A día de hoy nos ha tocado vivir en un contexto en el que desde la industria y las instituciones prácticamente nos están obligando a comprar un tipo de coche que no queremos, pero que tampoco podemos costear, o al menos esto es lo que personalmente opino y quiero compartir con todos vosotros a modo de columna en este pequeño post, y es que cuando digo “no queremos ni podemos” no sólo me estoy refiriendo a petrolheads como tú o como yo, sino también a ese chaval que su pasión son los videojuegos, a tu vecino del quinto que no ha abierto un capó en su vida o tu amiga que sólo quiere un coche para moverse sin más quebraderos de cabeza.
El coche eléctrico aún no es para todos
Sí, lo las acertado. Actualmente nos están empujando a comprar coches eléctricos, y en menor medida, pero también de forma muy marcada, comprar coches híbridos enchufables. Si aislamos estos coches de todo lo que les rodea no estamos ante un mal producto, puesto que la evolución que han experimentado en los últimos años ha sido muy acusada, tanto en términos de autonomía, prestaciones, pero sobre todo, han bajado su precio y han ido adquiriendo personalidad propia cada uno de ellos, al igual que ocurre con cualquier coche con mecánica convencional.
Sin embargo, a día de hoy el coche eléctrico sigue teniendo un precio considerablemente superior a un homólogo convencional, sobre todo en la parte baja donde la inmensa mayoría de los compradores nos movemos. Si echamos un vistazo a una marca de corte económico tan exitosa como es Dacia, vemos que por 11.000 € nos podemos llevar a casa un Dacia Sandero con 100 CV adaptado a GLP, con un bajo coste por kilómetro recorrido y un espacio interior bastante decente. La otra alternativa es el nuevo Dacia Spring eléctrico, mucho más pequeño y con sólo 44 CV. Si tienes que quedarte con un solo coche, ¿cuál elegirías?
Algo similar sucede cuando hablamos del Hyundai Kona Eléctrico desde 25.940 € y el Hyundai Kona desde 16.990 €, el Kia e-Niro desde 27.900 € y el Kia Niro HEV desde 18.990 € o el Citroën ë-C4 desde 32.790 y el Citroën C4 desde 19.390 €. En líneas generales, las variantes eléctricas con un 30 % más costosas, menos espaciosas y no necesariamente más rápidas ni equipadas. No obstante, sí es cierto que en franjas de precios mayores las tornas se equiparan, y es que podemos decir que la compra de un Tesla Model 3 o un BMW Serie 3 por casi 50.000 € es igual de interesante, como también la es la de un Porsche Taycan o un Porsche Panamera.
No sólo es cuestión de precio
Antes de apuntar a los hasta 7.700 € de ayuda del MOVES III como solución al problema se nos presentan dos inconvenientes. El primero de ellos conocidos por todos y se trata de la aún escasa red de puntos de recarga rápida a lo largo de nuestra red de carreteras que no nos permite afrontar largos viajes sin más contratiempos que detenernos tres cuartos de hora (que en algunos casos puede resultar molesto) y no tener que andar planificando nuestra ruta al milímetro.
A ello se une el problema de instalar en nuestra casa o plaza de aparcamiento un wallbox, lo que en primer lugar nos obliga prácticamente a que contemos con un garaje y a adquirir un nuevo hábito de dejar enchufado todas las noches el coche como si de nuestro smartphone se tratase.
Pero eso no es todo, porque ¿qué pasa con los talleres? Fuera del periodo de garantía o con nuestro coche entrado en años, cuando tenemos algún tipo de problema no solemos acudir a un S.O. de la marca, sino a nuestro “taller de confianza”, y lo cierto es que la inmensa mayoría de este tipo de talleres no cuenta con la formación necesaria para reparar los sistemas eléctricos de alta tensión de un coche eléctrico, algo que espero que se vaya solucionando cada vez rápido.
Todo el foco se ha puesto en el coche eléctrico (e híbrido enchufable)
Por todo lo anterior, y por más motivos, como reza el título, no queremos ni podemos comprar un coche eléctrico, aunque es lo único que nos quieren vender. Lo primero que está empujando al sector a ello son las diversas normativas anticontaminación, como la futura Euro 7 que se está fraguando o la normativa CAFE, una por exigir estándares de emisiones demasiados ambiciosos, y la otra por imponer costosas sanciones a los fabricantes por no cumplir el cupo de emisiones de CO2 los vehículos vendidos.
Ello hace que los fabricantes sea vean abocados a colocar en el mercado “soluciones ecológicas”, eléctricos a ser posible que emiten cero gramos o híbridos enchufables que homologan una cantidad irrisoria y completamente alejada de la realidad. La manera de conseguirlo es volcarse de lleno en su desarrollo y promoción (anuncios y descuentos), en algunos casos a costa de sacrificar variantes deportivas y pasionales.
Volkswagen dejó de comercializar el Polo GTI muy posiblemente debido a ello, Ford recortó los descuentos en el Fiesta ST y la llegada de un Focus RS se antoja, cuanto menos, muy lejana, y MINI pretende ser 100 % a partir de 2030: ¿os imagináis un MINI JCW mudo? Y así podría seguir unas cuantas líneas más.
Finalmente llegan las ayudas del Gobierno, ayudas como el Plan MOVES III que contempla un máximo de hasta 7.700 € para la compra de un coche eléctrico y de 5.500 € para comprar un híbrido enchufable. Son cuantías generosas y muy jugosas, aunque condicionadas a la entrega de un coche usado y a pasar por el fisco, puesto que tributan.
Así pues, es evidente que suponen un gran descuento que vuelven estos vehículos más atractivos, ayudan a rejuvenecer el parque, reducir emisiones y reactivan la economía, pero nos obligan a llevarnos a casa un coche con una mecánica que no es la que deseábamos.
Quizá lo más interesante sea ofrecer ayudas casi iguales de generosas para la compra de coches convencionales, los cuales contribuirán igualmente a la renovación de un parque móvil que ya va por 13 años de edad, a reducir las emisiones (aunque no de forma tan significativa), pero que reactivarán la economía de una forma mucho más considerable, pues sus cifras de ventas deberían ser mayores dado el menor precio que se conseguiría, de forma que la compra de un coche eléctrico brote naturalmente por ser la mecánica más adecuada y por contar con una red de puntos de carga a la altura. Pero no nos olvidemos, estos fondos nacieron en Europa condicionados a la etiqueta CERO.