En efecto querido lector, la realidad es que no sabemos adelantar, y como dicen en mi pueblo, «ahí nos metemos todos y que se salve quien pueda». Tanto por motivos profesionales como personales, desde los 18 años podemos decir que siempre he estado en la carretera, incluso antes si contamos las salidas en bicicleta, pero eso es otra cosa, y siempre me ha molestado especialmente la conducta de muchos conductores en los adelantamientos, tanto en autovía y autopista, como en carreteras secundarias. Pero no fue hasta la semana pasada, cuando realicé un viaje de 200 km sólo por carreteras de doble sentido donde la pericia de cada cual en ese acto resulta fundamental para no eternizar el viaje detrás de un tráiler, cuando realmente me di cuenta de ello, o al menos decidí escribir estas líneas.
El adelantamiento en vías de doble sentido
Empecemos por el adelantamiento en las carreteras secundarias o de doble sentido, donde dejando a un lado al imprudente de turno, la mayoría de conductores, que no todos, suelen formar un ordenada fila tras un tráiler o el típico lugareño de avanzada edad en su 4×4 que regresa a casa hasta que, o bien ese tráiler ha cambiado de ruta, o bien llegan ellos a su destino. Pero es que cuando alguno se envalentona y le da por iniciar el adelantamiento, siempre el que va justo después del vehículo lento, y siempre sin comprobar que otro usuario que vaya tras él esté iniciando la misma maniobra, lo hace a una velocidad prácticamente igual que la del adelantado, de forma que ese trenecito se eterniza durante kilómetros y kilómetros, con el peligro de que si tú inicias la maniobra siguiéndolo, quizá no tengas espacio suficiente para llevarla a término, y no porque no lo hubiese.
¿Cómo deberíamos adelantar entonces? Lo primero de todo es observar, comprobar que ningún conductor que nos siga haya indicado el propósito de adelantar, pues en ese caso, según el apartado segundo del artículo 84 del Reglamento General de Circulación, será él quien tenga preferencia, así como cerciorarse que no se aproxima ningún vehículo en el sentido contrario (algo muy útil para eso es ir mirando más allá si el trazado de la carretera nos lo permite, ya que por la orografía del terreno muchas veces podemos ver una parte de la misma unas curvas más adelante). Así pues, si estamos seguros que podemos adelantar en condiciones de seguridad toca terminar de preparar el adelantamiento, reducir una o dos marchas y acelerar, de forma que cuando hayamos invadido el carril contrario ya estemos circulando a velocidad de adelantamiento, y no tengamos que ir progresivamente alcanzándola, a la par que perdemos metros y se acaba la zona donde está permitido realizar dicha maniobra.
Por último, para adelantar dice ese mismo reglamento en su artículo 85 que «durante la ejecución del adelantamiento, el conductor que lo efectúe deberá llevar su vehículo a una velocidad notoriamente superior a la del que pretende adelantar», por tanto, no lo convirtamos en una carrera de caracoles, y es aquí cuando hace acto de presencia la última gran polémica de la DGT: la propuesta de no permitir exceder en 20 km/h el límite de esas carreteras doble sentido para adelantar. Mi compañero Sergio Álvarez ya nos dio su opinión, y la mía no puede está más en línea con la suya. Es decir, no seré yo quien incite a cometer una ilegalidad, pero antes de que entre en vigor esa medida, creo que desde la Dirección General de Tráfico deberían de sopesar el tema y dar marcha atrás. Es cierto que lo que pretenden es disminuir así el número de adelantamientos, y por tanto, el número de situaciones en las que el peligro es mayor. Pero quizá educar al conductor sea mejor solución que sobreprotegerlo, ya que como dice Sergio: «el adelantamiento más seguro es el adelantamiento más rápido.»
Además, si conduces un tractor, un camión o cualquier otro tipo de vehículo lento similar y adviertes por el espejo retrovisor ese trenecito que estás creando, ten un poco de consideración y aminora la marcha para que puedan adelantarte en condiciones de seguridad. Es una muestra de civismo, pero además, es obligatoria según el apartado tercero del artículo 86 del Reglamento General de Circulación: «Los conductores de vehículos pesados, de grandes dimensiones u obligados a respetar un límite específico de velocidad deberán bien aminorar la marcha o apartarse cuanto antes al arcén, si resulta practicable, para dejar paso a los que le siguen, cuando la densidad de la circulación en sentido contrario, la anchura insuficiente de la calzada, su perfil o estado no permitan ser adelantados con facilidad y sin peligro.»
¿Y en las autovías?
En autopistas, autovías, y todo tipo de vías de similares características con dos o mas carriles para el mismo sentido nos encontramos con muchos de los comportamientos anteriores: no respetar a un conductor que ya está iniciando la maniobra de adelantamiento detrás nuestra o eternizarlo durante kilómetros. ¿Cómo es posible que alguien necesite 40 segundos de reloj para adelantar a un vehículo? Además de ello, también me gustaría recordar, en esta ocasión según el artículo 32, que un camión o autobús no puede circular por el tercer carril, ni tan siquiera para adelantar a otro vehículo.
Con esta reflexión no pretendo decirle a nadie qué debe hacer ni cómo debe conducir, tan sólo quiero compartir mi punto de vista de una maniobra tan cotidiana y común como es adelantar a otro coche, y el por qué creo que no sabemos adelantar, apoyándome, eso sí, en el Reglamento General de Circulación, ya que «todo lo que pido» no es simple capricho, sino algo que recoge la ley, y que todos deberíamos más o menos saber, aunque sea más bien algo de sentido común. Y tú, ¿qué opinas?