Los avances tecnológicos en la industria de la automoción y más concretamente en lo relativo a las baterías de los coches eléctricos llevan un ritmo que, sencillamente, es vertiginoso. Las novedades, los descubrimientos, los progresos y las mejoras en los desarrollos de los acumuladores energéticos recuerdan al que vivimos, desde finales del siglo XX, con la electrónica de consumo. Y es que, actualmente, un vehículo puede quedarse obsoleto o desfasado casi tan rápido como un teléfono móvil. Esto implica que nuestra forma de consumir automóviles ha de cambiar si no queremos dilapidar nuestro dinero.
El último y quizá mejor ejemplo lo encontramos en la nueva generación de pilas que la empresa china CATL, líder de su sector, acaba de presentar y que, sin lugar a dudas, revolucionará el mercado de los eléctricos al mismo tiempo que deja anticuados a los de hoy. En esencia, son capaces de duplicar su densidad energética respecto a las presentes baterías sin necesidad de recurrir a la «ciencia» del electrolito sólido por la que abogan tantas compañías especializadas en este campo. Ello se traduce en menos peso y volumen a igualdad de coste y almacenamiento, lo cual tiene efectos positivos sobre el precio final y la autonomía o el comportamiento dinámico del producto (según se mire).
Cuidado: los coches eléctricos se deprecian mucho antes
Fruto de su naturaleza técnica y propulsora, la evolución de los BEV (eléctricos) está más acelerada que la de los ICE (térmicos), los cuales ya cuentan con motores cuya eficiencia termodinámica es muy difícil de mejorar. Además, las inversiones de los fabricantes en 2023 están volcadas principalmente en el perfeccionamiento del primer tipo de vehículos, pues es el rumbo que ha marcado el sector o el que le han impuesto algunas entidades geopolíticas. El objetivo, encontrar ventajas competitivas en toda una carrera industrial.
Con independencia de la razón, lo cierto es que un coche eléctrico, además de ser más caro que uno de combustión a igualdad de tamaño, concepto y potencia pese a sus presentes carencias de autonomía real, pierde su valor con mayor facilidad. En concreto, se calcula que la depreciación es alrededor de dos veces superior a la de un térmico equivalente y, por si era poco, los periodos de tiempo en los que un cliente puede decir que posee un producto “a la última” son cada vez más cortos: las potencias de recarga admitidas y las capacidades para recorrer mayores distancias no paran de crecer. Actualizaciones remotas (OTA) poco o nada pueden hacer aquí sin el «hardware» adecuado.
El caso del e-tron de Audi: a mitad de precio sólo tres años después
Para muestra, un botón: el Audi e-tron (ahora relanzado como Q8 e-tron, con hasta un 70% más de rango de alcance por carga) fue el primer automóvil eléctrico de la marca germana. Su comercialización empezó a finales de 2018. De entre sus distintas versiones, la más “demandada” (fue un modelo con escaso éxito en general) se denominó 55 quattro, cuyo coste de adquisición partía de 89.760 euros en 2020 (tarifa española). Su homólogo de combustión en la gama alemana era (y sigue siendo) el Q7 55 TFSIe híbrido enchufable, que valía un mínimo de 81.450 euros cuando salió a la venta, también en 2020, con motivo de la actualización del SUV.
A finales de abril de 2023, es posible comprobar en cualquier plataforma de compraventa de segunda mano cómo el primer todocamino cuesta entre 45.000 y 60.000 euros, mientras que el segundo mantiene precios de entre 60.000 y 75.000, siempre en función del estado y el uso de cada unidad. En otras palabras, el e-tron ha perdido una media cercana a los 37.500 euros (el 42% de su valor), mientras que el Q7 sólo lo ha hecho en aproximadamente 14.000 (un 17% menos). Esto no ocurriría si no se hubiese producido un agravio comparativo tan importante entre el nuevo Q8 e-tron y el Audi al que reemplaza.
Pero no pienses que esto sólo ocurre con la firma de los cuatro aros o con las compañías centradas en los segmento del lujo. Es un hecho generalizado entre los «BEV». Te invitamos a que busques en Internet unidades usadas con tres años de antigüedad de, por ejemplo, el Nissan LEAF, el Renault ZOE, el BMW i3 o el Tesla Model S. Verás que la mayoría de estos coches son casi un 50% más baratos que cuando eran nuevos pese a la inflación. ¡Increíble! Qué decir de lo que ha ocurrido hace poco con el precio del Tesla Model 3 y su efecto negativo sobre el valor de las unidades matriculadas antes de la bajada.
Si quieres un eléctrico, la solución se llama «renting» o suscripción
En vista de lo anterior y aunque el mercado de ocasión está en alza, nuestra recomendación es que, en caso de desear adquirir un coche eléctrico, nunca se haga al contado. De hecho, la mejor opción es, directamente, no comprarlo sino alquilarlo. Esto se puede hacer mediante el uso por suscripción o a través de contratos de renting que, pese a contar con cuotas mensuales no precisamente económicas, ya incluyen el seguro a todo riesgo del vehículo, sus mantenimientos periódicos, su matriculación, sus eventuales reparaciones ante averías o accidentes, la gestión de multas de su conductor (o conductores) e incluso un cambio de neumáticos cada ciertos kilómetros.
También, para disponer de más seguridad a la hora de la reventa, existe un recurso (poco barato) conocido como «multiopción«, que no deja de ser una clase financiación muy flexible para particulares. Las firmas, sea de forma directa o a través de su red de concesionarios, expiden un contrato por el cual garantizan al cliente un valor futuro del producto que obtiene y disfruta. Pasado ciertos meses (normalmente 36 o 48), este puede elegir si continuar con la financiación de la integridad de la compra, cambiar su unidad por otra más moderna (renegociando las cuotas) o deshacerse del automóvil por el reintegro de la cantidad acordada, algo de lo que se encargará la marca o su punto de venta.