Los coches eléctricos siguen sin funcionar. Me refiero a sus ventas (en España apenas representan todavía 5 de cada 100 matriculaciones), pues su tecnología es cada vez más convincente y no deja de evolucionar hasta el punto en el que adquirir uno es una locura desde el punto de vista financiero. Al fin y al cabo, su depreciación es muchísimo mayor que la de los automóviles térmicos, fruto de su elevadísima obsolescencia, así que es mejor pagar por usarlo mediante un renting o método similar.
En vista de su mercado real, algunos fabricantes incluso se plantean volver a invertir en el desarrollo y en la construcción de motores de combustión tras haberlos abandonado hace años. Sin embargo y pese a que pocos de estos vehículos (por no decir ninguno) satisfacen efectivamente las necesidades de la inmensa mayoría de clientes, en la industria ya se vislumbra un punto de inflexión que podría inclinar la balanza del sector y de las decisiones de los consumidores hacia los BEV.
Y es que en 2024, por distintos motivos que explico a continuación en este artículo, la paridad de precios e incluso de prestaciones empieza a ser posible (por lo tanto, podría adelantarse a las previsiones iniciales) con base en el aumento de la competitividad, la implementación de importantes progresos técnicos, el logro de economías de escala y la amenaza de alternativas energéticas (e-fuels y FCEV) que podrían echar por tierra una inversión más que multimillonaria.
Cada vez menos excusas, pero persisten las más pesadas. ¿De qué sirven los BEV sin cargadores rápidos, numerosos y bien mantenidos?
Entre los avances tecnológicos más importantes de los últimos 5 años en materia de electromovilidad está el considerable ampliación de la densidad energética de las pilas, que empiezan a desarrollarse con otro tipo de químicas mucho más seguras, estables y duraderas, así como el incremento de la eficiencia que supone la nueva generación de propulsores sin emisiones directas. Estas optimizaciones se traducen en autonomías más capaces.
También se han logrado sistemas de recarga para las baterías que admiten mayores potencias en corriente continua, reduciendo el tiempo necesario para su recuperación energética. No obstante, de nada sirven los grandes rangos de alcance (cuya realidad dista mucho de las cifras homologadas por las marcas) o las altas velocidades de carga si los usuarios no disponen de suficientes terminales para cubrir viajes relativamente largos con ciertas garantías y confort.
Lo peor de este escenario, que lastra el interés por el incipiente vehículo eléctrico al que el sector se ha visto obligado a apostar por imposición política, es que en España no sólo hay un problema con el número de cargadores CC para abordar sus trayectos de mayor distancia con seguridad y tranquilidad, sino que los que existen, salvo unas excepciones, no cuentan con el mantenimiento adecuado. Esto genera desconfianza y rechazo hacia los BEV, convirtiéndose en sinónimo de limitación.
La ley de la oferta y la demanda, sumada al aumento de la competitividad, acelera la ansiada paridad de precios entre térmicos y eléctricos
En un contexto en el que las compañías tradicionales europeas se han visto forzadas al diseño y construcción de BEV, pero sin que estos cubran todavía las necesidades de la mayoría de conductores, y peor aún, con un acrecentamiento de la competencia de la industria fundamentado en la entrada masiva de firmas orientales con bajos costes productivos, las primeras se ven en la tesitura de ofrecer bienes que no tienen una demanda sólida y sobre los que existe cada vez más rivalidad en el plano estratégico.
Al fabricar un tipo de coche con futuro, aunque al parecer sin presente, en un entorno tan hostil, las empresas históricas del continente se están viendo presas de su oferta, habiendo de bajar sus tarifas para no perder su posicionamiento y su competitividad frente a la ofensiva asiática. De este modo, la soñada paridad de precios entre térmicos y eléctricos, que no se esperaba hasta finales de la presente década, comienza a tener lugar en 2024 y podría consolidarse tan lejos como el año que viene.
Las bajadas de precios de hasta un 20% que estamos presenciando durante los últimos meses en nuestro mercado, acompañadas de mejoras técnicas y de equipamiento, son una gran noticia para el consumidor, que ahora tiene más argumentos para conducir un BEV. Con todo, la única salida para que las marcas puedan mantener sus beneficios es aumentar el coste de adquisición de los ICE al tiempo que diversifican su visión para hacer frente a China en el largo plazo, pues son consciente de que, en esta década, ya han perdido la batalla.