Nos encantan las berlinas de altas prestaciones, qué le vamos a hacer. Hay algo especial en equipar coches diseñado para viajes largos y confortables en familia con motores de altas prestaciones. Los años 80 y especialmente los 90, fueron la era dorada de las berlinas de altas prestaciones. Hemos querido reunir en este artículo algunas de las súper berlinas más especiales de la época, de las que hemos dado buena cuenta en artículos a fondo. No están todos los que son, pero son todos los que están, que diría aquél.
1) Chevrolet Impala SS (1994-1996): el último mohicano
Cuando General Motors jubiló sus berlinas tradicionales, murió una parte de la cultura del automóvil americano. Enormes barcos de carretera, de más de 5 metros de longitud, con enormes V8 de baja potencia y capacidad para seis pasajeros en dos bancos corridos. El Chevrolet Impala SS fue un canto de cisne, una interpretación en clave deportiva del sedán tradicional estadounidense. Un look amenazador, un motor de origen Corvette y componentes destinados a las fuerzas policiales lo convertían en una máquina muy especial.
Con 260 CV y un peso de dos toneladas, no era un coche demasiado rápido, y nunca fue comparable a sus rivales europeos de la época, más ligeros, precisos, potentes y livianos. Al Chevrolet Impala SS no le importaba perder todas las comparativas de la época, porque donde arrollaba sin compasión era en autenticidad. En este enlace puedes leer su historia al completo, publicada por un servidor hace tres años. Si tienes ganas de más, lee la prueba en Estados Unidos de su primo hermano, el Buick Roadmaster.
2) Lotus Omega (1990-1992): un superdeportivo de cuatro puertas
Nadie esperaba a principios de los 90 que fuera Opel la empresa que lanzara la berlina más rápida del momento. Dicen las malas lenguas que BMW quedó francamente sorprendida de que el Lotus Omega y sus 382 CV superasen en todas las mediciones a su M5 E34. Y es que este Opel Omega modificado por Lotus era de todo menos convencional. Usando como base el bloque de seis cilindros en línea de un Omega, Lotus lo sobrealimentó mediante dos turbos y lo reforzó adecuadamente para que soportase el incremento de par motor.
El resultado fue una berlina capaz de hacer el 0 a 100 km/h en sólo 4,9 segundos, logrando una velocidad punta declarada de 283 km/h. Algunas pruebas de prensa llegaron a ver 300 km/h de velocidad punta, y era tan rápido, que en 1994 una banda de ladrones lo usó para evadir a la policía durante dos semanas en Reino Unido. Su caja de cambios y equipo de frenado procedían de un Corvette ZR1, y su kit de carrocería no estaba diseñado para ser agresivo, sino para proporcionar al coche una buena carga aerodinámica.
3) Renault Safrane Biturbo (1994-1996): la superberlina incomprendida
En 1994 Renault decidió lanzar al mercado una versión de altas prestaciones de su Safrane, su buque insignia. Para ello, contaron con la ayuda de Hartge, un preparador alemán especializado en potenciaciones mecánicas. Tomando como motor de partida el bloque 3.0 V6 PRV, la alianza galo-germana lo llevó hasta los 268 CV de potencia – aunque la propuesta de Hartge era de 300 CV, desestimada ante el temor de Renault por la integridad de su caja de cambios. Por si fuera poco, lo dotaron de un sistema de tracción integral.
El sistema Quadra 4WD era capaz de mandar hasta el 90% de la potencia al tren trasero, y permitía al coche un 0 a 100 km/h de 7,2 segundos. No era tan rápido como un BMW M5, pero se le acercaba. Su dotación tecnológica nunca había sido vista en un Renault, con suspensión de aire adaptativa como equipamiento estrella. Muy discreto estéticamente, era un verdadero coche premium. Y como coche premium que era, tenía un precio acorde. Sólo 806 unidades fueron vendidas, a un precio que disuadió a muchos posibles compradores.
