Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea. Bajo la definición de perfecto de la Real Academia Española, el coche perfecto debería ser impecable en las características y cualidades que definamos como óptimas. La definición de coche deportivo perfecto no es única ni inmutable. Depende de lo que cada persona considere un coche deportivo. Los más puristas pensarán en un coche como el Mazda MX-5, mientras que los fans de los deportivos compactos podrían pensar en un misil tierra-tierra de 400 CV, repleto de automatismos. Sé que esta prueba no será del agrado de todos, pero en ella quiero tratar de averiguar si existe el coche deportivo perfecto. Y si ese coche podría ser el Porsche 911 Targa 4 GTS que he podido disfrutar durante unos días.
Targa, la denominación más mágica de la saga 911
El primer Porsche 911 Targa nació en 1967, y en el fondo, fue un coche casi improvisado. Para cumplir con los requisitos antivuelco en Estados Unidos, Porsche se vio obligada a instalar un arco metálico sobre el habitáculo, y aprovechó para cubrir de cristal el espacio que dejaba tras de sí. El nombre hacía referencia a la mítica Targa Florio siciliana, una de las competiciones más icónicas de la época. El resultado final podría haber parecido un “apaño”, pero el 911 Targa les salió tan bonito que pronto se convirtió en una de las carrocerías más populares de la gama del Porsche 911. Hasta tal punto fue su popularidad, que todos los 911 han tenido versiones Targa. No obstante, los Targa también tuvieron una era oscura y poco atractiva.
Desde el 964 hasta el 997, los Targa pasaron a ser versiones del 911 con poco más que un techo solar sobredimensionado. Solo los 991 volverían a recuperar la estética clásica de los Targa, convirtiendo su propuesta modernizada en el híbrido perfecto entre un cabrio con techo de lona y un coupé. La unidad que recogía en Madrid, en un día gris y lluvioso, estaba pintada en un precioso Miami Blue, y en su zaga la denominación Targa venía acompañada de la coletilla “4 GTS”. Dentro de la gama de los Porsche 911, las versiones GTS son un punto intermedio entre las versiones Carrera S y las versiones Turbo. Una suerte de “GTI”, combinando un uso diario con un extra de purismo y deportividad – lee aquí nuestra prueba de toda la gama GTS de Porsche.
Por tanto, estamos ante la versión más deportiva y rápida de la gama Targa, que no está disponible en sabores Turbo. He de deciros que el corazón se me aceleró cuando vi el vehículo. A través de sus llantas monotuerca vislumbraba el equipo de frenado del 911 Turbo, y aunque es tan musculoso como un 911 Carrera básico, siguen impresionándome sus marcadísimos pasos de rueda. Aunque amenazaba lluvia, lo primero que hice tras subirme al habitáculo fue abrir la capota. Se despliega en poco más de 10 segundos, mediante un baile mecánico que fascina a propios extraños y que gira aun más cabezas si hay “público”. Por cierto, al contrario que un 911 Cabriolet, la capota del Targa no puede quitarse en movimiento.
Antes de arrancar el motor, vuelvo a quedar, una vez más, anonadado por la tremenda calidad interior del habitáculo. Los ajustes son sensacionales y los materiales refuerzan la sensación de deportividad que nos hace vivir un 911 con apellido GTS: el Sport Chrono Pack es de serie, al igual que la tapicería de Alcantara de salpicadero y volante, o el recubrimiento metálico que recorre el ancho del vehículo. Me podría quedar embobado durante media hora recreándome en su habitáculo, pero las ganas de conducir me pueden. En vez de un arranque por botón, debo girar un pequeño mando, que como marcan los cánones, está situado a la izquierda del volante. Hay detalles históricos que jamás deberían perderse.
Al volante del Porsche 911 Targa 4 GTS: ¿es capaz de emocionar a un petrolhead?
El motor bóxer de seis cilindros despierta al instante, mientras su pesado ralentí inunda la cabina. Este motor biturbo de tres litros desarrolla 480 CV de potencia, y aunque se puede incluso asociar a un cambio manual – un 911 Targa manual se acerca a la definición de nirvana para un petrolhead – la unidad que estoy probando presume de una caja de cambios PDK de doble embrague y ocho relaciones. Me pongo en marcha y mi primera tarea consiste en un viaje de 500 km por autovía y carretera hasta mi domicilio en Asturias. Este es un coche construido para viajar cómodamente por la Autobahn y la prueba es que a 120 km/h, el bóxer gira poco por encima de las 1.500 rpm. A 150 km/h estaremos rozando las 2.000 rpm – toda una declaración de intenciones.
A ritmos legales el consumo de este bóxer llega incluso a ser contenido: ha firmado 8,5 l/100 km en mi ciclo habitual de consumos. Esta cifra es excepcional, teniendo en cuenta que acelera hasta los 100 km/h en 4,3 segundos y tiene casi 500 CV. En carretera demuestra un aplomo impertérrito, y los pocos tramos de carretera que puedo hacer en este viaje van dejando entrever la calidad de rodadura del vehículo y su excepcional equilibrio dinámico. Al llegar a Gijón, comienzo a ver lo mucho que llama la atención el vehículo y lo mucho que destaca en mi humilde garaje comunitario. Incluso me llegan fotos por ciertos grupos de WhatsApp de aficionados a los coches, que ignoraban que estaba probando este coche por tierras asturianas.
