The New York Times publica estos días una historia que tiene todos los alicientes para convertir al diésel, una vez más, en el enemigo público número uno. Tenemos por un lado a los diésel, y la manipulación destapada en Estados Unidos y reconocida por Volkswagen, de la cual ya han hecho propósito de enmienda, y están viviendo su penitencia. Por otro lado, tenemos a las marcas alemanas, también BMW y Daimler (Mercedes-Benz), uniendo fuerzas para tratar de defender la limpieza del diésel. Y por último, un argumento más para aumentar el cabreo de muchos, someter a diez monos a las emisiones de un Volkswagen para demostrar que los diésel modernos son limpios. Pero las claves de esta historia van mucho más allá de lo llamativo del experimento que publicaba The New York Times en su artículo. ¿Con qué nos debemos quedar de esta historia?
La campaña alemana a favor del diésel
En un artículo titulado «10 monos y un Beetle: dentro de la campaña Clean Diesel de Volkswagen», The New York Times revela la historia de una serie de experimentos patrocinados por Volkswagen, Daimler y BMW, bajo una organización denominada European Research Group on Environment and Health in the Transport Sector, a la cual nos referiremos por su acrónimo alemán, EUGT. En esos experimentos, que se habrían llevado a cabo en Albuquerque, se habrían realizado pruebas con primates para demostrar que los diésel modernos son menos contaminantes y por ende peligrosos que los diésel antiguos.
Esta investigación se habría iniciado después de que The New York Times tuviera acceso a la documentación empleada en uno de los litigios que se iniciaron contra Volkswagen tras destaparse el fraude en sus diésel en 2015.
en los que se emplearon diez primates, para defender las bajas emisiones de los diésel modernos
Los experimentos con diez monos
En las pruebas, la EUGT habría trabajado con diez monos o, para ser más exactos, diez primates de la especie macaca fascicularis, empleados habitualmente en experimentos científicos, para que estos se sometieran a las emisiones de un Volkswagen Beetle diésel moderno, y un diésel de Ford antiguo. Se había diseñado un protocolo, y un sistema, para que los animales respiraran las emisiones de estos coches en un banco de rodillos. La realidad del experimento no era tan cruel como se puede imaginar inicialmente. Los científicos diseñaron un habitáculo estanco, en el que los animales permanecían durante horas, relajados viendo dibujos animados en una televisión, mientras en este espacio se filtraba una dilución de los gases emitidos por el escape de los vehículos.
Sabemos que este quizás sea el tema más polémico del artículo de The New York Times, lo cual también es injusto. Y que entra en juego nuestra ética, y nuestra consideración del maltrato animal. Pero lo cierto es que este experimento no parece que fuera tan dañino para los animales, como los miles de experimentos que se llevan a cabo en el mundo con primates.
Un ejemplo, en 2012 el año en que se inició este estudio se importaron 17.488 primates en Estados Unidos únicamente para la experimentación científica (ver estadísticas).
La defensa a ultranza de los diésel
Sí es importante valorar cómo la industria alemana ha puesto todos sus esfuerzos en defender la limpieza de los diésel. Y no nos equivoquemos, es cierto que tienen parámetros objetivos para defender a los diésel modernos y, sobre todo, que no son tan contaminantes como los diésel antiguos. Una investigación como esta tiene un coste ridículo para fabricantes como Volkswagen, BMW y Daimler. Y sus beneficios potenciales superan con creces ese coste. Todo comenzó cuando la Organización Mundial de la Salud publicó un estudio en el que calificaban al diésel como cancerígeno y advertía de su contribución a aumentar el riesgo de padecer cáncer de pulmón (ver qué dice al respecto la OMS). Las alemanas querían contar con informes que avalaran lo contrario, o que al menos defendieran que esos riesgos no eran tales en los diésel modernos.
La industria alemana hoy en día sigue defendiendo la necesidad del diésel y el argumento más socorrido, y también certero, es el hecho de que internacionalmente estemos luchando para reducir las emisiones de CO2. Y el diésel es un buen método de conseguirlo, y económico, aunque no el único, ni el más limpio. Los esfuerzos de la industria alemana son comprensibles, el diésel ha sido una de las tecnologías que ha facilitado que se sitúen como líderes mundiales del sector del automóvil.
En Alemania, por ejemplo, están combatiendo a muchas ciudades que plantean restricciones que podrían llegar incluso a prohibir el diésel, o al menos a los diésel más antiguos. Las marcas alemanas se han comprometido voluntariamente a revisar millones de vehículos diésel, que no habían sido manipulados, para aplicar pequeños cambios que reduzcan sus emisiones, con el coste que ello conlleva para el fabricante.
Y lo que sí es cierto, los diésel modernos son más limpios
Probablemente la experimentación con los primates no fuera la más ortodoxa, ni tampoco la más efectiva para defender la limpieza de los diésel modernos. La investigación de The New York Times afirma que este estudio no llegó a ninguna conclusión práctica para los fabricantes, e incluso que el informe final no fue más que una excusa para que los responsables del estudio cobraran los 71.000 dólares que se les adeudaba. No parece que un estudio como este pudiera refutar la idea de que los contaminantes producidos por los diésel son dañinos para la salud, que la OMS ya había anunciado públicamente.
En cualquier caso, ni esta historia, ni los informes de la OMS, ni el escándalo de Volkswagen, nos deberían llevar a pensar que no sea cierto que los diésel modernos son, de lejos, mucho más limpios que los antiguos. En los últimos años se han llevado a cabo grandes avances que han concluido en sistemas anticontaminación más eficaces y sofisticados, que a menudo generan problemas y averías sí, pero que han conseguido que las emisiones de las peligrosas partículas que se acumulan en el aire de nuestras ciudades, y entran en nuestro organismo, o las emisiones de NOx que ahora causan tanto problema en nuestras ciudades, sean una ínfima parte de lo que emitían los diésel antiguos.
Por desgracia, el escándalo de Volkswagen no ha hecho otra cosa que tirar por tierra todo ese trabajo y ese ha sido el único y gran enemigo que ha tenido el diésel en los últimos años, y la mayor amenaza que se ha cernido sobre el gasóleo desde que se popularizase allá por los noventa.