En estos momentos, la edad media del parque móvil español es de 12 años exactos. Según informes recientes, el 59,4% de los coches que circulen por nuestras carreteras en 2017 tendrá más de 10 años. Tras el reciente repunte de la mortalidad en carretera en 2016, la DGT no ha tardado en mencionar el envejecimiento del parque móvil como una de las causas. ANFAC – la patronal de los concesionarios – barre para casa, comunicando de forma oficial que estos vehículos son “un riesgo en materia de seguridad y un aumento de las emisiones a la atmósfera”. Desde Diariomotor nos preguntamos si realmente los vehículos entrados en años son tan peligrosos y contaminantes como se nos quiere hacer creer. Quédate con nosotros.
Mortalidad, edad de los vehículos y número de desplazamientos: aclaremos conceptos
Cuando termine 2016, habrán muerto más personas en accidentes de tráfico que en el año 2015, cuando hubo 1.126 fallecidos. El repunte en la siniestralidad ya se dejó notar en fechas puntuales, y hace ya más de dos semanas se superó la cifra de fallecidos en accidentes de tráfico de 2015. La DGT ya estaría preparando una serie de medidas de choque, que podrían incluso comportar una revisión del carnet por puntos. Como os decía en la entradilla, la DGT afirma que una de las causas de este repunte es el aumento de la edad del parque móvil.
Sin embargo, un vistazo a los datos oficiales revela ciertas incongruencias: en 2015 la edad media de los turismos implicados en accidentes mortales se situó en 11,3 años, una cifra inferior a los 12,3 años de 2014. Cabe destacar en este punto que hablamos de una edad inferior a la media de edad del parque móvil español en 2015, 11,7 años según fuentes de la propia DGT. Durante los 6 primeros meses de 2016, esta cifra habría llegado a los 14 años. Aún no se conoce la cifra final para el año 2016.
Nos gustaría poner el foco en una de las causas más plausibles y claras de este aumento en la mortalidad: un aumento en los desplazamientos de entre el 5% y el 6% con respecto al año 2015. Hablamos de casi 20 millones más de desplazamientos de larga distancia en carretera con respecto al pasado año 2015, año en el que se produjeron 373.504.129 viajes extraurbanos de largo recorrido. Durante los años de la crisis – años de espectaculares descensos en la mortalidad en carretera – se dieron la mano varios factores.
Una disminución en los desplazamientos por carretera y un aumento de la vigilancia a los vehículos, unidos a un clima económico poco favorable, menos propicio a «coger el coche y hacer kilómetros». En 2015, el aumento en los desplazamientos por carretera habría explicado la paralización del descenso en la mortalidad. La mortalidad en carretera está en correlación directa al número de desplazamientos, y explica en parte el ligero repunte de víctimas mortales esperado para este 2016.
¿Está la posibilidad de sufrir un accidente grave en correlación directa con edad de los vehículos? No podemos afirmarlo de forma tajante sin tener en cuenta factores como el kilometraje recorrido por los vehículos más antiguos, pero la DGT afirma que «el riesgo de fallecer o sufrir una lesión con hospitalización aumenta con la antigüedad del vehículo. En comparación con los turismos de hasta 4 años, el riesgo de fallecimiento es 1,6 veces superior en los turismos de 10 a 14 años y 2,2 veces superior en los turismos de 15 a 19 años.»
Sí parece sensato afirmar que los vehículos entrados en años son más peligrosos en caso de accidente, y son los que protagonizan un mayor número de accidentes. En 2004, no todos los coches tenían controles electrónicos de estabilidad, y no hablemos de los complejos asistentes de hoy en día, como los avisadores de vehículo en punto muerto o los detectores de salida de carril. Sin embargo, sí se estaba trabajando en mejorar su seguridad pasiva, y en la época, vendía muchísimo el número de estrellas EuroNCAP obtenidas por el vehículo.
No hables sólo de edad, habla de mantenimiento
Me molesta que se perpetúe el estereotipo de coche antiguo = caja de muertos. Aunque exista esta correlación positiva, y reconozca el meteórico progreso de la seguridad activa y pasiva de los vehículos en los últimos 20 años, no parece tan justo tildar de «caja de muertos» a un coche construido en 2005 y escrupulosamente mantenido. En un coche entrado en años, el mantenimiento cobra especial importancia para garantizar un funcionamiento eficaz y seguro. Este es el punto donde de verdad debe incidir el discurso legal.
Hagamos un pequeño juego. Nuestro amigo Juan es un auténtico quemado de los coches, respira gasolina y micciona anticongelante. Se mueve a diario en su precioso Ford Escort Cosworth, que adquirió hace años tras ahorrar duramente. El mantenimiento de su coche es escrupuloso, incluso en muchas ocasiones, se adelanta a los plazos marcados por el fabricante. Reemplaza los neumáticos antes de llegar al límite legal, ha saneado todos los silent-blocks y cojinetes del tren de rodaje, y ha mejorado muchas piezas de desgaste.
Monta amortiguadores deportivos y neumáticos de primera marca, respetando igualmente los tiempos de calentamiento y enfriamiento de su mecánica turboalimentada de gasolina. Le comprarías su coche sin dudarlo un segundo. En el otro espectro del mundo del automóvil está nuestro vecino Paco. Paco se mueve con un Renault Mégane dCi que adquirió en 2011. Paco quiere un coche que le lleve de A a B, y no mira mucho por el bienestar de su vehículo. Lo lleva a revisiones al Norauto, y lo lleva cuando se acuerda.
