No os voy a mentir: me considero un firme defensor de los coches de estricta serie, o al menos de aquellos que tengan modificaciones mecánicas que no perturben la originalidad estética del mismo. Por supuesto, que cada uno haga con su dinero y con su coche lo que guste, pero eso no impide que me duela profundamente ver cómo alguien ha tenido la desfachatez de convertir un Nissan Skyline R32 en un Chevrolet Camaro. ¿Realmente había necesidad?
Y es que estamos hablando de un coche que, por su propio peso, se ha convertido en un mito y en deseo de muchos, sentimientos que con el tiempo se han ido incrementando. Bien es cierto que el R32 no es tan codiciado como el R34, pero estamos hablando de un coche lo suficientemente exclusivo como para desechar la idea de convertirlo a nivel estético en un Camaro de quinta generación.
El día que alguien prefirió transformar un Skyline R32 en un Camaro en lugar de comprarse uno
El único punto lógico que le encuentro a la transformación es que se ha llevado a cabo en Japón, país natal del Skyline. Y es que al fin de cuentas allí puede resultar más sencillo hacerse con un R32 que con un Chevrolet Camaro, aunque teniendo en cuenta los precios que están alcanzando todas las generaciones del mítico Godzilla y la masiva exportación de estos será más barato importar una unidad del muscle car que convertir un Nissan Skyline en uno con todo lo que ello conlleva.
Y es que estamos hablando ya no solo del precio de adquisición del propio Skyline, sino también de la transformación. Una transformación que por cierto deja un frontal bastante idéntico al del Camaro original, aunque lógicamente con los problemas de proporciones que hay entre un coche y otro. Sea como fuere, es en el lateral donde rápidamente nos daremos cuenta de que hay algo extraño en dicha creación.
Es ahí donde apreciamos una línea más fina y alargada que deja atrás la musculatura típica del Chevrolet Camaro, aunque se ha intentado subsanar recurriendo a aletas y pasos de ruedas ensanchados. Y en la zaga ocurre algo similar al no tener un portón corto que nace inmediatamente después de una luna posterior también pequeña, sino un maletero mucho más alargado pese a que las piezas empleadas en este Frankenstein son las de un Camaro.
Sea como fuere, ni interior ni motor cambian, o al menos no mucho. Y es que el habitáculo sigue siendo el de un Nissan Skyline exceptuando a unos asientos Bride, un pomo de aftermarket para la caja de cambios y un volante desplazado. Es en el motor donde encontramos más cambios, ya que esta unidad esconde un RB25 procedente de un Skyline R33, y el cual produce para la ocasión 400 CV.
¿Lo mejor -o peor- de todo? Que está a la venta en Yahoo Japón y que ya ha alcanzado una puja de 23.000 dólares, cifra que puede hacer que sea mejor opción estirar un poco el presupuesto y hacernos con un R32 de origen y fiel a su estética de fábrica.