Sí, los SUV están hasta en la sopa, pero son el segmento de moda y, nos gusten más o menos, tienen también sus cosas positivas. De hecho, el Ford Kuga ha intentando convencerme de que así es con una baza sumamente trascendente en los tiempos oscuros que hoy en día acontecen: una mecánica híbrida enchufable. Así es, he estado conviviendo durante una semana con el SUV PHEV de Ford para responder a dos preguntas: ¿realmente es una opción plausible un SUV híbrido enchufable en ciudad? Y dos, ¿tiene sentido este maridaje en un coche enfocado para un uso en autopista? Vamos a conocer a las respuestas.
No es ninguna novedad la presencia de un SUV híbrido enchufable en el mercado, puesto que se está masificando cada vez más dicha combinación. Pero el Ford Kuga quiere demostrar que su viabilidad es buena y que merece ser reconocido como una alternativa lógica. Aún así, vamos a descubrir los argumentos del SUV americano para poder ganarse dicho beneplácito.
¿Es un PHEV? Sí, y discreto
Ford Kuga
Por norma general, las marcas abogan por diseños futuristas y más propios de una nave espacial para concebir a sus coches eléctricos e híbridos tras excusarse con la premisa de que requieren de un mayor trabajo aerodinámico. No es mentira, pero desde luego Ford no ha llevado jugadas extrañas a la hora de concebir al Kuga PHEV, modelo que se mantiene fiel al diseño original y que muestra pocas diferenciaciones.
El diseño es subjetivo y podrá gustaros más o menos, pero he de reconocer que el hecho de que no sea estrafalario en esta variante híbrida enchufable es algo que agradezco. El frontal está gobernado por una parrilla cromada por cortesía del acabado Vignale que equipaba la unidad y unos faros ovalados con tecnología LED.
El lateral hace gala de unas llantas de 18 pulgadas -medida sorprendentemente «pequeña» para un SUV y rasgo que una vez más agradezo-, barras en el techo cromadas y el único rasgo que puede desvelar su condición de híbrido enchufable: la trampilla para la boca de carga situada en el lateral delantero izquierdo.
Por último pero no por ello menos importante la zaga, donde cobran protagonismo dos pilotos de considerables dimensiones alargados y anchos así como una defensa custodiada por dos salidas de escape de verdad de la buena ¡en un híbrido enchufable! Gracias, Ford.
Un habitáculo agradable, funcional y mejor rematado de lo que uno espera
Lo cierto es que la vida a bordo del Ford Kuga PHEV es más agradable de lo que creía. La posición de conducción es alta como la de todo SUV que se precie, así como la visibilidad, que es buena en prácticamente cualquier ángulo. Lo primero que nos recibe es un volante completamente redondo de buen tacto, y que se encarga de salvaguardar a un cuadro de mandos digital con luces y sombras.
Este se encuentra integrado en una pantalla de 12,3 pulgadas y, aunque su respuesta es rápida y fluida y proporciona información más que necesaria, los gráficos dejan algo que desear y su personalización es más bien escasa si la comparamos con la de la competencia. Por encima de esta nos topamos con la cubierta del salpicadero rematada en plástico blando y que confluye en la pantalla del sistema de infoentretenimiento.
Se trata de una pantalla de 8 pulgadas con funcionalidad táctil pero arropada por una hilera de botones físicos que se agradecen y mucho. Su comportamiento es fluido e intuitivo, así como la respuesta, que es rápida de la mano de unos menús fáciles de entender. Contamos con la posibilidad de conectar nuestro smartphone por medio de Apple CarPlay o Android Auto y la única pega que realmente le encuentro es su posición, que es demasiado recta para mi gusto y resulta algo complicado visualizar la información desde el puesto del conductor.
Las plazas posteriores son generosas, permitiendo que dos adultos de prácticamente cualquier envergadura viajen con comodidad. Esto se debe, en parte, a que la presencia de las baterías no afecta al espacio interior, simplemente reduce la altura libre al suelo al posicionarse en los bajos del Kuga. Con todo esto, contamos con altura tanto para la cabeza como para las rodillas en los asientos laterales, dejando una plaza central algo más escueta aunque con comodidad para los pies gracias a un túnel de transmisión no demasiado marcado.
El maletero sí que se encuentra ligeramente penalizado por su condición de híbrido enchufable. Y es que en las variantes de combustión del Kuga, gozaremos de un espacio de carga de 475 litros, mientras que en el PHEV se reduce hasta los 411 litros. Esto no impide seguir disfrutando de unas formas regulares y de una boca de carga completamente plana, aunque bien es cierto que la capacidad se queda corta teniendo en cuenta las dimensiones del coche.
Una conducción agridulce
Pero, al fin de cuentas, el verdadero punto álgido de toda prueba lo encontramos en la parte dinámica. ¿Y cómo va el Ford Kuga PHEV? Pues lo cierto es que me ha dejado un sabor agridulce después de haber convivido con él durante una semana, principalmente por mostrar una cara muy sosegada y apaciguada predispuesta a llevarnos con tesón y comodidad por el mundo urbano; pero también existe otra más basta y ruda que no termina de hacer que el SUV americano sea todo lo redondo que podría ser. Permitid que me explique.
