El uso de hidrógeno como combustible gana cada vez más fuerza en la industria del automóvil. Si bien el hidrógeno siempre había sido planteado como parte de la tecnología de pila de combustible, su uso en motores de combustión interna gana adeptos, incluso para plantear la reconversión. Mantener con vida los coches diésel y gasolina gracias a la reconversión a hidrógeno no es una utopía, y tanto es así, que puede que en pocos años veamos a los primeros coches con motores a hidrógeno circulando por nuestras calles.
El coche eléctrico a baterías avanza de forma imparable como alternativa a los motores de combustión interna, una tecnología que pese a sus limitaciones, se ha convertido en la mejor receta para descarbonizar nuestras ciudades. Esa misma electrificación también es posible a través del uso de una pila de combustible de hidrógeno como bien demuestra el Toyota Mirai, sin embargo el elevado coste de producir hidrógeno, la falta de infraestructura de repostaje y los escasos apoyos de la industria automovilística por esta idea, hacen que la pila de combustible no pueda hoy por hoy competir con los eléctricos a baterías.
Ante esta situación, fabricantes como Toyota, Yamaha, Subaru, Mazda, Kawasaki o Punch Powetrain están impulsando el uso de hidrógeno como combustible. Esta idea, que no es precísamente nueva, consiste en la adaptación de motores tanto diésel como gasolina, para quemar hidrógeno, lo que permite mantener con vida los propulsores de combustión interna para todo tipo de aplicaciones: transporte privado, pesado, aplicaciones marítimas, etc.
Teniendo en cuenta los diferentes prototipos que ya han sido presentados por parte de Toyota (1.6 L4 Turbo), Yamaha (5.0 V8 atmosférico) y Punch Powertrain (6.6 V8 Turbo), lo que nos encontramos son motores ya en producción que han sido reconvertidos a través de una mínima adaptación: inyectores, pistones, encendido, ECU, etc. De este modo, el coste de esta reconversión es asumible, tanto para pensar en un producción en masa, como para plantearse incluso la reconversión de los motores de coches viejos.
La retrocompatibilidad está cada vez más presente en los fabricantes automovilísticos, pues el salto a la electrificación está condenando a los coches más viejos. Y es justo ahí donde entra en escena el uso de gasolina y diésel sintéticos o el hidrógeno, abriendo una puerta muy interesante, aunque aún hay mucho trabajo por hacer para garantizar la compatibilidad de esos motores.
Los grandes desafíos del uso de hidrógeno como combustible siguen estando en la fiabilidad de esos motores, al no estar diseñados orginalmente para ese uso, el alto consumo de hidrógeno (que hacen a la pila de combustible muchísimo más eficiente), la penalización en espacio que supone el uso de grandes tanques cilíndricos a muy alta presión (700 bares) y la escasez de puntos de repostaje, también conocidos como hidrolineras o hidrogeneras.