El único futuro del diésel pasa por equipar sistemas sofisticados, y caros, que controlen sus emisiones. Esa ha sido la evolución que ha vivido el diésel en los últimos años, la introducción de filtros de partículas, válvulas EGR, sistemas de reducción catalítica (AdBlue), dispositivos que encarecen la producción y comercialización de un motor de gasóleo, que lastran la fiabilidad y pueden provocar averías, a menudo bastante caras, pero que reducen el impacto del tráfico rodado en la calidad del aire de nuestras ciudades. El próximo avance llega bajo la promesa de los supercatalizadores, para salvar el diésel o, tal vez, prolongar su agonía.
¿Qué son los supercatalizadores? ¿Por qué los diésel?
Los supercatalizadores son dispositivos anticontaminación que incorporarían diferentes tecnologías, de filtrado de partículas, de reducción catalítica eléctrica y de reducción catalítica química, para conseguir que las emisiones de un motor, diésel o gasolina, se minimicen, en todo tipo de circunstancias. Los supercatalizadores dispondrían también de sensores que, primero, monitorizarían las emisiones de un automóvil para ajustar en cada momento el rendimiento de cada tecnología de reducción de emisiones y, segundo, registrarían esas emisiones para asegurar que se mantienen estables y en cifras legales durante toda la vida de un automóvil, durante más de 250.000 kilómetros.
El Consortium for Ultra Low Vehicle Emissions (CLOVE) de la Comisión Europea ha propuesto el uso de dispositivos de este tipo, en el transcurso de la presentación de propuestas para establecer la normativa de emisiones Euro VII que está llamada a introducirse en 2025. Los umbrales de emisiones que se están planteando y, sobre todo, la posibilidad de asegurar que las emisiones de un automóvil se mantienen estables y en umbrales legales, en todas las circunstancias, y a lo largo de la vida útil de un automóvil, obligan a emplear estos sistemas.
ACEA, patronal de los fabricantes europeos de coches, ya ha alertado de que una normativa de emisiones tan estricta, que exija el empleo de supercatalizadores, supondría hacer inviable la comercialización de muchos automóviles, sobre todo los más pequeños, y encarecer notablemente a todos aquellos que sigan comercializándose sin electrificación.
¿Salvarán al diésel o prolongarán su agonía?
Tanto los motores diésel, como los motores de gasolina, tendrán que equipar sistemas anticontaminación cada vez más sofisticados, como los ya mencionados supercatalizadores. La más reciente incorporación en los motores de gasolina ha sido la de los filtros de partículas, que durante tantos años ya equipaban los diésel. Pero serán los diésel los que tengan que equipar sistemas anticontaminación más complejos y caros. Los supercatalizadores encarecerían el producto, incluso harían inviables muchos automóviles, pero permitirían mantener en el mercado automóviles diésel.
El problema, no obstante, es que la suerte está echada, tanto para los motores diésel, como para los motores de gasolina. Los objetivos de descontaminación que se barajan nos llevan a un único destino, el de acabar con los automóviles que emplean motores de combustión interna. En 2040, de hecho, en España solo podrán comercializarse automóviles de cero emisiones.
Los supercatalizadores permitirían mantener en el catálogo algunos diésel, durante unos años. Pero sobre todo ejercerían un papel disuasorio más. Si un diésel es tan caro como un híbrido enchufable, situación que en algunos casos ya se está dando entre los fabricantes premium, ¿qué sentido tiene comprar un diésel?