Al día siguiente, tras una comida tradicional en un restaurante en Avilés, decido irme hasta Luarca por la antigua N-632. Ahora en desuso, tiene un firme casi perfecto y combina de forma magistral curvas rápidas con zonas muy reviradas. Es uno de los mejores territorios donde probar un Porsche 911. El Targa 4 GTS es el 911 más pesado, a causa de su carrocería y su sistema de tracción total. En orden de marcha supera los 1.700 kilos. La unidad probada no cuenta con eje trasero directriz ni frenos carbonocerámicos, pero sí dispone de un arsenal técnico capaz de doblar las leyes de la física: suspensión adaptativa PASM, autoblocante de control electrónico PTV (Porsche Torque Vectoring) y un práctico selector de modos de conducción.
Es este selector el que transforma la experiencia de conducción del coche. En sus modos más tranquilos el 992 Targa es un coche refinado y cómodo, pero en los modos Sport y Sport+, los escapes comienzan a bramar, la suspensión se endurece y la respuesta del acelerador y el motor es mucho más instantánea. El 911 Targa pierde menos rigidez que un Cabriolet, y esto es patente en la forma en que digiere las curvas. Es fulgurante en curvas rápidas y curvas de radio medio, pero no se amilana en las curvas más lentas. No subvira. No sobrevira. Aunque las inercias se dejan ver, el ritmo al que es capaz de enlazar curvas parece indicar que algún ingeniero de Porsche ha hecho un pacto con el Diablo. Esto solo puede definirse como magia negra.
Bromas aparte, el Porsche 911 es un portento técnico. Su ancho de vías es comparable al de un 911 Turbo de la anterior generación y los límites de su chasis solo pueden salir a relucir en circuito – donde solo un supercoche lo podría igualar en eficacia. En un tramo revirado asturiano, me atrevería a decir que nunca iremos por encima del 60% de lo que el coche es capaz de ofrecernos. El límite, lógicamente, lo marca el conductor y su apego por los puntos de su carnet. El motor tiene un empuje constante y lineal, y se estira con comodidad por encima de las 7.000 rpm. Los cambios de marcha vuelven a demostrarnos que la PDK es la mejor caja de cambios de doble embrague del mercado – incluso rodando en modo automático, sin usar las levas.
Todo esto nos hace reflexionar sobre lo que es emoción al volante. ¿Es conducir un coche rapidísimo por debajo de sus posibilidades más emocionante que llevar al límite un coche más lento? El 911 Targa 4 GTS es emocionante, pero si no lo llevas a un circuito, será muy difícil que lo hagas deslizar o que puedas explorar sus límites con un mínimo de seguridad. En ese sentido, quizá es un coche de calle demasiado perfecto. La definición de coche deportivo perfecto es muy variable. El Porsche 911 “tiene el mayor grado de excelencia en su línea” y demuestra una vez más que es un deportivo imbatible en prácticamente todos los aspectos. Quizá es demasiado perfecto, pero su propia existencia, a día de hoy, debería ser celebrada.
¿Existe la perfección?
Mi padre solía decir que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Bajo la filosofía japonesa del wabi-sabi, la perfección no existe, y ni siquiera es una cualidad a la que debamos aspirar. Entre los motivos que arguyen está la naturaleza transitoria de todos los bienes materiales, y su estado siempre inacabado, siempre incompleto. Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Porsche ha seguido fiel a la receta original de su 911. Una receta imperfecta, derivada de los orígenes de la marca, que nació tomando como base la plataforma de motor trasero de un primitivo Volkswagen Escarabajo. Casi 60 años después se han mantenido fieles a su propuesta original, mejorándola hasta donde la técnica ha permitido, con el objetivo de conservar su esencia histórica y su tradición.
Esta épica tendría aun más sentido si estuviésemos analizando un coche japonés, pero en este caso estamos ante un coche alemán que bien parece haber seguido la filosofía wabi-sabi. Por fortuna, podemos concluir que el Porsche 911 no es un coche perfecto. Y creo que nunca lo será, afortunadamente. La perfección no existe en un mundo en constante cambio. No debería existir. Quizá el ideal de coche deportivo del siglo XXI es una máquina eléctrica de perfecto reparto de pesos y cero emisiones, gobernada por un software de última generación. Esa no es, ni nunca será, mi definición de deportivo perfecto. Quiero pensar que Porsche dejaría antes de fabricar el 911, o lo llamaría de otra forma, antes que traicionar sus principios.
El Porsche 911 aspira a la excelencia en todas sus facetas, la alcanza en prácticamente todas, respeta sus valores primigenios y está en constante evolución. Ese compromiso, este respeto a su pasado, sin ir mas lejos, es el que ha impulsado a Porsche, por ejemplo, a desarrollar y apoyar la producción de combustibles sintéticos. El Porsche 911 es capaz de emocionar a propios y extraños, y demuestra una vez más que la forma que tiene Porsche de entender la deportividad es capaz de convencer al más acérrimo de los petrolheads – siempre que tenga unos bolsillos bien profundos. Además, si el Targa 4 GTS no te convence, existen sabores – como Turbo, o GT3 – que satisfarán a los que busquen otro tipo de sensaciones.