Tengo que sincerarme con vosotros. Las dos primeras películas de la saga «A Todo Gas» son mis películas favoritas. Son malas películas, pero les tengo un tremendo cariño, y su relevancia cultural en el mundo de los coches es inabarcable. Son ya iconos de una época que no volverá, y que muchos añoramos. El final de «A Todo Gas» dejaba la puerta abierta a posibles secuelas – y van nueve – pero en «2 Fast 2 Furious» nunca llegó a explicarse como Brian O’Conner acabó en Miami con un Nissan Skyline, tras vencer a Toretto en su último cuarto de milla.
Aquella carrera terminó con un Toretto accidentado, y un Brian que le hacía entrega de su icónico Toyota Supra. Con una orden de captura a sus espaldas, Brian abandonó Los Angeles y se hizo a la carretera, financiando su huida con victorias en carreras ilegales de aceleración – cómo no. Su periplo comienza con un Mitsubishi 3000GT – en verdad, un Dodge Stealth atmosférico, según el productor – pero pronto tiene que abandonarlo porque la policía lo asocia a su figura. Una chica a bordo de un Mitsubishi Eclipse Spider lo rescata, y lo acerca a un concesionario de coches, donde compra un Nissan Skyline GT-R en mal estado.
Restaura el coche, lo modifica, y vuelve a ganar carreras por todo el sur de Estados Unidos, incluyendo una victoria contra un Ferrari 360 Spider. En la encrucijada entre poner rumbo a Nueva York o Miami escoge el destino tropical, seducido por el buen tiempo y las mujeres de ropa ligera. Pero en cuanto llega a Miami, le pierden los coches preparados, y pronto ve cómo un Toyota Supra Mk4 y un Mazda RX-7 FD doblan una esquina. El resto, como suele decirse, es historia. Y ahora sabes qué ocurrió entre ambas películas.
Este corto estuvo disponible en la edición especial en DVD de «A Todo Gas», comercializada tres días antes del estreno de «2 Fast 2 Furious». Si queréis conocer más detalles de cómo se grabó ese corto y qué coches se usaron, os recomiendo ver el vídeo publicado por el productor de la película, explicando todos los detalles.