Corría el año 2004, y Saab quería entrar en el segmento compacto del mercado estadounidense. Audi acababa de lanzar el A3 de cinco puertas, y a Acura le iba genial con los Integra y RSX. Se rumoreaba que BMW lanzaría un compacto, que acabaríamos conociendo como BMW Serie 1. Saab tardaría cinco años en desarrollar un coche más compacto que el Saab 9-3 y, para entonces, ya sería tarde a nivel competitivo. Ya bajo los auspicios de General Motors, pidió ayuda a Detroit. Por aquél entonces, General Motors poseía el 20% de la japonesa Subaru.
Para evitar el coste y el tiempo de desarrollar un coche más pequeño que el 9-3, Saab y General Motors decidieron recurrir al “badge engineering”. En plata, modificar ligeramente un vehículo de una marca, para venderlo bajo otro paraguas comercial. El vehículo elegido fue el Subaru Impreza Wagon, un familiar compacto de cinco puertas fabricado por Fuji Heavy Industries en Japón. Aunque pareciera una decisión curiosa, en el fondo, tanto Saab como Subaru tenían clientes similares, además de estar a caballo entre el segmento generalista y el segmento premium.
Desde Suecia tenían claro que el Subaru Impreza Wagon necesitaría no pocos cambios para convertirse en un producto que cumpliese sus estándares. Estoy seguro de que a más de un contable de General Motors se le pusieron los pelos de punta: eso mismo dijeron con el Saab 900 NG, que acabó compartiendo solo un 17% de las piezas con el Opel Vectra, sobre cuya plataforma se construyó. Aunque es imposible ver un Saab 9-2X y no reconocer un Subaru Impreza en sus líneas, solo sus puertas y aletas traseras eran comunes a nivel de diseño.
Saab rediseñó profundamente el frontal, y lo adornó con su calandra de triple rejilla, además de unos bonitos faros. El capó no tenía nada de especial, más allá de la gran toma de aire del intercooler, en las versiones turboalimentadas. Se equiparon llantas de hasta 17 pulgadas y una zaga discreta, pero elegante. En conjunto, el coche parecía – y era – una versión refinada y suavizada del Subaru Impreza Wagon. El interior era aparentemente idéntico al de un Impreza, pero solo en diseño: Saab trabajó duramente en mejorar el aislamiento acústico del vehículo.
El Impreza no destacaba por ser un coche silencioso o refinado, y Saab instaló paneles de aislamiento en torno a todo el habitáculo, logrando una experiencia más refinada. Los asientos, con sus característicos reposacabezas, reemplazaban a los asientos del Impreza, y se montaba un climatizador automático y un cargador de CD, en vez del equipamiento espartano del japonés. También se modificaron los paneles de las puertas y el maletero, haciéndolos más “premium”. Con todo, el coche era fabricado por Subaru en su planta japonesa de Guanma Yajima.
El Saab 9-2X se vendió en versiones Linear de acceso – llamadas 2.5i en 2006 – cuyo motor atmosférico de 2,5 litros y cuatro cilindros opuestos llegó a desarrollar 170 CV. Las versiones Aero emplearon en 2005 el motor turboalimentado EJ20 de dos litros y 224 CV, pasando a usar un EJ25 de 2,5 litros y 230 CV en 2006. Ambos motores podían encargarse con una caja de cambios manual de cinco relaciones o un cambio automático de cuatro relaciones. Saab intervino de forma considerable en la puesta a punto del 9-2X, con un curioso resultado.
Los brazos traseros de la suspensión se construyeron en aluminio, los cojinetes eran específicos del 9-2X y se aligeraron las masas no suspendidas recurriendo a algunos componentes en material compuesto. Además de un tarado único para los amortiguadores – según los que lo han probado, firme pero más absorbente que el Subaru – se instaló en todos los 9-2X la dirección del Subaru Impreza WRX, más directa que la de otros Impreza. En las pruebas de la época, curiosamente, el Saab 9-2X Aero era más rápido y efectivo que el Audi S6 de la época.
¿Qué ocurrió con el Saab 9-2X El 9-2X solo se fabricó durante los años 2005 y 2006. Se vendieron en Estados Unidos – único mercado donde fueron vendidos – 10.346 unidades. La versión Aero arrancaba en 27.465 dólares, unos 3.000 dólares más que un Subaru Impreza WRX Wagon. No se vendió mal, pero sufrió una muerte rápida y anticipada: en 2006, General Motors vendió a Fuji Heavy Industries su participación en Subaru – y a causa de ello, el acuerdo que permitía la existencia del Saab 9-2X fue rescindido. Hoy en día, el Saab 9-2X es considerado una rareza.