4) Lancia Thema 8.32 (1986-1991): un Ferrari de cuatro puertas
Otra berlina atípica de altas prestaciones fue el Lancia Thema 8.32, conocido comúnmente como Lancia Thema Ferrari. El motivo era que su motor era un V8 de 2,9 litros y origen Ferrari, montado transversalmente en el vano motor de la berlina. A través de una caja de cambios manual, movía el tren delantero. En busca de una mayor fiabilidad, y con el objetivo de no exceder el límite de agarre del eje delantero, Lancia rebajó su potencia hasta los 215 CV mediante el uso de un cigüeñal convencional, entre otras modificaciones.
Con todo, era un coche rápido – un 0 a 100 km/h en 6,8 segundos en 1986 no era moco de pavo – con un sonido muy particular y detalles de auténtico lujo. Por ejemplo, su interior había sido tapizado artesanalmente por Poltrona Frau y su spoiler trasero se elevaba automáticamente a partir de los 140 km/h. No fue un coche exento de problemas: tenía un apetito tremendo por el combustible de alto octanaje, no era el adalid de la fiabilidad y había que hacerle la distribución cada 40.000 km, con un gran coste económico.
5) Mercedes 500 E (1990-1995): lo mejor de Stuttgart
Los Mercedes 500 E pueden pasar como un simple Mercedes W124 más, pero fueron mucho más que eso. Aunque nada lo indicase exteriormente, los más avispados podían advertir unos pasos de rueda ligeramente ensanchados y un tren de frenado de mayor tamaño. El motivo no era otro que una colaboración especial con Porsche. A apenas unos kilómetros de distancia, los de Zuffenhausen se encargaron de aportar al motor 5.0 V8 un chute extra de potencia, llevándolo hasta los 326 CV. El Mercedes 500 E era un auténtico misil de autopista.
Porsche también colaboró en su puesta a punto, y de hecho, construyó la totalidad de la producción del coche – 10.749 unidades – en su planta de Zuffenhausen, más preparada para tiradas de bajo volumen. Sobre el papel, aceleraba hasta los 100 km/h en 6,1 segundos, y sin limitador, su punta rondaba los 280 km/h. Por dentro, el 500 E era tan lujoso y cómodo como cualquier otro Mercedes. Mercedes incluso llegó a producir una tirada muy corta de unidades equipadas con un motor 6.0 V8 de origen AMG con 376 CV de potencia.
6) MG ZT 260 (2003-2005): un gentleman angloamericano
El MG ZT 260 no es un coche de los años ochenta ni los años noventa, pero lo cierto es que no podía faltar en nuestra lista de super berlinas más especiales. Porque fue un coche realmente especial: podría pensarse que era un Rover 75 disfrazado, pero para permitir que en su vano motor cupiese el motor 4.6 V8 del Ford Mustang estadounidense, y moviese las ruedas traseras únicamente, se requirieron modificaciones de envergadura en el coche. Modificaciones caras, poco justificables en muchas empresas, y directamente suicidas en una MG ya al borde de la quiebra.
Sea como fuere, el proyecto salió adelante gracias a Prodrive, que alteró el chasis del MG ZT y puso a punto su suspensión. Muchos alabaron su comportamiento dinámico, aderezado con un diferencial autoblocante trasero y un formidable reparto de pesos. Incluso Jeremy Clarkson se enamoró de su comportamiento. El gran problema fue un precio elevado y los graves problemas financieros de MG-Rover, que quebraría en 2005. Incluso Rover trató de vender una versión V8 de su 75 aprovechando el desarrollo de Prodrive.
7) Mercedes 190E 2.5-16 Evolution II (1990-1992): un coche de carreras fugado a la calle
El Mercedes 190E 2.5-16 Evolution II nació con un único propósito. Homologar una serie de modificaciones de alto rendimiento que posibilitaban que Mercedes compitiera en el DTM alemán con garantías de victoria. Basado en el Mercedes 190E 2.5-16 de calle, su motor de 2,5 litros y cuatro cilindros tenía una culata diseñada por Cosworth, y era capaz de girar hasta a 7.700 rpm. Desarrollaba la friolera de 235 CV atmosféricos, con los que aceleraba hasta los 100 km/h en sólo 7,1 segundos: impresionante para un cuatro cilindros.
