Hace apenas unos días se presentó en el Salón de Los Angeles la octava generación del mítico Porsche 911, un deportivo que mi compañero David Clavero definió a la perfección como «el deportivo de la era digital». Su lanzamiento vino acompañado de una aplicación para roadtrips, una conectividad aún más amplia y un nuevo servicio llamado Porsche Impact. Porsche Impact es una calculadora de emisiones de dióxido de carbono. A través de este programa podemos contribuir a proyectos que neutralicen las emisiones de CO2 de nuestro coche, que podremos disfrutar con la conciencia tranquila.
La idea no es nueva. Programas similares se encuentran en funcionamiento desde hace años y años en el sector de la aviación. Muchas compañías ofrecen al cliente pagar un extra por compensar sus emisiones de dióxido de carbono en el vuelo, donando ese dinero a proyectos medioambientales. La calculadora de Porsche Impact hace lo mismo en base a nuestro kiometraje anual, y el consumo de combustible del Porsche que conduzcamos. El resultado es una cuota anual voluntaria, que Porsche cederá a proyectos de lucha contra el cambio climático, apoyo a la biodiversidad, o conservación de recursos hídricos.
El programa ha empezado una fase piloto en Alemania, Reino Unido y Polonia, pero durante los próximos meses se extenderá a otros mercados europeos. Usando la calculadora de Porsche Impact (está disponible a través de este enlace) he hecho varias pruebas. Si somos los dueños de un Porsche Cayenne Diesel de segunda generación, y recorremos unos 25.000 km anuales, con un pago único de 82,96 euros habremos compensado las 4,88 toneladas de dióxido de carbono emitidas, si escogemos un programa de apoyo a la biodiversidad. Si escogemos la protección de grandes bosques, tendríamos que pagar 122 euros.
Estos cálculos toman como referencia el consumo homologado de los coches, según su ciclo NEDC. En realidad estaremos compensando un 60 o un 70% de las emisiones reales, que en condiciones de conducción realistas son muy superiores. En el caso de que conduzcamos un híbrido enchufable como el Porsche Panamera Turbo S E-Hybrid – con nada menos que 680 CV bajo el capó – el programa considera que sólo emitimos 1,65 toneladas de CO2 recorriendo 25.000 km anuales. Supongo que considera que explotamos al máximo su propulsión 100% eléctrica, un supuesto demasiado inocente, y poco realista, por no decir falso.
De la problemática de los híbridos enchufables y sus ciclos de homologación ya os hemos hablado en otros artículos, por lo que os remito a ellos. Mi sensación es que el programa de Porsche Impact tiene muy buenas intenciones de fondo y es una medida loable, pero su ejecución podría ser algo más ambiciosa – los clientes de la marca no pasan apuros económicos – y sobre todo, realista. Pagar 100 euros anuales y conducir un Porsche Macan Turbo con la conciencia tranquila suena peligrosamente a «greenwashing», una serie de prácticas empresariales que buscan moldear positivamente la percepción medioambiental que tenemos de un producto o una empresa.
En defensa de Porsche, lo cierto es que es muy complicado dar un giro medioambiental a productos como el Porsche Cayenne Turbo – una mole de 2,25 toneladas y 549 CV de potencia, movida por un motor V8 biturbo de gasolina. Quizá el problema real es que muchos clientes demandan este tipo de productos, que son extremadamente rentables para la empresa – y las empresas no son ONGs, son entidades creadas para que sus accionistas ganen dinero. Pese a ello, Porsche es una empresa que cuida enormemente las emisiones de dióxido de carbono de sus actividades productivas, y de hecho, afirman y reafirman que son neutrales a nivel de huella ambiental gracias al uso de energía 100% renovable.
Además, el 70% de todos los Porsche fabricados siguen en circulación y cuando llega el fin de su vida, el 85% del vehículo es reciclable.