Todas las mañanas sale zumbando del garaje, para recorrer apenas 5 kilómetros por ciudad hasta su puesto de trabajo. Te fijas en sus neumáticos, completamente desgastados. «Este año me toca ITV, menudo marrón cambiar los neumáticos al coche», te dice cuando te lo encuentras en el bar de la esquina. «Además, se me obstruyó el filtro ese de partículas, y un compañero del curro me recomendó un taller donde me lo anularon. ¡Qué fino va el coche ahora!», te cuenta mientras apura su caña. Asientes, mientras piensas en su pobre coche.
El otro día, Paco te cuenta que se salió de la carretera en una rotonda. El suelo estaba mojado e iba un poco más rápido de la cuenta. Sus «slicks» provocaron que hiciera un recto y se comiese la cuneta. Por fortuna salió ileso del percance. Juan jamás ha tenido un accidente con su Escort. A los ojos de las autoridades y de ANFAC, Juan es un verdadero irresponsable, y es prácticamente un suicida, por moverse en un coche fabricado hace más de 20 años y carente de sistemas de seguridad activa como el ESP.
El verdadero irresponsable es Paco, que juega con su vida – y la de los demás – por ahorrarse cuatro duros. Me preocupa que la DGT se está valorando aumentar la frecuencia de las ITV para los vehículos de cierta antigüedad, y también para aquellos con un kilometraje «especialmente elevado». El organismo no ha definido «kilometraje especialmente elevado», pero me asusta que piensen que 200.000 km es un kilometraje especialmente alto. De nuevo insistimos, el problema es el mantenimiento, más que la edad o el kilometraje del vehículo.
Recordemos igualmente, que en muchos casos, los que tenemos vehículos entrados en años, no lo hacemos por capricho. No hablo de clásicos, hablo de coches para el día a día. Lo hacemos porque no nos podemos permitir gastarnos 10.000 o 15.000 euros en un vehículo nuevo. Nuestro salario apenas nos permite ahorrar, pero nos esforzamos por tener a punto y cuidar nuestro humilde vehículo. En vez de demonizarnos, ¿no sería mejor facilitar ese mantenimiento y bonificar nuestras más frecuentes inspecciones técnicas?
Show Must Go On
Como diría Freddy Mercury, el espectáculo debe seguir. La economía capitalista se basa en el consumo, y debemos consumir nuevos vehículos, una excelente fuente de ingresos para cualquier Gobierno. De un vehículo se extraen tasas municipales de circulación, tasas de inspección técnica, ingresos de vías de peaje, impuestos especiales al combustible, Impuesto de Matriculación, IVA… podríamos seguir, pero no lo veo necesario. Es una máquina de hacer dinero, especialmente en el momento de su compra.
Los engranajes de la economía nos exigen que adquiramos coches más modernos. Si bien su seguridad, rendimiento y respeto medioambiental son mejoras obvias, no puedo evitar sentir cierto resquemor ante la insistencia de la patronal de concesionarios en exigir medidas más duras contra los coches antiguos. Supongo que cada uno barre hacia casa. En este momento también me gustaría hacer una breve reflexión acerca de los problemas de contaminación ambiental, y los planes que ciudades como Madrid o Barcelona para combatirla.
En Barcelona se plantea la prohibición de todo vehículo diésel anterior a 2006 y gasolina anterior a 2000 en el espacio comprendido entre sus dos rondas – el centro urbano. Madrid ha tanteado medidas similares, sin llegar a concretar nada en estos momentos. París ya prohíbe la circulación de todo vehículo anterior a 1997 en su centro urbano. Medidas impopulares, cuya efectividad no es clara sin un fuerte refuerzo del transporte público y un fuerte cambio en nuestra mentalidad, a la hora de movernos.
Tampoco conviene olvidar la demonización de los coches diésel, cuyo mayor nivel contaminante es ahora reconocido de forma consensuada, por los mismos que durante décadas – y aún hoy en día – han condicionado a los ciudadanos con una fiscalidad favorable a su adquisición. A nadie le importaba que careciesen de filtro de partículas, y virtiesen enormes cantidades de óxidos de nitrógeno por sus escapes, hipotecando el aire que respiramos de cara al futuro. Lamentarse es una labor completamente fútil a día de hoy.
El problema ya lo tenemos, y el problema no lo van a pagar los que lo han creado. Lo vamos a pagar los que tengamos un coche «contaminante» entrado en años, comprado con el beneplácito de las autoridades, y descastado apenas unos años después. No sólo los diésel lo pagarán, también lo harán los pequeños gasolina, cuyos límites europeos a sus emisiones apenas han variado en la última década. Quieren que cambiemos de coche, está más que claro. Ahora bien, puede que el tiro les salga por la culata.
Muchos no podremos adquirir un nuevo coche, especialmente si vivimos en una gran ciudad como Madrid y Barcelona. Puede que tengamos que limitarnos a usar el transporte público o servicios de car sharing como car2go. En verdad parece que estamos diciendo adiós la cultura del automóvil.
Puede que muchos no volvamos a comprarnos un coche.
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