Suele decirse que ya no se hacen motores como los de antes, aludiendo a la mayor durabilidad y fiabilidad percibida de los propulsores de antaño. Si centramos el foco en los motores diésel, esa percepción puede tener que ver con el advenimiento de la sobrealimentación y los sistemas anticontaminación modernos, con evidentes beneficios prestacionales y medioambientales, pero un mayor mantenimiento como contraparte. Con todo, aun estás a tiempo de adquirir un diésel indestructible, el último motor verdaderamente eterno de Volkswagen.
2.0 SDI, el indestructible 2.0 TDI sin turbo
Hubo una época en la que los motores diésel carecían de sobrealimentación. Esa era terminó hace más de 15 años, pero aun sobreviven en nuestras calles miles de coches dotados con motores diésel de aspiración atmosférica. Su desaparición responde a motivos bastante claros: tenían unas prestaciones muy bajas, y sus contrapartes turboalimentadas consumían incluso menos combustible, con prestaciones comparables o superiores a los gasolina equivalente. La llegada de los «TDI» firmó la lógica sentencia de muerte de los diésel atmosféricos.
Volkswagen Golf
Sin embargo, Volkswagen, principal impulsora europea de los diésel modernos, se resistió a abandonar los diésel atmosféricos hasta el (relativamente cercano) año 2007. Ya con los motores TDI de bomba-inyector en pleno apogeo, la marca alemana siguió vendiendo de forma paralela sus versiones SDI. Los SDI eran versiones sin sobrealimentación de los TDI, con los que compartían bloque motor, sistema de inyección y sistemas anticontaminación. Los 1.9 SDI alcanzaron potencias de hasta 68 CV, y fueron reemplazados en el año 2004 por los nuevos 2.0 SDI.
Los 2.0 SDI eran los diésel más básicos y sencillos del Grupo Volkswagen, que invirtió a principios del siglo XXI enormes sumas de dinero en el desarrollo de la familia 2.0 TDI con tecnología bomba-inyector. Estos propulsores son los últimos diésel verdaderamente eternos, pero curiosamente, el Grupo Volkswagen sólo los montó en las versiones más básicas de los Volkswagen Golf y en las Volkswagen Caddy. Los 2.0 SDI nunca fueron equipados en ninguna otra marca del grupo – ni siquiera en los SEAT y Skoda más espartanos.
Los motores 2.0 SDI desarrollaban un máximo de 75 CV a 4.200 rpm, y un modesto par máximo de 140 Nm entre las 2.200 y las 2.400 rpm. Montados en un Volkswagen Golf, tenían prestaciones bajas – incluso podríamos llamarlas insuficientes: el 0 a 100 km/h demoraba la friolera de 16,7 segundos y la velocidad punta se quedaba en 163 km/h. Se asociaba a un cambio manual de cinco relaciones, más cortas que las de un 1.9 TDI o un 2.0 TDI: a 120 km/h, el motor 2.0 SDI giraba a un régimen cercano a las 3.000 rpm.
Las versiones turbo de este motor eran más eficientes y muy superiores en prestaciones, con potencias de 140 o 170 CV. Entonces, ¿qué sentido tenía este motor existiendo un 2.0 TDI muy superior? La magia de los SDI estaba, precisamente, firmemente anclada a su carácter básico. Al carecer de sobrealimentación, se eliminaban de un plumazo todos los problemas derivados del cuidado y mantenimiento de los turbocompresores, garantizando una mayor fiabilidad y durabilidad del conjunto, capaz de superar, solo con mantenimiento básico, los 500.000 km.
Estos motores, conocidos por su código interno BDK – no confundir con los BKD turboalimentados – apenas tenían fallos endémicos, y los pocos existentes eran compartidos con los TDI: algunos caudalímetros delicados… y muy poco más. Su sistema de alimentación por bomba-inyector era muy fiable y fueron lanzados al mercado dotados de filtro de partículas. Gracias a este sistema anticontaminación, estos motores Euro 4 gozan de la etiqueta B de la DGT, y por ello, no están sujetos a las mismas restricciones que un diésel sin «pegatina».
La mala noticia es que estos motores solo se ofrecieron en versiones de acceso de los Volkswagen Golf y Caddy. Versiones poco equipadas y muy poco abundantes en el mercado español de coches de segunda mano. Además de estar montados en coches espartanos, es casi imposible encontrar unidades con menos de 300.000 km – un claro testimonio de su durabilidad. Con todo, los precios en el mercado de coches usados de un Volkswagen Golf 2.0 SDI no suelen bajar de los 3.000 euros, siendo prácticamente idénticos a los de un Golf 2.0 TDI.
Cosas de ser el último motor «eterno» de Volkswagen.
El último motor eterno de Volkswagen