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Miami Supercar Rooms: un oasis petrolhead en mitad de Wynwood, Miami, donde caí por casualidad...

Hace unas semanas, en Miami, probando el nuevo smart fortwo eléctrico, algo de lo que ya os hablé en el artículo “smart fortwo electric drive a prueba: cara a cara, en Miami, con el nuevo smart fortwo eléctrico”, me topé con una de las situaciones más extrañas que he vivido en estos años vinculados al mundo del motor. Estaba en Wynwood, un barrio peligroso recuperado a golpe de arte, cuando de golpe pasó ante mi uno de los coches más extraños que he visto en mi vida… “¿Qué carajos era eso? ¿Un Sbarro?” Le preguntaba a mi compañero… y así es como daba comienzo un mágico momento, acelerado e increíble, que me transportó hasta un peculiar showroom, Miami Supercar Rooms, regentado por Elo, protagonista del programa “Ultimate Wheels” del canal Historia.

De como pasé de un smart fortwo eléctrico a estar rodeado de joyas de la talla de Eleanor, el Ferrari Testarossa de Miami Vice o un Maserati de carreras de los 60′

No, no me dio tiempo a sacarle una buena foto a ese peculiar coche que acababa de pasar ante mi. Estaba en una galería de arte de Wynwood, acababa de terminar la presentación del smart fortwo y hacíamos tiempo antes de ir al aeropuerto. Sólo teníamos una hora y decidí que era una buena idea dar una vuelta por el barrio antes de pasar las siguientes horas en un avión.

Salí corriendo de la galería al ver ese coche, con la cámara a cuestas, pero no hubo manera de pillarlo bien…

Durante la ruta fijada por la organización, acercándonos a Wynwood, había visto un desguace (o una mala zona del barrio que parecía un desguace) con un Porsche 911 de los sesenta abandonad, sin motor, dando lugar a una estampa que pretendía fotografiar. Un contraste entre la magia del 911 y el deterioro del abandono que me había alucinado fugazmente y que, en mi paseo post presentación no fui capaz de localizar, así que deambulaba con el smart fortwo asombrado por los diferentes murales del barrio y la multitud de superdeportivos que rondaban la zona, contrastando mucho las manzanas recuperadas, bien cuidadas, con las zonas aún peligrosas y maltrechas de este ghetto puertoriqueño.

Me había quedado con la incertidumbre de no saber que coche era ese que había pasado por delante de la galería de arte, ¿un prototipo “ochentero”? ¿La creación de algún preparador?

Abrigado por la suave temperatura de Miami andaba con la ventanilla bajada, sacudido cada poco tiempo por el ronroneo de algún V8, Dios bendiga América, ya sabéis, cuando de repente…

Wynwood está en pleno proceso de recuperación, jugando el arte un papel clave, pero hay zonas que a determinadas horas pueden ser problemáticas…

“¡¿Cómo?!¡Es el coche que vi antes, el de la galería!”

Parado en mitad de la calle parecía que se había quedado tirado y no estábamos precisamente en una de las mejores calles del barrio. Varios solares abandonados, algún que otro local tapiado, algún coche cuyo dueño seguro dio por perdido hace tiempo… y ahí estaba, ese extraño aparato propio de una película de ciencia ficción.

Paro el smart a un lado, agarro la cámara instintivamente y bajo a echar una mano. No sé si ha sido una buena idea bajarme en este barrio… el smart “verdiblanco” canta a la legua y lo de la cámara no creo que haya sido tampoco muy buena idea… ¿o sí?

“¿Necesitáis ayuda?”

Con las puertas alzadas, con el aspecto de una nave espacial, se empieza a arremolinar gente alrededor, todos con el móvil en la mano.

“Ayúdanos a empujar el coche dentro…”

Aún no comprendía muy bien que coche era ese… pero lo estaba empujando hasta un sitio en el que nos esperaba el Testarossa de Miami Vice, un precioso Stingray o un DeLorean

El coche está parado a las puertas de lo que parece ser un taller… o… ¿Qué demonios? ¿Qué es eso que hay dentro?

Un Ferrari nos recibe perfectamente colocado mientras que un perro, a su ladro, ladra casi afónico. Unas maderas situadas en el bordillo nos ayudan a no rozar la nave espacial con ruedas que estoy empujando y mientras lo hago compruebo atónito que más al fondo hay un Ferrari Testarossa blanco “sí, es el de Miami Vice” me dice uno de los recién conocidos.

¿Dónde me estoy metiendo? Os podéis imaginar mi cara de incredulidad, mi expresión de asombro…

Un DeLorean con la tapicería roja, un hot-rod, el… ¡joder es Eleanor! El célebre Mustang de “Gone in 60 seconds” también está aquí. Esto ha alcanzado ya un nivel de surrealismo imcomprensible… y lo peor de todo es que no ha terminado.

