Petrolheads, hoy deberíamos estar de enhorabuena. Y no es para menos, ya que en estos tiempos oscuros que vive el sector automovilístico salga a la luz un coche con un V8 atmosférico y cambio manual es para darnos con un canto en los dientes. Pero nada de esto sería posible sin la presencia del nuevo Ford Mustang, un coche del que se especuló acerca de un sistema híbrido y de tracción total pero del que quiero explicaros por qué tan solo tiene dos atributos para convertirse en un futuro clásico, y tal vez sean más que suficientes.
O tal vez no, porque el nuevo Ford Mustang tiene, a priori, muchas cosas buenas, pero también alguna que rechina en un coche que, si bien es fiel a su esencia en los puntos más importantes, no lo es en todos. Me refiero a un interior que pierde personalidad en pro de una disposición tecnológica masificada e innecesaria y a un diseño exterior al que tal vez tan solo tengamos que acostumbrarnos.
Las dos grandes bazas para que el nuevo Ford Mustang tenga todas las papeletas para convertirse en un futuro clásico
Ford Mustang
Pero empezando por las cosas buenas nos encontramos con dos muy obvias, gratificantes y que son de agradecer: su motor y la transmisión. Y es que Ford, pese a que en una primera instancia iba a abogar por la hibridación para dar vida al Mustang de séptima generación -pero gracias a la presencia del Mach-E se ha podido evitar-, ha decidido nadar a contracorriente al recurrir una vez más al incombustible motor V8 de 5.0 litros atmosférico.
La firma del óvalo no ha querido aún desvelar cifras, pero podemos intuir que rondará los 500 CV para la ocasión. Lo que sí ha confirmado Ford es que este V8 sufre una ligera evolución con un nuevo sistema de admisión con doble toma de entrada y con un doble cuerpo de acelerador. En un segundo plano está el EcoBoost de 2.3 litros, un cuatro cilindros turbo que se retiró de la venta con la generación pasada porque solo se vendían Mustang con el V8.
¿Triunfará esta vez? No lo creo, pero lo importante es que en escena está un motor de ocho cilindros atmosférico que sigue sonando a cántico celestial. A ello hay que sumarle la posibilidad de conjugarlo con un cambio manual de seis relaciones que, si tiene el mismo o mejor tacto que el de la anterior entrega del Mustang, puedo confirmar que es una de las cajas más satisfactorias de accionar gracias a un tacto directo y mecánico.
La clave para ser un clásico el día de mañana… y las claves no tan buenas
Este binomio, este maridaje tan sumamente exquisito, escaso y en peligro de extinción en estos tiempos en los que el resto de muscle cars preparan su partida hacia la electricidad, el Ford Mustang se erige como único en su especie. Todo ello le da infinidad de papeletas para ser el día de mañana, cuando la hibridación y la electricidad tomen las riendas, todo un clásico.
Pero también feo algunos puntos que, de manera secundaria, interfieren en ese camino al que debería estar destinado sin duda alguna el Mustang. Y es que Ford ha abogado por una evolución de la anterior plataforma, por lo que a nivel mecánico no se esperan grandes cambios. Con esta premisa, la firma del óvalo ha buscado evolucionarlo en otros aspectos.
Es cierto que el Ford Mustang padeció de transformaciones poco acertadas en el pasado debido a diversas crisis, dejando generaciones algo asépticas. Sin embargo, está séptima entrega del mítico muscle car recurre a una estética, que pudiéndonos gustar más o menos, se mantiene fiel al concepto original del Ford Mustang aunque con matices demasiado agresivos; pero no sucede lo mismo en el interior.
Aquí se pierde la mítica doble cúpula del salpicadero para recurrir a un sistema de infoentretenimiento que no dudo de su eficacia, pero sí de la falta de personalidad que aporta al coche. Al fin de cuentas estamos ante un sistema masificado que hemos visto en muchos productos y que en coches más comedidos y comunes pueden funcionar y, pese a que su hacer será más que correcto, no pega con un coche como el Ford Mustang.
Además esto se traduce en un problema que tanto periodistas como clientes llevamos denunciando desde su nacimiento: la falta de botones físicos. Y es que aunque bien es cierto que el nuevo Ford Mustang cuenta con algunos mandos de acceso directo y que el anterior tal vez pecaba de una botonera demasiado generosa, hubiera estado bien un término medio.
El volante también pierde esencia al dejar atrás por completo su forma circular para asentarse en la moda de estar achatado por abajo. Su punto fuerte es que mantiene botones físicos pero sin ser tantos como en la anterior generación, dejando así un volante más cómodo en ese sentido pero tal vez no tanto para conducir.
Sea como fuere, son minucias que bajo ningún concepto ensombrecen a lo que hace grande a un coche como el Ford Mustang en estos tiempos que corren: un V8 atmosférico asociado a un cambio manual de seis relaciones, las dos razones de peso para que el muscle car por antonomasia sea una compra muy sensata para aquellos que quieran un deportivo a la vieja usanza.