Ya hemos probado el nuevo Mazda CX-30, en su versión Skyactiv-G de 122 CV gasolina y hemos podido conducirlo por las carreteras de Alemania y podemos contarte todo sobre esta «versión SUV» del nuevo Mazda 3. El Mazda CX-30 mide 4,40 metros de largo, entrando de lleno en la categoría de SUV compactos con un tamaño exterior parecido a un SEAT Ateca, un Nissan Qashqai o un Peugeot 3008, pero con un enfoque más Premium por calidades y precio que lo podría enfrentar perfectamente con un BMW X2. Es un coche diferente al resto, que llega al mercado en septiembre 2019 con un precio desde 27.500 €, al que habrá que restar el correspondiente descuento.
El nuevo Mazda CX-30 se presenta con la carta de la dinámica y la alta calidad bajo el brazo. Respecto a la calidad, siendo un coche prácticamente idéntico por dentro a un Mazda 3, tengo pocas dudas de que compite con los mejores, pero respecto a su dinámica está por ver si llega al nivel del Mazda 3 o a qué distancia se queda.
Mazda CX-30
En cualquier caso, tendrá que justificar un claro sobreprecio que los sitúa por encima de sus rivales generalistas y algo por debajo de sus rivales premium. Vamos a ver si lo logra.
Diseño del Mazda CX-30
El CX-30 viene a llegar el hueco que existía entre el Mazda CX-3 y el Mazda CX-5, y lo hace con un cambio de denominación que posiblemente se extienda a toda la gama SUV de Mazda, si bien este dato está por confirmar.
La estética exterior del CX-30 es muy similar a la del Mazda 3, aunque existen claras diferencias sobre todo en el perfil y en la parte posterior. Concretamente, el pilar C es más estrecho, la curva del techo es menos pronunciada y el portón es mucho más grande.
Como gran protagonista, nos encontramos con una franja de plástico negro que contribuye a agrandar visualmente la altura al suelo y los pasos de rueda, aportando una estética claramente de crossover.
El interior, en cambio, apenas sufre variaciones con respecto a su hermano compacto, del que hereda prácticamente todo el salpicadero y todos los mandos. La sensación de amplitud es mayor, sobre todo para los pasajeros posteriores, y el maletero alcanza la modesta cifra de 430 litros, un volumen que rivaliza con el nuevo Peugeot 2008 o Renault Captur, pero que se queda algo por detrás de su propia categoría teórica.
El CX-30 mantiene el excelente puesto de conducción del Mazda 3, aunque en este caso el conductor va algo más elevado. El coche te envuelve como si lo llevaras puesto y en todo momento te sientes integrado con él. El asiento es muy cómodo, tiene una excelente sujección lateral y la regulación de asiento y volante permiten una postura perfecta que se puede encontrar fácilmente.
Las calidades del interior son realmente buenas, al nivel de Audi, Mercedes o BMW, si bien el diseño es bastante más sobrio y deportivo, huyendo de lo superfluo y centrándose siempre en un enfoque minimalista.
El cuadro de mandos, idéntico al del Mazda 3, es analógico y clásico, aunque la esfera central sea digital y permita una mínima configuración.
Dinámica del Mazda CX-30
La versión probada es el Skyactiv-G de 122 CV con cambio manual, la motorización básica y posiblemente la más recomendable, sobre todo por su silencio y su eficiencia. Aunque las cifras prestacionales sean modestas, este gasolina atmosférico mueve con soltura el coche y estira con un buen sonido, aunque le falta carácter en toda la gama de revoluciones.
El CX-30 cuenta con los mismos motores que el Mazda 3: Skyactiv-G (122 CV), Skyactiv-D (116 CV diésel) y Skyactiv-X (180 CV)
En el momento de lanzamiento está también disponible la versión Skyactiv-D con 116 CV diésel y en octubre llegará la versión Skyactiv-X de gasolina con 180 CV, una versión que significará un plus de unos 4.500 € sobre el Skyactiv-G y cuya respuesta no es tan contundente como la cifra de potencia absoluta podría sugerir.
Respecto al motor Skyactiv-X de 180 CV puedo decir que, habiéndolo probado en un Mazda 3, encuentro excesiva la diferencia de precio puesto que su respuesta es casi indistinguible de la versión de 122 CV en la zona del cuentavueltas que má vamos a utilizar, marcando la diferencia sólo cuando lo exprimimos al máximo.
Al volante, el Mazda CX-30 no defrauda, sino que sorprende para bien. La forma más sencilla de contarlo es que hereda el magnífico comportamiento del Mazda 3, sin perder prácticamente nada de agilidad, estabilidad y seguridad en curva. Los apoyos se suceden sin prácticamente balanceo, la dirección es precisa y comunicativa y la sensación de control es total.
Posiblemente estamos ante uno de los mejores SUV compactos del mercado en lo tocante a comportamiento y tacto de conducción, al nivel de un SEAT Ateca, un Peugeot 3008 o incluso por encima. Posiblemente su objetivo sea más bien el BMW X2 por enfoque, comportamiento y formato y creo que tampoco tiene nada que envidiarle ni en calidad de construcción ni dinámicamente.
En realidad, con todos los ingredientes que pone sobre la mesa el Mazda CX-30 no hace falta más motor para disfrutar de verdad al volante. Se agradecerían más caballos, pero se puede vivir sin ellos.
Este coche se conduce con una sonrisa, sobre todo en carreteras de curvas y, precisamente por esa falta de potencia absoluta y capacidad de recuperación, es un coche más exigente con el conductor y el cambio de marchas, algo que muchos sabrán apreciar como parte de la experiencia.
Conclusiones
El Mazda CX-30 es un producto delicioso, como nos tiene acostumbrados la marca en los últimos años. Su estética es muy atractiva, su formato suficientemente práctico y su dinámica conquistará a quien sepa apreciar un excelente chasis.
Como claras barreras para su compra estarían su limitado espacio interior, especialmente en el maletero y un precio de nivel Premium, a medio camino entre sus rivales generalistas y los pesos pesados alemanes, un precio que no todo el mundo estará dispuesto a pagar por una marca que, de momento, no pesa lo mismo que cuatro aros o una estrella en el capó.
En cualquier caso, es un SUV para aquellos que no quieren tener un SUV pero sí necesitan algo más de espacio que el que ofrece un compacto, sin perder un ápice de diversión al volante.