al Mercedes 300 SEL 6.3 Pininfarina, ¿el resultado fue el mismo? No. Podríamos pensar que unir al mejor diseñador con uno de los mejores coches del momento sería sinónimo de éxito asegurado: no en este caso.
Pininfarina mantuvo las medidas del chasis principal, así que dieron vida a un modelo de dos puertas que medía cinco metros de largo y tenía una distancia entre ejes de 2,850 metros. Aquellas proporciones necesitaban grandes paneles y los diseñadores tenían, ante sí, un vehículo con mucho espacio para cubrir: las láminas de metal fueron completamente personalizadas. El diseño, sobre todo el del frontal, presentaba algunas similitudes con el Mercedes Pagoda: la parrilla, los grupos ópticos, la parte inferior…
El Mercedes 300 SEL 6.3 Pininfarina, eso sí, sirvió como musa a otros proyectos de Pininfarina como el Rolls Royce Camargue de 1975 o el Ferrari Pinin de 1980. Incluso hay indicios del Fiat 130 Coupé o el Lancia Gamma Coupé. Todos ellos icónicos y, en última instancia, más pulidos.
A la venta (otra vez)
Y es que al directivo holandés no le convenció el trabajo de la casa italiana: al parecer, estaba decepcionado porque, desde su punto de vista, el coche no era tan elegante como en los bocetos originales. Dejando esto a un lado, aquel vehículo funcionaba como se esperaba del mejor Mercedes del momento, ¿verdad? Una vez más, no del todo.
El interior del Mercedes 300 SEL 6.3 Pininfarina era un cúmulo de lujo y confort, pero, tras los retoques de Pininfarina, la berlina se había convertido en un coupé. O lo que es lo mismo: el acceso a las plazas traseras era más complicado y las ventanillas eran fijas para desesperación de la familia del dueño. Según él, además, los italianos habían montado mal el sistema de ventilación Behr así que parte de los gases de escape iban directos al habitáculo provocando malestar a sus ocupantes.
A pesar de ello, aquel holandés condujo el Mercedes 300 SEL 6.3 Pininfarina: supongo que el precio de compra 400.000 florines holandeses (que, en la actualidad, equivaldrían a 900.000 euros) fueron todo un estímulo para él… aunque no duró mucho porque, hoy en día, en su odómetro hay algo menos de 72.000 kilómetros. Y es que después de su primer dueño, ha tenido otros dos más: el último de ellos lo vende por 999.999 euros. ¿Algún postor?
Imágenes:Ibalo