La potencial fusión de Nissan y Honda, con Mitsubishi también dentro de este posible conglomerado, es la irrefutable prueba de que la industria del automóvil ha cambiado más en los últimos cinco años que en los quince años previos. Son muchos los factores que afectan a esta situación, pero sin duda la entrada en juego de nuevos actores que marcan la pauta en el sentido que el mercad necesita, ha sido crítica.
Tesla es, sin duda y en mayor medida, el fabricante que ha llevado a la industria ha encontrarse sumida en el cambio de rumbo que está dando hoy día hacia mecánicas electrificadas, o al menos libres de emisiones durante su uso, pero el crecimiento de los fabricantes chinos, primero dentro de su propio mercado y ahora con una lenta pero afianzada expansión en el ámbito internacional, ha hecho que los más tradicionales, los que siempre han campado a sus anchas, tengan que poner en práctica medidas de supervivencia para no ver alterada su estructura industrial.
Aun así, insistimos, ha sido Tesla y su capacidad de innovación la que han puesto la industria patas arriba, y consecuentemente en el mercado de valores la firma, comandada por Elon Musk, ha ido adquiriendo de manera paulatina un valor que con el tiempo ha llegado a suponer que tenga un tamaño cinco veces superior al de la propia Toyota, que por volumen es realmente el mayor fabricante del mundo: es el coche más coches fabrica y vende, pero no es el que más vale.
La gráfica superior ha sido elaborada tomando como valor la cotización total de cada fabricante para situar en qué posición se emplazaría realmente la empresa resultante de la fusión entre Nissan, Honda y Mitsubishi. Teniendo en cuenta su valor actual, los tres fabricantes se colocarían como el séptimo con mayor valor del mundo, sumando 57 mil millones de dólares de cotización, justo por delante de Porsche, que suma 56 millones.
Aun así, para muchos, resultará chocante que, por un lado, Tesla se sitúe de manera tan significativa a la cabeza de la industria con un un valor es de 1,4 trillones de dólares, es decir, 1.400 millones de dólares, a la vez que por otro lado, un fabricante que todavía no tiene una identidad definida en Europa, BYD se sitúa con 105 mil millones de dólares tan por delante de Volkswagen, BMW, Porsche, Mercedes e incluso Ferrari, conocida como la reina del lujo entre las empresas de este tipo que cotizan en Bolsa.
Los motivos por los que Tesla y BYD han irrumpido de manera tan fuerte y disruptiva entre fabricantes pertenecientes a un sector, normalmente, de corte muy conservador, están claros: los inversores buscan el mayor potencial de beneficio para su dinero, y en un mundo económicamente muy destacado pero abierto a pocos cambios, son aquellos que demuestran una auténtica capacidad de innovación y que tienen o desarrollan los medios para ponerlos en producción los que más atractivos resultan.
Es cierto, para acabar, que BYD no es (de momento) tan disruptiva como lo ha llegado a ser y puede ser aún todavía Tesla, pero se ha de tener en cuenta que China ansiaba llegar a tener un fabricante de automóviles con el que se le reconociera a nivel mundial y a día de hoy, por cómo está estructurada la empresa y el potencia a nivel de producto que alberga BYD, es la única que puede expandirse con éxito internacionalmente usando su propia marca, lo que hace que cobre especial atractivo de cara a sus inversores.