Cuando Donald Trump habla, sube el pan. Aunque sus divagaciones nocturnas en Twitter ya son capaces de crear repercusiones internacionales, es un mandatario mucho más peligroso cuando lleva a cabo acciones concretas. Como romper el acuerdo de desarme y control nuclear firmado por su predecesor con la República Islámica de Irán. El movimiento ha sido criticado por toda la comunidad internacional y acerca un poco más a la guerra a una región que nunca se caracterizó por una gran estabilidad. Además, la vuelta de las sanciones a Irán hará que pagues más cada vez que tengas que llenar el depósito.
Debemos recordar otro detalle: la rotura unilateral del acuerdo nuclear con Irán implica la vuelta de las sanciones a Irán. Para Irán esto implica grandes dificultades a la hora de exportar su producción petrolífera. Irán es el tercer exportador mundial de petróleo dentro de los países pertenecientes a la OPEP. Hasta ahora exportaban la friolera de 2,6 millones de barriles diarios, una cifra que había aumentado de forma considerable – desde el millón diario – desde que se levantasen las sanciones internacionales al país en 2015, a cambio de que abandonase sus programas de desarrollo de armamento nuclear.
Trump ya ha anunciado multas y sanciones para las empresas americanas que importen energía iraní. También se ha vuelto a prohibir la exportación de bienes y productos que puedan ser utilizados con fines militares o armamentísticos. EE.UU. incluso podría impedir hacer negocios en América a las empresas europeas que trabajen habitualmente con Irán, punto que se encuentra en negociación en estos momentos. El resultado de todo esto es claro: la cotización del barril de petróleo Brent se ha disparado por encima de los 77 dólares, precios que no se repetían desde el año 2014.
El efecto en las gasolineras ha sido casi instantáneo, como seguro que algunos ya habréis experimentado. El precio medio de un litro de gasóleo es hoy de 1,20 euros, y el de la gasolina de 95 octanos es de 1,30 euros. Pero el verdadero problema podría presentarse en los próximos meses. En 2016 tanto Cepsa como Repsol – los principales agentes importadores de petróleo – volvieron a adquirir de forma masiva petróleo iraní. Además de tener mejor calidad que el oro negro venezolano, el país ofrece mejores facilidades de pago que Venezuela, principal proveedor del petróleo consumido en España.
Irán no es el país del que más petróleo importamos. En estos momentos, en torno a un 7% del petróleo importado por España es de origen iraní. España tendrá que tomar una decisión al respecto: seguir trabajando con Irán y arriesgarse a represalias económicas de mayor calado por parte de EE.UU., o dejar de importarlo. En cualquiera de los casos, el efecto de la restauración de los sanciones es una reducción global de la oferta de petróleo, asociada a un aumento de precios. La OPEP tiene capacidad suficiente para absorber el inminente descenso de las exportaciones de crudo iraní.
Arabia Saudí planea lanzar a bolsa su empresa estatal de producción de crudo – llamada Saudi Aramco, una de las empresas más grandes y poderosas del planeta – y a sus accionistas les vendrá de maravilla este incremento repentino de precios del crudo. La familia real saudí y Donald Trump se llevan muy bien. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Los que van a pagar esta inestabilidad en el volátil mercado de la commodity más importante del mundo moderno seremos tú y yo, los de siempre.