Cuando se nos habla del primer coche a motor del mundo, muchos pensamos en Mercedes. Pero la marca no es legendaria solo por eso, sino porque a lo largo de la historia ha sido protagonista de un hito tras otro en el mundo del motor. Uno de esos momentos clave fue la llegada de un coche que hoy sigue en los libros de historia por el descomunal motor con el que contaba, de nada menos que de 21 litros, ¡con solo cuatro cilindros!
Una bestia con motor de 21 litros, que consumía 40 l/100 km
Imagina vivir en los años 1910, cuando los coches eran poco más que simples carruajes motorizados. Ahora, visualiza un coche que desafía todas las expectativas con un motor de 21 litros y cuatro cilindros. Es lo mismo que podía ver un magnate que quisiera hacerse con uno de los coches más avanzados de la época: un Mercedes-Benz 82/200. Y efectivamente era inmenso. Dicho motor era una adaptación de uno de los motores utilizado en dirigibles, lo que significa que fue el resultado de dejar que algún petrolhead llevara a cabo alguna loca idea.
Este monstruoso corazón mecánico generaba una potencia de 200 caballos, una cifra que incluso hoy en día se considera de alta potencia. Esta bestia estaba destinada a revolucionar todo lo que se conocía sobre velocidad y rendimiento en su tiempo. Era algo así como un Bugatti Chiron de la época. Claro está, también consumía muchísimo: 40 litros/100 km.
Velocidad superior: más rápido que aviones y trenes
En una época en la que alcanzar los 50 km/h era toda una hazaña, el Mercedes-Benz 82/200 podía acelerar hasta los 170 km/h. Esto hacía que no solo pudiera estar entre los coches más rápidos del mundo, sino que incluso superaba en velocidad a aviones y trenes. Literalmente era la forma de ir más rápido en la tierra.
Esta velocidad vertiginosa no solo lo hacía el rey de las carreteras, sino también un pionero que demostraba que los automóviles podían superar a otros medios de transporte considerados más avanzados. Cada vez que este coche rugía, dejaba una estela de asombro y admiración.
A esta velocidad tenemos que sumar el hecho de que no se contaban con las carreteras y el firme actuales, ni con los sistemas de seguridad que tenemos en los vehículos, lo que hacía que el peligro de alcanzar estas velocidades fuera máximo.
Una versión especial de este vehículo denominada Blitzen-Benz con optimizaciones aerodinámicas llegó a alcanzar los 228,1 km/h, siendo el vehículo más rápido del planeta en el 1911.
Un motor gigante, en un Mercedes-Benz 82/200 más ligero de lo que parece
Aunque su motor era colosal, el 82/200 estaba diseñado con una sofisticación increíble. Mercedes-Benz optó por una carrocería de aluminio. La ligereza del aluminio le permitía conseguir un peso bastante reducido. De hecho, el peso de aquel Mercedes-Benz 82/200 sería ligero incluso hoy en día.
Teniendo en cuenta que un BMW M5 puede llegar a los 2.500 kg de peso, los poco más de 1.200 kg que pesaba este Mercedes-Benz eran toda una locura, y más contando con un motor inmenso de 21 litros.
Aunque para la época el desarrollo de la aerodinámica y la eficiencia no era algo común en la industria, este coche sí había sido desarrollado teniendo en mente obtener un alto rendimiento.
No, no eran frenos de disco
Por supuesto, un coche capaz de alcanzar los 170 km/h debía contar con frenos adecuados. Y no, no eran frenos de disco cerámicos de gran diámetro. Aunque sí contaba con un sistema que era innovador y diferente.
En lugar de actuar directamente sobre las ruedas, los frenos operaban en el eje de entrada de la transmisión. De esta forma se conseguía un control más preciso y efectivo de la velocidad que con los frenos convencionales que se utilizaban en los vehículos de la época.
Además, la potencia del motor se transmitía a las ruedas traseras mediante un sistema de cadena, una elección que garantizaba una transmisión de potencia robusta y fiable, característica de los vehículos de alto rendimiento en las primeras décadas del siglo pasado.
Un lujo que pocos podían pagar
El Mercedes-Benz 82/200 no era solo una máquina de velocidad, sino también un símbolo de exclusividad. Su precio de 36.000 marcos alemanes podría no parecer demasiado, sobre todo si lo comparamos con su cifra equivalente en dólares de la época. Se quedaba en algo menos de 9.000 dólares.
Sin embargo, era una suma astronómica para la época. Ajustado por la inflación, este coche costaría hoy cerca de 267.000 dólares, subrayando su estatus como un verdadero icono de lujo y rendimiento. Lo convertía en una posesión exclusiva, destinada solo a los más ricos que podían permitirse el vehículo como un capricho de alta velocidad.
Hoy en día es posible encontrarlo en el Mercedes-Benz Museum en Sttutgart en su versión Blitzen-Benz. Es extremadamente raro verlo en cualquier lugar, pues hay muy pocas unidades repartidas por el planeta. Con suerte, podrás verlo en algún evento especial de coches anteriores a la Primera Guerra Mundial, aunque es un coche muy exclusivo.