Esta es una historia que no mucha gente conoce. Los frenos carbonocerámicos son una tecnología derivada del mundo de la aviación, que comenzó a aplicarse en competición a principios de los años ochenta, estandarizándose en la Fórmula 1 desde entonces. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta el año 2000 para conocer al primer coche de calle que los equipaba de serie. Y al contrario de lo que muchos pudieran pensar, no fue un Porsche 911 GT3 ni un Ferrari 360 Módena el que los montaba: era un lujoso Mercedes CL 55 AMG, muy exclusivo y de tirada limitada.
Existe cierta polémica al respecto. En muchos lugares se puede leer que el Porsche 911 GT2, en 2001, fue el primer coche en ofrecer frenos carbonocerámicos en su equipamiento opcional. Sin embargo, fue el Mercedes CL 55 AMG F1 Limited Edition el primer coche en equiparlos de serie, un año antes. A finales de los noventa y principios de los «dosmiles» Mercedes era una marca volcada en la Fórmula 1. Los de Stuttgart ya suministraban los Safety Cars, y en la temporada 99/2000, era el entonces nuevo Mercedes CL el coche que tenía este mediático honor.
El «Mercedes Clase S Coupé» de la época tenía en su versión CL 55 AMG su tope de gama. Por aquél entonces, y antes de la llegada del compresor, su motor era un musculoso 5.5 V8 atmosférico, capaz de desarrollar 360 CV de potencia. Puede que su potencia específica no fuera muy alta, pero tenía un par motor monstruoso: 530 Nm, disponibles al completo a solo 3.150 rpm. Asociado a un cambio automático de cinco relaciones y convertidor de par, este motor empujaba sin esfuerzo y con enorme contundencia. La sensación era la de un motor tan elástico como inagotable.
En verdad, ese era el carácter de los AMG de antaño: contundencia, elegancia y un carácter fundamentalmente rutero. Para celebrar que el Mercedes CL 55 AMG era el Safety Car de la Fórmula 1, Mercedes decidió producir una edición limitada del lujoso coupé. Su producción se limitó a 55 unidades y se le confirió el apellido «F1 Limited Edition». Sus diferencias con respecto a otros Mercedes CL 55 AMG no eran visibles, ya que en apariencia solo unos discretos emblemas lo distinguían. Los más observadores podían advertir algo diferente bajo sus características llantas.
Sus discos de freno eran carbonocerámicos, una tecnología hasta entonces nunca aplicada en un coche de calle. Abrazados por unas pinzas de ocho pistones suministradas por Brembo, el enorme coupé deportivo era capaz de desarrollar 2.000 CV en potencia de frenado, acortando su distancia de frenado de forma muy considerable. Además, estos discos de freno eran un 60% más ligeros que los discos de acero, reduciendo la masa no suspendida del vehículo. El sistema de ABS y su ESP estaban recalibrados para este novedoso sistema de frenado.
La suspensión neumática ABC (Air Body Control) también tenía un tarado más firme, gestionando mejor las inercias producidas por los XXX kilos del coche. Los últimos cambios estaban en su exclusivo habitáculo. El volante estaba forrado en cuero bitono, la consola central estaba recubierta en fibra de carbono y los asientos eran semibaquets deportivos. En su momento costaba 330.000 marcos alemanes – más de 220.000 euros, ajustando a la inflación – y solo se vendió pintado en el clásico color plata metalizado, propio de las «flechas de plata» alemanas.
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