Bien depositado ya el coche que estábamos empujando llega el momento de las preguntas. Necesito saber donde estoy y que es lo que acabo de empujar… que para más inri ahora reposa aparcado al lado de otro aparato igual… “¿Es un Sbarro?”

“Qué va, es un Vehículo Extraterreste Especial” me responde uno de los allí presentes señalando la insignia del coche, impresas en su carrocería. Mi segundo pronóstico se cumple, es un coche “artesanal”, espectacular sea dicho de paso.

“Soy Mario Herraiz, periodista del motor, escribo en Diariomotor.com”. Me presentó aún con la cara desencajada por lo increíble de la situación.

Poco a poco saludo a los presentes y claro, les pregunto donde estoy…

“Miami Supercar Rooms”. Me guardo preguntas más exactas y les respondo con un… “¿Os importa que os acompañe, eche un vistazo y haga algunas fotos?”

“Claro, ven al fondo, mira”… No puede ser verdad esto que está ocurriendo.

Elo, al frente de Miami Supercar Rooms, coprotagoniza un programa (de coches claro) en el canal Historia, «Ultimate Wheels»

Al final de este… todavía no sé muy bien como llamarlo… sitio, aparecen dos enormes siluetas, de diseño muy clásico. No sé muy bien ante lo que estoy la verdad. Uno se llama Bootch y es una modificación de un Rolls Royce de 1929. Sólo existe uno en el mundo y van a arrancarlo para hacer unas tomas de vídeo. Otro es un… ¿es un Bugatti? No, es un “homenaje” llamado Pacific y sí, también existe únicamente esta unidad.

Al lado de estas dos joyas hay otras tres de no menos carisma. Ni mucho menos. Reposa a mi diestra un espectacular Shelby Ultimate Aero TT, uno de los 15 fabricados mientras que a unos pocos metros hay una pareja de italianos que quitan el hipo, un Ferrari 196 SP de 1961 (sólo hay 11 en el mundo como este) y un Maserati 450 S de 1958, sólo existen 33 en el mundo… wow.

“¿No le conoces? Es Elo, el dueño de esto, tiene un programa en la TV”, me apunta Elliott. Sacudo mi cabeza, no puedo creer lo que estoy viviendo.

Disparo fotos a discreción, hago vídeos con el móvil sin sentido editorial, pero con todo el sentido del mundo de cara a intentar que la gente me crea… y miro el reloj. Hace unos minutos que debería haber vuelto con la gente de Mercedes, ¡tenemos que volver al aeropuerto! Ouch.

Desgraciadamente se lo tengo que explicar a los allí presentes. Intercambiamos nuestras tarjetas de contacto, elogio el sitio y me despido, volviendo aún, boquiabierto y sin parar de hacer fotos casi sin ton ni son, al smart eléctrico.

No sé muy bien lo que acabo de vivir. Han sido unos 15 minutos o media hora, no sé. Un frenesí petrolhead difícilmente creíble.

Efectivamente, la gente de smart esperaba. “No os lo vais a creer…”

¿Qué es entonces Miami Supercar Rooms?

Además de ser una galería de joyas de 4 ruedas (alguna moto tienen también) es un sitio en el que poder cenar con chefs de primer nivel.

Desde el aeropuerto, tras una ducha antes de coger el avión de vuelta y aprovechando un retraso de nuestro vuelo, me pongo a asentar lo que acabo de vivir, a repasar la lista de coches que he visto y a lamentarme por todas las fotos que debería haber hecho y no me ha dado tiempo a hacer. Además provecho para buscar en internet un poco sobre el sitio en el que he estado… ¿qué es realmente Miami Supercar Rooms?

Elo, fundado del London Motor Museum y una figura realmente relevante en esto del coleccionismo de coches, además de ser célebre por el mencionado programa, por Ultimate Wheels, ha montado en Miami lo que ha denominado como Auto Art Gallery, aprovechando además el espacio para ofrecer experiencias gastronómicas con célebres chefs alrededor de los coches que allí tiene expuestos.

De este modo, previo pago de 3.000 dólares por una mesa para un total de hasta 6 comensales, puedes cenar rodeado de algunas de las maravillas que aquella tarde, en Wynwood, me dejaron boquiabierto.

Y aún hoy, un par de semanas después, sigo asombrado por lo que viví en tan pequeña franja de tiempo y de esa forma tan casual.

Podéis saber más sobre Miami Supercar Rooms en su web http://www.miamisupercarrooms.com/.

Todas las fotos sin marca de agua han sido cedidas por Miami Supercar Rooms.

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Mario Herraiz

Apasionado del motor, llevo sobre ruedas desde que a los 14 años me monté encima de una moto. Después llegaron los coches, la afición por la fotografía y más tarde el periodismo y con ello la posibilidad de convertir mi pasión en trabajo. Seguir leyendo...

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