España tiene un problema con las rotondas que, desde mi punto de vista, sólo se podría solucionar con (mucha) pedagogía y concienciación para todos los implicados: no, no sólo hablo de vehículos. Todas las glorietas tienen el mismo cometido aunque no sean iguales en forma así que hoy planteamos un reto más complicado todavía: ¿cómo hay que circular por una rotonda que incluye un carril-bici?
En los últimos días, este tipo de intersecciones son uno de los temas de conversación en Bilbao. La plaza del ayuntamiento estrena novedades en la infraestructura que regula la circulación en ese punto de la ciudad. Está situada en pleno centro, a ella llegan cuatro vías y conecta varios barrios del norte con los del sureste: sí, hay mucho tráfico. A esta concentración de vehículos a motor ahora hay que sumar la presencia de las bicicletas: la rotonda cuenta con un carril bici.
Su implantación ha generado puntos de vista opuestos: los ciclistas denuncian su peligrosidad y los dirigentes de la ciudad apuntan que lo que hay que cambiar no es la rotonda, sino la concienciación de los conductores respecto a estos vehículos de dos ruedas. Los primeros no respetan la prioridad de los segundos ni al entrar en la glorieta ni al salir de ella: ¿os suena de algo esta situación?
Las rotondas holandesas
Este tipo de intersecciones se han convertido en uno de los principales obstáculos para los ciclistas urbanos: también en uno de los más peligrosos ya que buena parte de los accidentes protagonizados por las bicicletas tienen lugar en este escenario. A nivel de infraestructura, una glorieta es un problema difícil de resolver en un eje ciclista. Razones por las que se crearon las rotondas que incluyen un carril-bici con el objetivo de dar más visibilidad (y seguridad) a estos usuarios.
La idea es buena, pero no es nueva: estamos ante una rotonda holandesa, un concepto que como podéis imaginar nació en Países Bajos. No es de extrañar si tenemos en cuenta que es uno de los países europeos con más ciclistas y con mayores infraestructuras para este colectivo: por ejemplo, los kilómetros de carril-bici en Ámsterdam son casi los mismos que los destinados a los vehículos de motor. Y a esto hay que añadir otras soluciones más especiales como este tipo de glorietas.
¿Cómo circular en una rotonda holandesa?
La rotonda holandesa tiene el mismo esquema que una convencional, pero añade un anillo ciclista en su perímetro que, además, esta segregado. O lo que es lo mismo: las bicicletas circulan por un carril-bici que está separado del resto de la glorieta por isletas de, al menos, un metro. De esta manera, el tráfico es más seguro para todos los implicados.
Esta es su principal característica, pero no la única. Los cruces de esta vía específica con el resto de carriles se hacen junto a los pasos peatonales para dotarles de mayor protección: eso sí, los ciclistas deben circulan por el interior ya que la prioridad en estos puntos es de las personas que van a pie.
A pesar de lo particular de esta configuración, la circulación es igual que en cualquier rotonda e imperan las mismas normas: la prioridad es de los que ya están en ella, hay que circular por los carriles interiores hasta que lleguemos a nuestra salida que será el momento en el que debamos cambiarnos al exterior para abandonar la intersección señalizando cada uno de estos cambios. Eso sí, la prioridad en este carril-bici (como en todos) será de las bicicletas.
¿Y si no hay carril-bici?
Cuando no existe carril-bici en una rotonda, algo habitual en España, las bicicletas deben ser tratadas como cualquier otro vehículo: también cuando circulan en pelotón. En este caso particular, el Artículo 64 del Reglamento General de Circulación explica que el grupo de ciclistas deberá ser tratado como si se tratara de un único vehículo: cuando el primero entre la glorieta, tendremos que esperar a que el último haya pasado para acceder.