Hace poco tuve la oportunidad de conducir durante unos días un Mercedes-AMG GLC 63 S E Performance Coupé, una variante de carrocería de la versión más prestacional del SUV mediano de la firma alemana. Tras más de un lustro probando coches, esta mole de 680 CV me ha resultado especialmente extraña y sin sentido por su propuesta, pero todavía tendría una razón para adquirirla si tuviese los más de 140.000 € que vale.
Mercedes-AMG GLC 63 S E Performance Coupé, una curiosa mezcolanza de conceptos
El GLC más radical de la actual generación del modelo es un todocamino deportivo, lo cual ya no es muy razonable, pero acostumbrado a tratar con esa clase de automóviles (que por otra parte son bastante polivalentes) esta es la menor de las críticas que se le pueden hacer. Se trata, con poco margen para la réplica o el debate, del AMG menos AMG de todos los tiempos y tengo una decena de motivos. Los explico a continuación:
- A diferencia del GLC 63 S de 2016, no lleva instalado un motor V8 de gasolina sino uno de 4 cilindros y 2 litros como el que se equipa en los AMG más compactos. Eso sí, es el propulsor de su clase más potente del mundo entre los coches de serie, pero evidentemente ni se comporta igual ni transmite lo mismo a los mandos que una máquina con el doble de «pucheros» que también estaría turboalimentada.
- De los 680 CV que entrega esta bestia, 476 CV son térmicos y 204 son eléctricos, pues viene con un motor auxiliar en el eje trasero. Y es que hablo de un vehículo que es híbrido enchufable. Sin embargo, pone la electrificación al servicio de las prestaciones mediante una especie de KERS, no de la ecología: sólo homologa 12 km sin emisiones (no más de 6 reales) obteniendo la etiqueta ECO en vez de la 0.
- A pesar de contar con proporciones de SUV y tracción integral, ni sus cotas ni sus protecciones son aptas para circular con garantías de no romper nada fuera del asfalto. Con una distancia al suelo reducida a fin de mejorar la dinámica, una batalla de casi 2,9 m y unos neumáticos de perfil bajo, se anulan las ventajas propias de un todocamino, sin dejar de tener los inconvenientes inherentes a su volumen y peso.
- Mercedes-AMG denomina Coupé a una carrocería con una mayor caída del techo hacia la parte posterior desde el pilar B que en la convencional, pero sigue siendo un SUV con 5 puertas que nada tiene que ver con el término que casi cualquier persona entiende por «coupé». Esto, sin dejar de ser habitual en el sector, supone otro sinsentido más para el GLC 63 S E Performance de 2024. Pero hay mucho más.
- Con una longitud total de prácticamente 4,8 m, sería lógico que un lector (o cliente potencial) pensase que se trata de un vehículo familiar. No obstante, su maletero declara 390 l de capacidad (35 menos que un GLA) y sus plazas traseras son más pequeñas (bajas y cortas, que no anchas) que en su inmensa mayoría de rivales. El margen de optimización del espacio en la cabina es sorprendentemente elevado.
- Un aficionado o interesado también podría creer que un SUV de este segmento y con estas características proporcionará un nivel de lujo soberbio en el que, por supuesto, las calidades constructivas serán altas. La realidad es que sus acabados, especialmente por ajuste y no tanto por materiales, son mediocres o al menos no aspiran a la excelencia que merece un coche tan grande, caro, rápido e imponente.
- Los germanos han hecho un gran trabajo con la puesta a punto del chasis del GLC 63 S E Performance, pero su masa es salvaje y todavía no han inventado una forma para que las leyes de la física no actúen sobre la dinámica. Pese a comportarse de una forma que camufla bien su sobrepeso, 2.310 kg en orden de marcha son una barbaridad para un automóvil de corte deportivo. Aun así, menos que el nuevo M5.
- Las inercias anteriores, disimuladas con elementos de suspensión y neumáticos sobredimensionados, podrían compensarse con un sonido embriagador, pero lo cierto es que lo que se recibe es un ruido artificial emitido en una gran proporción mediante altavoces, interiores y exteriores, que disminuyen la sensación de pureza al volante. Da la impresión de que se conduce un simulador y no un deportivo real.
- Si lo que pretende AMG es ofrecer alto rendimiento con bajas emisiones (versus un V8) mediante un PHEV con 4 cilindros, sólo lo consigue al 50%. Con una aceleración de 0 a 100 en 3,5 s y una velocidad punta de 275 km/h, emociones sobran al pisar el acelerador, pero con un consumo verdadero de 13-14 l/100 km (la homologación WLTP sólo señala 7,5), la expulsión de CO2 supera muy fácilmente los 300 g/km.
- El último absurdo del GLC 63 S E Performance Coupé es su precio, disparatado para la categoría en la que compite. Los teutones piden por él un mínimo de 140.050 € y un máximo cercano a los 200.000 € sin dejar de ser un SUV de tamaño moderado. Cifras así sólo se pueden justificar con base en la potencia disponible y la tecnología embarcada que, he de reconocer, es abundante y ha requerido mucho desarrollo.
Mi único punto a favor (no exento de matiz)
Mercedes-Benz Mercedes GLC Coupé
Pese a todo lo anterior, que más que contras o desventajas considero incongruencias a la hora de crear un coche, existe una razón por la que compraría este sucedáneo de AMG si tuviese en mi cuenta corriente el dinero que vale: sigue siendo un coche muy elegante, provocador y técnicamente avanzado, hasta el punto de contar con lo mejor en materias como el multimedia o la seguridad activa. Es una auténtica nave espacial.
Levantarme cada mañana, bajar al garaje y contemplarlo me agradaría, por no hablar de una conducción que resulta confortable cuando no se exprimen sus casi 700 CV (a pesar de unos respaldos excesivamente duros en los asientos de tipo semibucket que lleva incorporados delante). También está bien saber que se puede humillar con rabia incluso a un superdeportivo en autovía, pero claro, con los puntos del carnet en juego.