Para la mayoría de nosotros, conducir forma parte de nuestra vida cotidiana sin mayores dificultades que las de saber coordinar los pedales, la palanca de cambios y dirigir un volante (además de permanecer atento a la circulación). Sin embargo, para una persona invidente conducir puede suponer una barrera infranqueable. Es el caso de Bart Hickey, un invidente cuyo amor por los coches le llevó a hacerse mecánico, a pesar de los impedimentos para conseguirlo. Lo que nunca había podido hacer es conducir, hasta que un Mercedes-AMG GT R y su hijo se pusieron por medio…
Esta es realmente una historia de amor: de amor por los coches y de amor de un hijo por su padre. Bart Hickey ha podido durante años tocar los coches, adivinar sus formas acariciando la carrocería; oler la gasolina y escuchar el rugido de los motores al acelerar. Sin embargo, el hecho de ser ciego de nacimiento le ha privado de conducir toda su vida.
Como -evidentemente- nunca podría hacerlo por la vía pública, su hijo involucró a Mercedes para ir con uno de sus coches al Lago Alvord. En esa enorme superficie desértica, cerrada al público, sin peligros alrededor y sin límites de velocidad, Hickey Senior conduciría un coche por primera vez, y no uno cualquiera: ni más ni menos que el Mercedes-AMG GT R de 585 caballos.
Con la cautela propia de quien se enfrenta a lo desconocido, el señor Hickey se sube al deportivo de AMG palpando su volante de Alcantara, las levas para cambiar de marcha tras el aro… Y echa a andar, a ritmo tranquilo, poco a poco, para acabar alcanzando los 200 km/h en una experiencia que seguramente recordará para siempre.
Un vídeo que emociona y que, si te apasionan los coches, al verlo te hará volver a pensar en lo que nos pueden llegar a transmitir estos cacharros; en lo bonito que es que nos gusten los coches.