Una de las noticias que más interés ha generado estos días ha sido, sin duda, la del anuncio del carné de conducir en el móvil de la DGT, que publicábamos este fin de semana. A priori, el carné de conducir móvil de la DGT, que residirá en una aplicación instalada en nuestro teléfono, y permitirá que podamos conducir sin llevar el carné físico en el bolsillo, es un avance lógico y natural. Las administraciones públicas han de digitalizarse y, gracias a ello, muchos ahorramos tiempo, y por ende dinero, en trámites como el pago de multas, o el cumplimiento de nuestras obligaciones fiscales. Ahora bien, ¿qué hay de la privacidad? ¿qué peligro entraña dar acceso a la DGT a nuestro móvil con el carné de conducir digital?
El peligro de dar acceso a la DGT a nuestro móvil
Desde que publicáramos la noticia el pasado fin de semana hemos mantenido un seguimiento de todas las reacciones que se han generado respecto a este avance de la DGT, ya fuera en otros medios que se hicieron eco de la noticia, en redes sociales, foros (ver hilo en Forocoches) y otros portales de noticias como Menéame.
Y a priori podríamos decir que la inmensa mayoría de las reacciones generadas pueden agruparse en dos tipos, la de aquellos que ven un avance que la administración pública permita acceder a sus servicios y trámites desde plataformas tan populares como los teléfonos móviles, hasta la de otros muchos que piensan en los riesgos y el peligro de dar acceso a nuestro móvil a la DGT y, por consiguiente, al Estado.
Hilo en Twitter especialmente interesante sobre cómo la app de la DGT podría ser un «caballo de Troya» que, potencialmente, facilitaría la monitorización de nuestra conducción.
La privacidad está en riesgo
Advertir del peligro y las consecuencias negativas que pueda tener una aplicación como el carné móvil de la DGT puede parecer propio de un movimiento conspiranoico, pero no pocos acontecimientos recientes nos han demostrado que estos temores no son infundados. Nuestros dispositivos móviles son capaces de proporcionar una ingente información sobre nuestras vidas. Pueden saber dónde estamos en todo momento – y también a qué velocidad nos movemos. Pueden escucharnos, y de hecho nos escuchan incluso cuando menos lo imaginamos, como han demostrado las últimas informaciones acerca de las escuchas de Alexa, o que una aplicación tan inocua como la de La Liga de fútbol española utilizara nuestro micrófono y geoposicionamiento para saber si estábamos en un bar, y la retransmisión de los partidos era ilegal.
La cantidad de información que estamos cediendo a diario, a menudo inconscientemente, también se está empleando para llevar a cabo objetivos más oscuros como, de nuevo, están demostrando acontecimientos recientes. Mucho se ha hablado acerca de cómo la minería de datos y las redes sociales, y el trabajo de empresas como Cambridge Analytica, ha podido ser determinante, no diremos, para ser benévolos, manipulando elecciones como el referéndum del Brexit del 2016 o en las Presidenciales de Estados Unidos que se celebraron meses más tarde, sino orientando – nótese el eufemismo – la opinión de los electores.
Es evidente que en estos tiempos que corren el poder está en los datos. Y que el uso malévolo de todos esos datos que generamos, que compartimos a menudo sin ser conscientes de ello, y que permiten crear un perfil de hábitos, intereses, y pensamientos, de cualquier persona, entraña riesgos enormes, independientemente de que estén en manos privadas, o del Estado.
Imagen de uno de los drones que la DGT ya está empleando para vigilar las carreteras.
El potencial peligro del carné móvil de la DGT
Ahora bien, ¿qué peligros puede entrañar dar acceso a la DGT a nuestro móvil? ¿Cómo podemos evitarlos?
El acceso a funciones del móvil como el geoposicionamiento, y como decíamos al principio, podría proporcionar muchos datos de interés a la DGT, como nuestros hábitos, acerca de cómo nos desplazamos, o incluso a qué velocidad lo hacemos. Pensar que esos datos podrían utilizarse, por ejemplo, para sancionar a conductores, o saber quiénes son buenos o malos conductores, es a todas luces exagerado. De demostrarse algo así se convertiría en un escándalo mayúsculo y el objetivo de la DGT, según sus movimientos más recientes, parece ser el de abogar precisamente por todo lo contrario, por lavar su imagen. El propio Pere Navarro llegaba a decir recientemente que estaban dispuestos a revisar los márgenes de error de los radares, si con ello facilitaban acabar con la sensación de indefensión que pueden tener algunos conductores o la imagen de instrumento recaudatorio que se ha extendido en los últimos años de los medios de vigilancia de Tráfico.
Para evitar los riesgos, es importante limitar el acceso a funciones como geoposicionamiento, o micrófono, que tienen las aplicaciones que utilizamos. También ser muy cautos con servicios, aparentemente inocuos, que requieran de estas funciones. También es necesario leer las condiciones de uso de las aplicaciones y servicios que utilizamos. Y, en última instancia, confiar en que aquellos que nos deberían proteger, como el Estado, no harán un uso malévolo de la información que les proporcionemos.
En cualquier caso, el carné de conducir para teléfonos móviles de la DGT parece un avance lógico y necesario. Y para todo aquel que tema las consecuencias de llevar a la DGT y su carné de conducir en el móvil siempre estará la solución tradicional, seguir llevando el carné de conducir físico en el bolsillo.