La pasión es algo que sin duda se necesita cuando quieres perseguir un sueño. Sin embargo, para poder vivir esa pasión, suele ser necesaria una motivación. Si viste la película Ferrari de Michael Mann, sabrás de lo que vamos a hablar en el presente artículo. En cualquier caso, te invito a acompañarme en esta gran historia.
La Coppa Florio de 1908
Ese año, el padre de Enzo, Alfredo, lo llevó a él y a su hermano a ver la carrera que se disputaba en Bolonia. Entonces solo tenía 10 años y ver aquellas máquinas haría saltar una chispa en su vida.
Cuentan que su rendimiento académico no era ni mucho menos excelente, pero sus dotes inventivas eran tan buenas como sus habilidades prácticas en el taller de su padre. Este trabajo como mecánico no hizo sino aumentar la pasión por los coches, que amplificaban el poder del hombre y le permitían realizar hazañas jamás pensadas con anterioridad.
La primera carrera de Enzo Ferrari
La Primera Guerra Mundial impulsó el desarrollo de los vehículos a motor. Eso provocó que el automovilismo deportivo se extendiera en gran medida.
Así, en 1991, con solo 21 años, el joven Enzo participó en su primera carrera al volante del CMN construido por Ugo Sivocci en Milán, empresa para la que Enzo Ferrari trabajaba como piloto de pruebas.
Al año siguiente participó en algunas carreras al volante de un Isotta Fraschini, pero sus mejores resultados los obtuvo con Alfa Romeo logrando victorias de categoría en la Targa Florio, en Gallarate, Mugello y Aosta. En 1923, logró su primera victoria absoluta, un éxito que cambiaría el curso de las cosas para siempre.
El origen del Cavallino Rampante
Debido a la victoria en el Circuito del Savio en 1923, Enzo conoce al Conde Baracca, padre de un heroico aviador de la Gran Guerra. Baracca le presentaría más tarde a su esposa Paolina. El propio Enzo contó que fue ella quien le dijo que usara el Cavallino Rampante en sus coches, porque era el símbolo que llevaba su hijo en el avión. «Le traerá buena suerte», le dijo.
A la enorme pasión de Ferrari solo pudo ponerle riendas Dino, su hijo mayor. Por él dejó de competir tras acabar segundo en el Circuito de las Tres Provincias en 1931. Aunque más que riendas, fue un claro reenfoque. En 1932, Enzo trasladó su pasión de piloto al desarrollo de la figura deportiva de Ferrari. Desde ese año comenzó a lucir el Cavallino Rampante en los Alfa Romeo con los que competía.
Mientras Il Commendatore vivió, todos los pilotos de todos sus coches fueron elegidos personalmente por él. Había una motivación detrás de todo. Un objetivo claro detrás de toda una vida y una compañía que hacía los mejores coches por una sola cosa: Las carreras.