A lo largo de los años, el sector automovilístico nos ha brindado auténticas maravillas, joyas de cuatro ruedas por las que cualquier acérrimo petrolhead suspiraría, tales como el incombustible Mercedes-Benz CLK GTR. Y es que debemos remontarnos a finales de los noventa para conocer la historia de este flamante superdeportivo que supuso un antes y un después en la historia de Mercedes-Benz, marca que debía cumplir con las exigencias de la FIA.
Tal y como estipulaba la legislación, era necesario que la firma de la estrella gestase 25 unidades del CLK GTR para poder homologarlo y así disputar las carreras de la GT1. Su baja producción y su estrecha relación con la versión de carreras, hicieron del superdeportivo alemán no solo deseo de muchos, sino también un auténtico coche de carreras con licencia para rodar por la vía pública.
Con esta premisa, resulta obvio considerar que el Mercedes-Benz CLK GTR no es el coche ideal para plantarle cara a la monotonía del día a día, aunque prueba de ello es este vídeo que hoy nos ocupa. Y es que aunque la frase de una imagen vale más que mil palabras sea como pegarme un tiro en el pie, encaja perfectamente en este caso, demostrando que al final el espíritu latente del GTR es el de un coche de carreras puro y duro, con todo lo que ello conlleva, por supuesto.
Además de contar con un mando ideado para abrir cada puerta de manera individual, la primera traba de verdad que nos impone el CLK GTR es acceder a su interior. Será necesario, independientemente de nuestra envergadura, llevar a cabo una miscelánea de maniobras para poder introducirnos en el angosto habitáculo del superdeportivo teutón, y lo mismo se puede decir para casi excarcelarnos de él. Esto se debe, principalmente, a su monocasco de carbono, que asienta un gran peldaño entre la libertad del exterior y su cabina.
Cierto es que, una vez acomodados como buenamente se pueda en su interior, nos topamos con una distribución de mandos bastante intuitiva gracias, en parte, a la década en la que se concibió el Mercedes-Benz CLK GTR. No obstante, el segundo problema radica para esos afortunados que han podido catar el superdeportivo alemán en su caja de cambios. Estamos hablando de una transmisión secuencial de seis relaciones, o lo que es lo mismo, una caja manual que se acciona por medio de unas levas tras el volante.
Esta configuración ha provocado que muchos sientan un auténtico quebradero de cabeza para saber si el coche está en punto muerto, o por el contrario, tiene alguna marcha engranada. Sin duda, no es la situación ideal si el terreno más asiduo a batir va a ser la ciudad. Introducir marcha atrás tampoco es sencillo, ya que debemos accionar la palanca posicionada en la consola central y asegurarnos que está completamente levantada. Pese a que el cuadro de mandos no refleja en ningún momento si lo hemos hecho correctamente, el sensor de aparcamiento -sí, el CLK GTR tiene sensores de aparcamiento- se encenderá cuando así sea convirtiéndose en el ángel de la guarda de la transmisión.
Por último pero no por ello menos importante, conseguir extraer la cubierta del soberbio V12 que reside en sus entrañas no es ni por asomo sencillo. Y es que llevar a cabo esta tarea requiere de al menos cuatro personas, dejando claro que no nos gustaría vernos en la tesitura de tener que revisar el propulsor en medio de la bulliciosa ciudad.
Sea como fuere, el Mercedes-Benz CLK GTR se ha consagrado como uno de los superdeportivos más especiales de todos los tiempos. Su significado, su razón de ser, su V12 de 7.0 litros o su naturaleza de coche de carreras son algunos de los argumentos del CLK GTR para considerarlo igualmente una incorporación al garaje siempre y cuando la economía lo permita, claro.
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