Por desgracia, este artículo está basado en hechos reales. Aunque sea un firme defensores de los clásicos de propulsión, con motores de alto cubicaje y cambio manual, mi coche de diario es un viejo Citroën Xsara con casi 20 años a sus espaldas. Es el coche que se sacrifica para que el clásico mimado pueda dormir tranquilo y recibir todos las atenciones que merece. Es un coche «de batalla», pero me esmero en tenerlo siempre a punto, limpio y en orden de marcha. Cuando un desconsiderado golpea tu coche, lo daña y se va sin dejar una nota, pierdo un poco más la fe en este mundo. ¿Tan difícil es dejar una nota con tus datos personales?
Os describo la situación: volvía de la presentación del Hyundai Ioniq eléctrico y llegaba a mi ciudad tarde, hacia las 9 y media de la noche. Sin nada en la nevera, decidí hacer una incursión de última hora en un supermercado. Por desgracia, llovía y el parking estaba atestado. Busqué un hueco, y pegué el coche lo más posible a la columna, en busca de protección. Normalmente trato de aparcar el coche lejos de otros vehículos, pero en esta ocasión no tuve alternativa que dejarlo rodeado de otros vehículos. Al salir del supermercado, encontré la parte lateral trasera de mi coche magullada, y la escena del crimen, desierta.
No sólo el paso de rueda estaba parcialmente hundido, sino que la pintura estaba completamente saltada, con restos de pintura azul del otro vehículo. El paragolpes, del color de la carrocería, sufrió una fuerte rascadura: aunque no se dobló ni descolgó, de nuevo su pintura había saltado, con restos del «criminal azul» en ella. En mi chapista de confianza, la broma asciende a 200 euros. Además del golpe – completamente innecesario e injusto – a mi maltrecha cuenta corriente, me queda el resquemor, el cabreo de saber que alguien fue perfectamente consciente del daño, y a sabiendas, decidió no hacer nada.
Si la persona que golpeó mi coche hubiese tenido un mínimo de civismo, habría dejado una nota con sus datos, sujeta en una luna con el limpiaparabrisas. Mi reacción al ver la nota habría sido de tranquilidad, no de enfado e impotencia absoluta. Con un simple número de teléfono y una disculpa se habrían arreglado los problemas. Si lo que esta persona teme es un aumento de la prima del seguro, podríamos incluso haber arreglado el problema de forma «extraoficial»: él (o ella) habría costeado la reparación, y tan anchos. O también podríamos haber dado un parte amistoso al seguro, con idéntico resultado pacífico.
Pero nada de eso ocurrió en mi caso. ¿Por qué escribo este artículo? En parte es una forma de aliviar mi frustración: soy consciente de que mi coche es una «chatarra» a los ojos de muchas personas, y objetivamente no es un gran coche. Pero es mi coche. Estoy seguro de que a muchos os ha ocurrido algo parecido a lo que os estoy relatando hoy. Todo se solucionaría si algunas personas se pusieran en el lugar de los demás. Si dejaran una nota en el coche que han dañado, estoy seguro que en absoluto recibirían una respuesta negativa por parte del afectado, que agradecerá su honestidad y transparencia.
El problema es no dejar una nota. Porque entonces empezarán los problemas. Puede haber testigos que vean el golpe, y anoten tu matrícula. Puede haber cámaras de seguridad que graben tu huida, o coches con una dash-cam instalada, que se activa a través de un sensor de movimiento de alta sensibilidad. Las posibilidades de una denuncia formal se multiplican. ¿Crees que puedes salirte con la tuya? Seguro que sí, pero como dice el refranero español, «quien siembra vientos, recoge tempestades«. Una denuncia puede ser el menor de tus problemas si el propietario del vehículo golpeado te «caza» en plena huida y reacciona de forma violenta.
En resumidas cuentas, seamos cívicos, razonables y cuidadosos. No debería ser tan complicado.