Actualmente la política y la economía mundial atraviesa un proceso de cambios y mucha incertidumbre. El proteccionismo ha entrado en la agenda de algunos de los jugadores más importantes del entorno global, muchos de los acuerdos en los que se había trabajado desde hace años para romper las barreras en la importación y la exportación pueden hacerse añicos. De ahí que no deje de ser una noticia importante que dos potencias mundiales, como Japón y la Unión Europea, estén en vías de entendimiento para firmar un acuerdo comercial que afectará, sobre todo, a la industria del automóvil. El acuerdo, que muchos ya se han apresurado a bautizar como queso por automóviles, está cada vez más cerca, ¿pero cómo afectará a la industria del automóvil? ¿cómo nos afectará si queremos adquirir un coche japonés?
La razón por la cual este acuerdo ha sido bautizado como queso por automóviles es bastante obvia. El mayor beneficio que puede obtener Japón tiene que ver con la reducción de las tarifas a la exportación de sus automóviles a Europa, y eliminar el arancel del 10% con que están gravados actualmente. El objetivo de la Unión Europea no es otro que conseguir que Japón rebaje sus restricciones a las importaciones de productos agrícolas y ganaderos, incluidos el vino, el cerdo o, como te habrás podido imaginar, el queso.
Los intereses de la industria del automóvil japonesa en Europa son evidentes. Los de la Unión Europea en Japón, aún más obvios, en un país especialmente proteccionista con los productos agrícolas locales y un acuerdo que se beneficiaría aún más por la deriva proteccionista de Estados Unidos, que también amenaza a los acuerdos firmados con el País del Sol Naciente.
Japón y la Unión Europea han mantenido conversaciones desde 2013. Finalmente este mes se habría llegado a un principio de acuerdo (ver noticia en BBC). Las conversaciones, en cualquier caso, proseguirán hasta finales de año para llegar a un acuerdo definitivo.
Por otro lado, también hemos de tener muy en cuenta de que las consecuencias de este acuerdo se vislumbrarán en un plazo aún mayor, de años, e incluso décadas. Este acuerdo planteará cambios tan importantes como la reconversión y la liberalización en algunos sectores, especialmente en el sector agrícola y ganadero en Japón. Cambios que requieren de una transición suave, y que podrían producirse progresivamente durante un periodo de hasta 15 años.
Las consecuencias para la industria del automóvil en Europa no parece que vayan a ser dramáticas, ni mucho menos, y probablemente se beneficiarán también de un acceso con menos trabas y aranceles al mercado japonés de sus automóviles. Aunque evidentemente, los fabricantes japoneses serían a partir de ahora un rival más competitivo en Europa.
El beneficio final para el cliente que adquiera un vehículo japonés llegará derivado de la mayor capacidad de los fabricantes de Japón para ajustar los precios de sus productos. Lo cual no quiere decir necesariamente que sus precios vayan a reducirse significativamente. Y es que siempre hemos de ser conscientes que el precio de un coche no lo marca necesariamente su coste, sino lo que estamos dispuestos a pagar por él. Y la evolución de los precios de los automóviles japoneses seguirá estando marcada por el precio de los productos de sus rivales.