A día de hoy, ni en los augurios del científico más atrevido, estaría la posibilidad de que pudiéramos teletransportarnos entre dos puntos del mundo separados por una distancia de miles de kilómetros. En cambio, y por sorprendente que pueda resultarnos, sí que sería posible viajar desde Londres a Nueva York, o desde tu pueblo a cualquier ciudad del mundo, por alejada que esté, en menos de media hora. Y la razón por la cual técnicamente podríamos realizar viajes tan largos, en tan poco tiempo, es la misma por la cual un misil balístico de Corea del Norte podría alcanzar un objetivo en Estados Unidos en el tiempo que te llevará leer este artículo, y ver el siguiente vídeo. En más de una ocasión hemos insistido en que el objetivo de Elon Musk va más allá de vendernos coches eléctricos modernos con Tesla, o propiciar una transición energética global. Elon Musk y SpaceX trabajan para llevar a nuestra civilización a otros planetas, y este vídeo, y su idea de cómo podríamos viajar de Londres a Nueva York en 29 minutos, son el mejor ejemplo de los logros que se pueden alcanzar con sus investigaciones.
El BFR – que con sorna ha sido bautizado así por el acrónimo de Big Fucking Rocket – es esencialmente un cohete espacial reutilizable en el que está trabajando SpaceX, que también comprendería el desarrollo de una nave para tripulación y carga, y la infraestructura necesaria para su recuperación y los lanzamientos.
Para que nos hagamos una idea de la magnitud de este cohete, su versión más pequeña alcanzaría una altura de 120 metros, superando al cohete funcional más grande y potente que se haya utilizado jamás, el Saturno V, el mismo que llevó al hombre a la Luna. Para conseguir su objetivo, el de alcanzar Marte, y transportar grandes cargas, se estima que su fuerza de empuje debería ser muy superior a la de los cohetes Saturno V. Ver artículos en Naukas.
Mientras tanto, SpaceX nos muestra cómo podría utilizar su BFR para viajar entre dos ciudades de nuestro planeta, orbitar parcialmente la tierra alcanzando una velocidad de 27.000 km/h y llegar a cualquier destino en apenas 30 minutos, y menos de una hora en los casos menos favorables.
La idea, insistimos, sería posible utilizando los avances tecnológicos ya realizados en el pasado. Pero mucho nos tememos que, en las condiciones actuales, tendríamos que considerar a este medio de transporte como ciencia ficción. Primero, porque el coste de un viaje de estas características sería astronómico y mucho dudamos que alguien esté dispuesto a pagar por un viaje el coste equivalente a poner en órbita un satélite. De hecho, la industria de la aviación no ha evolucionado precisamente hacia el objetivo de hacer los viajes más cortos o, mejor dicho, rápidos, sino en la dirección contraria, la de reducir el coste de los vuelos con aeronaves más eficientes. Esa es, entre otras cosas, la razón por la cual proyectos como el del antiguo Concorde no se plantean ni tan siquiera cuando han pasado cerca de 50 años desde que se realizase el vuelo inaugural del famoso avión de pasajeros supersónico.
En cualquier caso, Elon Musk sueña con esta idea, la de utilizar cohetes para conectar los lugares más alejados del mundo en un tiempo entre los 30 y los 60 minutos. Y no solo eso. Elon Musk confía en la idea de conseguirlo con un precio, por asiento, similar al de un vuelo regular, amparándose en la reducción de costes que supondrá la reutilización del cohete y su empleo en proyectos tan variopintos como este medio de transporte internacional, viajes a la órbita terrestre, o incluso viajes a otros planetas.