Antes de entrar en materia es necesario conocer al maridaje mecánico que se encarga de dar vida a esta versión del Kuga. Concretamente en las entrañas del SUV de Ford nos topamos con motor de combustión de cuatro cilindros atmosférico y 2.5 litros con ciclo Atkinson que, en combinación con un motor eléctrico, desarrolla 225 CV de potencia. A esto debemos sumarle una batería de iones de litio de 10,6 kWh que, según el ciclo WLTP, nos permite cubrir un total de 56 kilómetros. Pero ahora entremos en cómo se traslada todo esto al asfalto.
Respondiendo a la primera pregunta que sugería al principio sobre si el Ford Kuga PHEV es realmente un buen coche para ciudad, la respuesta es sí. Cuando circulamos en modo híbrido, el SUV americano nos plantea una conducción sumamente agradable, alternando con inteligencia entre el motor de combustión y el eléctrico. La suavidad es la principal premisa del Kuga, dejando que una suspensión con un tarado bastante neutral absorba con diligencia los baches y badenes de la urbe así como permitir que una dirección comunicativa pero poco directa nos guíe por todas las calles.
Bien es cierto que podemos sufrir ciertos estragos a la hora de maniobrar o afrontar zonas angostas, pero las ayudas a la conducción del Kuga velarán por nuestro bienestar, dejando que solo suframos a la hora de estacionar en según que plazas. Pero, ¿qué pasa cuando decidimos engranar el modo de conducción totalmente eléctrico?
He de decir que el Kuga sorprende por su autonomía honesta, el cual me ha permitido recorrer un total de 52 kilómetros hasta agotar la batería, acercándose con suma pericia a la declarada por el ciclo WLTP. En este modo, el Ford Kuga ofrece una respuesta contundente como buen coche animado por un motor eléctrico, aunque no dejamos de lastrar un total de 1.844 kilos que se notan.
En ciudad resulta sumamente agradable acceder a este modo, siendo el campo más lógico para activarlo. En carreteras secundarias y en autopista, carece de sentido al apenas permitirnos cubrir 52 kilómetros excepto que vayamos a recorrer distancias cortas y no queramos consumir gasolina. Y es que en autopista -y respondiendo a la segunda pregunta- el Kuga no brilla tanto pese a ser un coche con un planteamiento ideal para realizar largos viajes, pero tal vez no con esta variante mecánica.
En condiciones óptimas -es decir, con ambos motores funcionando a pleno rendimiento-, el Ford Kuga ofrece una gran fuerza para realizar adelantamientos al igual que da prioridad al confort de la mano de una suspensión que vuelvo a elogiar y una buena insonorización. Sin embargo, la situación se tuerce cuando la batería se acaba y, por ende, el motor eléctrico dejar de ofrecer apoyo.
La comodidad sigue latente, pero se nota que al motor de combustión le cuesta por sí mismo remolcar a los casi 1.900 kilos que declara el Kuga PHEV sobre la báscula. A su vez, el cambio CVT se encarga por revolucionar el motor en exceso cuando requerimos potencia, dejando una sensación algo áspera y brusca por parte del tetracilíndrico y que no termina de cuajar sin la ayuda del propulsor eléctrico.
Conclusión
Entonces, ¿estamos ante un coche apto para la ciudad pero sin demasiados requisitos para serlo? Lo cierto, y aunque suene contraproducente, es que en cierta manera sí. Conduciendo en modo híbrido podemos registrar un consumo irrisorio de 4,6 litros/100 km y será aquí donde más ventajas saquemos a la etiqueta CERO que luce en su parabrisas. Sin embargo, debemos tener en cuenta que es un SUV de cierta envergadura, por lo que aparcar o callejear por ciertas calles estrechas no será tan agradable como puede sugerir su esquema mecánico.
En autopista, que es donde brilla el Kuga por comodidad, su versión PHEV no es la ideal para este entorno al terminarse la batería rápidamente y dejar un peso total que se atreve a coquetear con las dos toneladas de la mano de un cambio que no ayuda demasiado a una conducción sosegada y a un motor que sin el soporte del propulsor eléctrico se muestra perezoso y al que le gusta ir alto de vueltas en cualquier circunstancia.
Entonces, ¿merece la pena el Ford Kuga PHEV? Debemos tener en cuenta que esta motorización asociada al acabado Vignale tiene un precio de 40.595 euros. Las ventajas de la etiqueta CERO están presentes, y tiene su lógica si tenemos una toma de carga en el trabajo o en casa que, en caso de ser una toma doméstica, debemos afrontar una carga de unas 6 horas, mientras que con un wallbox se reduce hasta las tres horas y media.
Si contamos con la posibilidad de cargarlo en casa o en el trabajo, realizamos recorridos urbanos con asiduidad, necesitamos de espacio para cuatro pasajeros y cubrimos trayectos interurbanos no demasiado largos, puede que el Kuga PHEV encaje en nuestros planes. De lo contrario, puede ser más inteligente optar por una variante FHEV.