Su kit de carrocería había sido esculpido en el túnel de viento por la Universidad de Stuttgart, y a pesar de sus aletas ensanchadas y su gigatesco alerón trasero, presumía de un coeficiente aerodinámico de sólo 0,29. El Mercedes 190E 2.5-16 Evolution II permitió a Mercedes alzarse con el título del DTM en 1992, y ya que el coche sólo existía para homologar su homónimo de carreras, no tenía sentido prolongar su producción más allá de las 500 unidades exigidas por el Grupo A. Hoy es uno de los clásicos más valorados de la época.
8) Volvo 850 T-5R (1995-1998): el ladrillo volador sueco
El Volvo 850 T-5R cambió para siempre la imagen de Volvo. Cuando fue lanzado al mercado, nadie esperaba que Volvo fuera capaz de lanzar una berlina deportiva diseñada para rivalizar con lo mejor de Alemania. Parte de su desarrollo y puesta a punto fue subcontratada a Porsche, y el coche presumía en el año 1995 de nada menos que 243 CV, procedentes de su motor turbo de cinco cilindros y 2,3 litros, de característico sonido. En su evolución, el Volvo 850R, la potencia de este motor recibió un ligero incremento hasta los 250 CV.
Destacaba por una brillante estabilidad lineal, un sonido cargado de personalidad y un bastidor que no se amedrentaba en las curvas, gracias a sus llantas de 17 pulgadas, sus neumáticos Pirelli deportivos y una suspensión muy bien puesta a punto. Además de venderse en carrocerías de cuatro puertas y en carrocería familiar, el Volvo 850 T-5R se vendió en colores tan llamativos como el icónico «amarillo natillas». Fue la prueba fehaciente de que Volvo había entrado en la era moderna, y tenía mucho que decir al mundo. Nos encanta el Volvo 850 T-5R.
9) Peugeot 405 T16 (1993-1995): la última berlina deportiva real de Peugeot
Han tenido que pasar más de 25 años para que Peugeot volviera al segmento de las berlinas deportivas con el Peugeot 508 PSE. El Peugeot 405 T16 es su antecesor directo, y en muchos aspectos, es un coche muy peculiar. Para empezar, es un «homologation special» lanzado al mercado con retraso, diseñado para homologar la participación en competición de su motor. Su propulsor era un 2.0 turbo de cuatro cilindros y 16 válvulas, capaz de desarrollar 220 CV. Esta potencia pasaba al suelo a través de un sistema de tracción total permanente.
Llegó a haber versiones equipadas con diferenciales autoblocantes traseros e incluso experimentos con un eje trasero autonivelante hidroneumático. Pero sin duda, el Peugeot 405 T16 destacó por su exclusividad: solo se construyeron 1.061 unidades entre los años 1993 y 1995, como «fin de fiesta» de la producción de los Peugeot 405. Su carrocería montaba un discreto kit estético diseñado por Pininfarina y su interior estaba equipado con asientos deportivos de cuero. Era discreto y elegante. Un verdadero lobo francés con piel de cordero.
10) Jaguar XJR (1994-2003): reinventando el sedán deportivo de Jaguar
Jaguar había perdido el tren de la deportividad durante los años 70 y 80, a causa de su nacionalización y pertenencia a la gigantesca máquina burocrática que era British Leyland. Cuando alcanzó la independencia y Ford se involucró en su accionariado, los de Coventry pudieron desarrollar su primera berlina deportiva en décadas. Nacía así el Jaguar XJR, un elegantísimo y discreto sedán deportivo, cuyo infinito capó escondía un motor de seis cilindros en línea y 4,0 litros, sobrealimentado por un compresor volumétrico hasta los 326 CV.
Ese mismo motor era montado por coches como el Aston Martin DB7 en la época, y permitía al XJR hacer el 0 a 100 km/h en solo 6,3 segundos, infundiendo miedo a coches como los BMW M5 E34 o los Mercedes 500E. En 1997 el Jaguar XJR recibió un lavado de cara y perdió su seis cilindros en favor de un V8 de 4,0 litros, también sobrealimentado por compresor hasta los 375 CV. Aunque era un coche realmente potente y deportivo, a nivel estético apenas se podía diferenciar de otros Jaguar XJ – solo al final de su ciclo de vida se hizo ligeramente más llamativo.