En unos meses habrán pasado cuatro años desde que se destapara uno de los mayores escándalos de la industria del automóvil, el denominado como Dieselgate. Un escándalo que no solo tendría consecuencias para su protagonista, para Volkswagen, generando una ola que ha afectado a todos los fabricantes, y que ha situado al diésel en el centro del debate político. Mientras tanto, el verdadero problema de los diésel en Europa sigue sin resolverse. Transport & Environment recordaba estos días que más de 33 millones de «diésel sucios» siguen en las carreteras europeas y que el mercado único europeo está facilitando que esos diésel contaminantes se mantengan en circulación.
33 millones de «diésel sucios» siguen en las carreteras
No es necesario profundizar demasiado en las cifras que proporciona T&E para entender que no todos los coches que consideran como «diésel sucios» se corresponden con aquellos que fueron llamados a revisión y reconocidos como fraudulentos por Volkswagen. En los últimos años, se comprobaron algunas irregularidades en la homologación de muchos diésel de otros fabricantes. Por otro lado, T&E extiende la definición de «diésel sucio» ya no solo a aquellos coches con motores de gasóleo que fueron homologados irregularmente, sino también a todos los que emiten el doble de NOx en las pruebas NEDC, y el triple en las pruebas RDE.
La definición de «diésel sucio» que, por lo tanto, se hace en este caso, supondría que según T&E un tercio del parque de coches diésel de Europa es considerado como «diésel sucio». De todos ellos, sí se habrían aplicado soluciones sobre al menos 10 millones de diésel. Soluciones que en la mayoría de los casos se han aplicado a los motores de Volkswagen afectados por el escándalo de 2015, y en los que se habrían aplicado correcciones en el software de la centralita.
El otro problema del diésel y el mercado común
T&E alerta de otro problema no menos importante que se está generando con estos diésel y que tiene que ver con eso que, desde el punto de vista económico, se conoce como la Europa de las dos velocidades. La lucha contra los problemas medioambientales que están acusando muchas ciudades europeas, y que sobre todo tiene que ver con las emisiones de NOx, también se está librando a varias velocidades.
Mientras algunos países, incluido el nuestro, están tratando de resolver el problema, y ciudades como París, Madrid, o Hamburgo, ya han establecido restricciones a los diésel más antiguos, en el centro y el este de Europa no se están llevando a cabo medidas de este tipo. Como consecuencia de ello, T&E alerta de que muchos diésel antiguos y contaminantes están encontrando una segunda vida en países como Polonia, que únicamente en 2017 recibió más de 350.000 diésel de este tipo en 2017 procedentes de Alemania.